El caos arancelario de Trump acaba en acuerdos muy favorables para EE.UU.

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El caos arancelario de Trump acaba en acuerdos muy favorables para EE.UU.

De momento, los vaticinios de catástrofe total por hecatombe arancelaria han resultado errados. La muestra es que cuando Trump se hizo invitar el jueves pasado a la Reserva Federal para supervisar unas obras como un alcalde cualquiera, su presidente, Jerome Powell, lo recibió con una frase que le ablandó: «Enhorabuena, el país va muy bien».Así es: El desempleo se mantiene bajo. Los mercados financieros resisten (las bolsas están cerca de máximos históricos). El consumo interno sigue estable. No se ha producido el repunte inflacionario que muchos economistas anticipaban. La economía estadounidense desafía los pronósticos negativos del inicio de la guerra comercial .Y, mientras, Trump ha forzado una serie de acuerdos que siguen el mismo esquema. A la Unión Europea le impone un arancel del 15% , pero logra mayor acceso para productos estadounidenses e inversiones de 600.000 millones. A Japón, un 15% también, a cambio de que invierta 550.000 millones de dólares en EE.UU. Vietnam acepta un 20% y Filipinas, condiciones similares. Indonesia pacta un 19%. Todos aceptan pagar por seguir exportando a EE.UU., mientras Washington no cede ni un milímetro en lo esencial: mantiene aranceles bajos o nulos para sus propias exportaciones y consigue que el flujo de inversiones industriales y tecnológicas se dirija de nuevo hacia su territorio.Noticia Relacionada estandar Si Trump y Von der Leyen pactan aranceles del 15% para Europa Enrique Serbeto La UE comprará más gas y armas a EE.UU. y aumentará sus inversiones para evitar la guerra comercialLa prueba es la imagen que siguió al anuncio: Donald Trump y Ursula von der Leyen posaron con el pulgar en alto frente a las cámaras, como si se tratara de un éxito compartido. Pero en realidad, y a pesar del lenguaje diplomático que habla de beneficios mutuos, quien cede, claramente, es Bruselas. El acuerdo impone ese arancel del 15 % a las exportaciones europeas, (antes era del 0%) a cambio de evitar impuestos más altos y conservar el acceso al mercado estadounidense. A cambio, EE.UU. no concede rebajas ni abre sectores sensibles; se limita a mantener el ‘statu quo’ mientras Europa paga, llanamente, por no ser castigada.El acuerdo con Japón sigue la misma lógica: se anunció como una solución de compromiso, pero lo que contiene es una concesión clara de Tokio. Japón acepta su arancel del 15% sobre sus exportaciones a EE.UU. —incluido el sector automotriz, históricamente sensible— a cambio de una relajación parcial de los impuestos previos. A cambio, se compromete a invertir esos 550.000 millones de dólares en territorio estadounidense, en sectores como semiconductores, energía y demás.En todos los casos, Trump impone el marco: amenazas de aranceles extremos, pausas estratégicas, y acuerdos que permiten a EE.UU. consolidar su posición sin concesiones comparables.Antes de alcanzar estos acuerdos, el escenario era caótico. Trump había anunciado araceneles astronómicos, una medida sin precedentes en tiempos de paz contra aliados estratégicos. Las amenazas eran constantes, las fechas límite cambiaban de semana en semana, y la incertidumbre provocaba turbulencias en los mercados. Muchos países recibieron cartas directas de la Casa Blanca con advertencias concretas: si no accedían a negociar bajo sus condiciones, se aplicarían aranceles masivos en cuestión de días.Promesas de inversiónEl presidente llegó a hablar en abril del «Día de la Liberación», una jornada en la que EE.UU. se liberaría de lo que él llama décadas de abuso comercial. Prometía revertir déficits estructurales con una política agresiva de reciprocidad: si un país imponía un 30% a los productos estadounidenses, él impondría otro tanto o más. Según sus propias palabras, los nuevos aranceles no solo corregirían desequilibrios, sino que generarían ingresos suficientes para financiar infraestructura nacional sin necesidad de subir impuestos. El resultado fue una cascada de anuncios contradictorios: aranceles impuestos, luego pausados; decretos firmados, después congelados. Durante semanas, empresas, gobiernos y exportadores vivieron pendientes de una Casa Blanca imprevisible. El pánico llevó incluso a la venta de deuda soberana. Solo cuando el calendario empezó a cerrarse y las amenazas se tradujeron en documentos oficiales, los países cedieron.Lo que exige Trump está ya claro: promesas de inversión (que en realidad no son más que promesas) a cambio de que una economía tradicionalmente abierta imponga aranceles que van a rondar un 15%, para compensar otras trabas al comercio. En el caso europeo, por ejemplo, las intrincadas regulaciones diseñadas y mantenidas desde Bruselas. Lógicamente, los críticos del presidente no creen que esta aparente bonanza vaya a durar. Aquellos que al inicio de su segundo mandato vaticinaron un colapso inmediato, ahora argumentan que el crecimiento es un espejismo, que los precios acabarán subiendo y que los aranceles tendrán consecuencias devastadoras a medio plazo. Siguen convencidos de que el coste lo pagarán, tarde o temprano, los consumidores y las empresas estadounidenses.«Los aranceles funcionan, las inversiones llegan»Pero, ¿y si es Trump quien, al menos en esto, tiene razón? Algunas voces tradicionalmente críticas han comenzado a matizar su posición ante la evidencia de que, por ahora, la economía resiste. Un ejemplo elocuente es Bill Maher, comentarista y presentador de izquierda clásica (como él dice, no ‘woke’) que se reunió recientemente con Trump. En un pódcast esta semana, Maher lo reconoció así: «Pensé que estos aranceles iban a hundir la economía por completo a estas alturas. Y no lo hicieron. ¿Cómo lidiamos con ese hecho?».Lo pactado hasta ahora Victoria y negociación Unión Europea: 15% de aranceles, 600.000 millones de inversiones y 600.000 en compras de energía. Japón: 15% de aranceles y 550.000 millones de inversiones. Vietnam, Filipinas e Indonesia: 20% de aranceles para los dos primeros y 19% para el tercero. China: Tasa base del 30% mientras siguen las negociaciones. México y Canadá: Aranceles del 30 y 35% respectivamente a partir del 1 de agosto si no se alcanza antes un acuerdo.Maher fue más allá: «No sé cuál es su estrategia, pero lo cierto es que el mercado bursátil está en máximos históricos. También conduzco por el país. No veo una nación en depresión. Veo a la gente viviendo su vida». Y concluyó con una crítica a quienes se aferran a una postura exclusivamente emocional: «Debemos partir de la realidad, no de un ‘odio a Donald Trump’ constante, porque eso no lleva a nada y acaba llevando a la deshonestidad».Mientras la oposición se reagrupa y los economistas debaten sobre cuánto durará esta resistencia, la Casa Blanca exhibe orgullosa los números y al momento político. Trump, en público, repite el mensaje: los aranceles funcionan, las inversiones llegan y EE.UU. está, como le gusta decir al presidente, ganando de nuevo. Hay eso sí algunos frentes abiertos nada desdeñables. Con México y Canadá, la situación sigue abierta, fluctuante y tensa. A partir del 1 de agosto, Trump ha ordenado que se apliquen nuevos aranceles del 35% a las importaciones desde Canadá y del 30% a las provenientes de México, con alfunas excepciones. La Casa Blanca argumenta que ambos países no han hecho lo suficiente para frenar el tráfico de fentanilo, motivo por el cual Trump justificó esta nueva ofensiva comercial. Con China, con la que empezó ayer una tercera ronda de conversaciones en Estocolmo, la tensión sigue alta pese a una tregua parcial. Tras haber alcanzado impuestos del 145% en abril, ambos países acordaron una tasa base del 30% que vence el 12 de agosto. Trump ha advertido de que podría volver a subir si no hay un nuevo pacto. Aunque el tono se ha suavizado, persisten los choques por fentanilo, subsidios y sectores estratégicos como semiconductores y medicamentos. El equilibrio es precario y podría quebrarse en cualquier momento.

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