JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOSClásicos que abren puertas al contemporáneo españolEl verano es temporada proclive para aparcar algo las novedades y volver a leer, o hacerlo por vez primera, grandes novelas clásicas que por una u otra razón siguen ahí pendientes de una relectura que les conceda otra dimensión a la de la primera vez primera. Este año voy a recomendar tres obras clásicas no españolas como vía de entrada a tres contemporáneas de nuestra lengua. La primera, del Romanticismo francés será ‘Los tres mosqueteros’ de Alejandro Dumas , publicada en formato folletín a lo largo de 1844 y que desde que lo hizo ha gozado de más público lector que ninguna otra de las suyas. Será prólogo que nos invite a leer ‘ El club Dumas’ (1993), la novela de Arturo Pérez-Reverte que persigue la suerte y avatares de un manuscrito. Es novela que ha convertido en aventura la historia y secretos ocultos tras los libros. Resulta a la vez un homenaje a la ficción y a la aventura de leer, con una intriga detectivesca y erudita que entusiasmo al italiano Umberto Eco y que hará pasar a los lectores horas estupendas. John Le Carré quizá sea quien ha llevado el género de la novela de espías a su mejor lugar europeo, en especial con la creación de su agente secreto George Smiley, que el lector puede gozar en las novelas ‘El topo’ (1974) o ‘ La gente de Smiley’ (1979). Es guerra fría, y es telón de acero, pero por desgracia tan actual que da miedo. Puede ser buen prologo para ir a ‘Berta Isla’ (2017) de Javier Marías , o ‘Tomás Nevinson’ (2021) la novelas en que el autor madrileño indago en las deudas y silencios del espía con magistrales situaciones de angustia vividas por Berta Isla la mujer que da titulo y espesor psicológico a la primera de ellas. Y puesto que acaba de editarse de nuevo los ‘Cuentos Completos’ de E.A. Poe , puede ser un buen verano para ir a sus historias extraordinarias. Fue quien creo una modalidad del género fantástico que invade las formas de lo extraño y ominoso. En la literatura escrita en español quien mejor ha continuado las atmósferas de Poe es Cristina Fernández Cubas. Recomiendo sus cuentos completos pero en todo caso los contenidos en ‘ Mi hermana Elba’ y ‘ Los altillos de Brumal’ (1980).De esta experiencia mixta de lectura de autores extranjeros y españoles saldrán además los lectores muy fortalecidos al advertir que los tres seleccionados de nuestra tierra, Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías y Cristina Fernández-Cubas en absoluto desmerecen de la calidad de los tres que han podido inspirarles. Es lección necesaria que quizá explique la razón de que los tres españoles gocen de buena recepción internacional, hasta ocupar un lugar de primera fila fuera de nuestras fronteras.JAIME G. MORALos trucos de ilusionismo de Marcos Giralt TorrenteLlegó a las librerías hace un par de meses y, con este ritmo inasumible de lanzamientos de novedades, parece que hayan pasado dos años. Da igual: hayan pasado dos años o dos meses, ‘Los ilusionistas’, lo último de Marcos Giralt Torrente, sigue siendo una lectura ineludible. Es uno de los libros más interesantes que se han publicado en este curso que por fin se va de vacaciones. El autor madrileño repasa aquí la vida de su familia materna: su madre, sus tres tíos, sus abuelos. El abuelo era el ínclito Gonzalo Torrente Ballester, quien fuera uno de los autores más respetados de su época. Giralt Torrente se acerca al autor de ‘La saga/fuga de J. B.’ sin ambages, pero con ternura. No elude los aspectos más incómodos de su intimidad, que no siempre le dejan en buen lugar —era, como tantos otros, un hombre de su tiempo—, pero tampoco escatima el recuerdo del abuelo cariñoso.En total, seis son los ‘ilusionistas’ de este relato: el matrimonio y sus cuatro hijos, todos ellos con vidas alejadas de lo convencional, habitantes de un «mundo de ensoñaciones». ¿Qué os pasó?, le pregunta Giralt Torrente a su madre. «¿A mí y a mis hermanos? Poca cosa. Lo que a todo el mundo: que la vida empieza a decantarse muy pronto. A nosotros nos zarandeó. A otros los arrolla».Marcos Giralt Torrente Guillermo NavarroMARINA SANMARTÍNEl crimen y sus tonos infinitosUna de las virtudes de la ficción criminal es que, cuando es buena, se ajusta a un abanico casi infinito de tonos literarios y refleja la tragedia cotidiana tanto desde la risa como desde la sobriedad. Estos dos títulos son un buen ejemplo. El primero, ‘El señor Bowling compra el periódico’, recientemente rescatado por Siruela en su Biblioteca de Clásicos Policiacos, lo escribió Donald Henderson (Londres, 1905-1947) en los años cuarenta y, prácticamente desde su salida, se convirtió en un libro de culto, materia prima para adaptaciones tanto teatrales como cinematográficas, y ejercicio excelente de ironía, casi sátira, y vuelta de tuerca. La novela, que mezcla la historia individual de un hombre corriente que se convierte en asesino con la de un Londres arrasado por los bombardeos nazis de la Segunda Guerra Mundial, nos permite acompañar al señor Bowling en el descubrimiento y escalada de una peculiar afición, la de matar gente. El segundo, una novedad, es la premiada por la red de librerías independientes de Francia ‘Fantástica historia de amor’, de Sophie Divry (Montpellier, 1979), publicada por la editorial Nórdica; una propuesta que, a partir de las derivas paralelas de dos personajes solitarios, un hombre y una mujer que viven en Lyon y empiezan el día de la misma manera, en un parque de la ciudad, utiliza la intriga para engancharnos a un enfoque mucho más social y sofisticado, con tintes de la mejor Highsmith. Divry apuesta por el suspense y no se conforma con engancharnos a las vidas de sus dos protagonistas, sino que además los sitúa en el centro de dos inquietantes incidentes, un accidente laboral con resultado de muerte y una visita periodística al CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, que se suponía rutinaria pero desde el inicio resulta sospechosa.MERCEDES MONMANYDe la campiña inglesa a la llanura danubianaPara los aficionados a los entresijos más significativos y apasionantes de la historia cultural europea de la época de entreguerras, antes de la catástrofe hitleriana, en una ciudad, Viena, epicentro de una deslumbrante red de pensadores, escritores y artistas, nada mejor que leer el dinámico y brillante ensayo, a la manera de un ‘thriller’, de David Edmonds en Cátedra: ‘El asesinato del profesor Schlick. Auge y caída del Círculo de Viena’. Una buena idea siempre para llevarse de vacaciones es bucear en algunos de los mejores rescates de clásicos contemporáneos : ahí estaría la novela ‘culta’ de suspense, dentro de una investigación tenaz literaria de la época victoriana, ‘Posesión’ (Anagrama) de la grandísima novelista británica A. S. Byatt . Otro rescate ineludible sería ‘ La hija de Robert Poste’ de la genial Stella Gibbons (Impedimenta) o el desopilante traslado de una urbanita londinense a la bucólica y engañosamente pacífica campiña británica. En lo alto de los montes de la Dalmacia croata, cerca de Smiljevo, famoso por ser la cuna natal de Nikola Tesla, cinco rudos hombres, Jozo Víbora y sus cuatro hijos, alejados de las reglas más básicas de la civilización, luchan con las tareas cotidianas desde la muerte de su madre. El sacerdote que los visita les aconseja que si alguno de ellos se casa, todo será más fácil. Pero en la novela ‘Milagro en el valle de los Víboras’ (Báltica, traducido Patricia Pizarroso y Marc Casals) nada es sencillo bajo la pluma de este gran escritor del humor absurdo y desorbitado a lo Emir Kusturica que es Ante Tomic (Prolozac, 1970). La búsqueda amorosa del hijo mayor de los Víbora convierte a esta insólita ‘road-movie’ en una comedia hilarante, con los giros en la acción más rocambolescos. Muy dotada para la sátira a lo Bohumil Hrabal o Hasek de los Balcanes, la búlgara Eminé Sadk (1996) es una excelente escritora que en su espléndida novela ‘Caravana para cuervos’ (Automática, con una traducción de María Vútova) narra el viaje que lleva a cabo un pintoresco personaje, profesor de geografía, Todorov, por los lugares más recónditos y desolados, de viva huella multicultural, de la región de Ludogorie (Deliormán en su pasado turco) en la llanura danubiana. A esta autora, se le une otra joven narradora de su misma nacionalidad, Yordanka Béleva , con el estupendo libro de relatos breves ‘Los erizos salen de noche’ (editado por La Tortuga Búlgara, con una traducción del notable especialista en literaturas eslavas, Marco Vidal González).Saul BellowRODRIGO FRESÁNReleer a Saul Bellow y compañíaSe suele pensar en el verano como en el espacio/tiempo perfecto para leer —cariñosa y calurosamente— todos esos libros que quedaron pendientes a lo largo del año. Lo que no está mal pero —si uno ya lee mucho durante el año— el tomar distancia puede también ser ocasión perfecta para eso que Vladimir Nabokov consideraba la única lectura verdadera: la relectura. En lo personal, teoría propia: los grandes libros deberían leerse por lo menos tres veces en la vida. La primera cuando se es más joven que los protagonistas, la segunda cuando se tiene la misma edad, y la tercera cuando el lector ya ha superado en años al protagonista. Lo que me lleva —a partir de vuelta a los ensayos del cada vez más extrañable Martin Amis— de regreso a Saul Bellow (1915- 2005) y a sus ‘Las aventuras de Augie March’. Publicada en 1953, a su manera, versión judía de una cierta mística cuasi ‘beatnik’ y ‘forever young’ (a diferencia de su igualmente revisitable ‘Herzog’, cuyas neurosis pueden parecer muy graciosas y lejanas en la adolescencia, pero hacen temblar en la madurez cuando uno se redescubre/relee, aunque cueste aceptarlo, como irreparablemente herzogiano; si se desea algo a mitad de camino, ahí está su ‘ El legado de Humboldt’ o sus indispensables ‘Cuentos reunidos’ ). Y Amis —al igual que su compadre Chritopher Hitchens, Salman Rushdie, Philip Roth y J. M. Coetzee— no vaciló en catalogar a ‘Las aventuras de Augie March’ como la definitiva Gran Novela Americana. Y, sí, aunque haya muchas otras, algo de eso hay.Picaresca torrencial, ‘travel-novel’ con magnífico episodio mexicano (Thea y águila de nombre Calígula), excursión a la Segunda Guerra Mundial, y ‘bildungsroman’ torrencial (Bellow tuvo epifanía contemplando el agua que corría calle abajo por París, brotando de una toma rota, y supo entonces—luego de dos primeros libros, ‘Hombre en suspenso’ y ‘La víctima’, tan secos y medulares— que ese era su idioma). Todo esto y mucho más haciendo más que honor a ese aventuras en la portada. Y, sí, Bellow (escritor más premiado Made in USA, aunque nacido en Canadá siempre se supo, como Augie ‘de Chicago’, merecedor de tres National Book Awards, un Pulitzer y el Nobel y medallas varias) como el vivísimo espectro de una era titánica de las letras norteamericanas que difícilmente vuelva a repetirse, a reeditarse. Aunque el próximo otoño traiga buenas noticias desde allí: nuevos títulos de los sobrevivientes John Irving y Thomas Pynchon y la publicación de la muy abundante y, seguramente, muy admirable y chismosa correspondencia de John Updike. Y, claro, impresiona un poco el pensar/recordar que hubo un tiempo en que novelas como las de Bellow&Co. ascendían automáticamente a lo más alto de las listas de ‘bestsellers’. Y las masas lectoras estaban más que bien predispuestas para entender y celebrar a alguien que en sus entrevistas decía cosas como «No pienso en ningún lector ideal. Permítame añadir esto: cuando escribo me acepto a ojos cerrados, como a ese excéntrico que no puede concebir que alguien no comprenda con absoluta claridad todas sus excentricidades». Es decir: así soy yo, tómenlo o déjenlo. Y lo tomaban y lo leían y algunos, incluso, lo siguen releyendo como en verano si fuese la primera y la mejor y la verdadera vez.

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