Herbie Hancock: el último baile del pianista que impulsó al jazz al futuro

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Herbie Hancock: el último baile del pianista que impulsó al jazz al futuro

Cuando Herbie Hancock apareció sobre el escenario ayer a las diez de la noche, corriendo, gesticulando y sonriendo, uno podría confundirle con un joven pianista fichado para la ocasión. Pero no. Saluda con un «¡hooooola Madrid!» que basta para que la audiencia se ponga a gritar «¡Herbieeee, Herbieeee!», antes incluso de que se siente a los teclados. Y el concierto aún no ha empezado. La leyenda que Miles Davis nos puso en el mapa hace más de seis décadas estaba a punto de demostrar, a sus 85 años , que todavía está en la vanguardia. Anuncia ‘Overture’, que él mismo define como una pieza construida con extractos de muchos temas que compuso «cuando la mayoría de vosotros no habíais nacido», subrayó. Y comenzó a hacer un ruido extraño, pura experimentación a una edad en la que la mayoría de músicos están jubilados , para dar paso a las primeras virguerías de la noche. No era solo la introducción, era una especie de declaración de intenciones para demostrarnos que no vive de plagiar su pasado, sino de reinterpretarlo constantemente para ofrecer siempre algo nuevo. En realidad, mirar al futuro es algo que ha obsesionado al pianista desde que, con 22 años, Miles se puso en contacto con él para incluirlo en su banda. No para tocar el piano, sino el sintetizador, que él introdujo en el jazz con tanto éxito que pronto sus discos de fusión con la electrónica, el funk y el hip hop se convirtieron en los más vendidos de la historia . Todo eso sonó ayer en un Real Jardín Botánico Alfonso XIII abarrotado en esta última jornada de las Noches del Botánico . Mirar al futuro, siempre al futuro –«con 85 años aún me quedan aventuras que correr, especialmente hacer música con la IA », reconoció en una entrevista con ABC Cultural hace un mes–, es lo que hizo anoche Hancock, a pesar de interpretar temas que tienen varias décadas, como la famosa ‘Chameleon’, convertida en un estándar que se toca en todas las escuelas de música del mundo. Hancock maneja al público a su antojo. Habla de su nieto de cinco años que empieza a tocar el piano y la gente ríe agradecida . Pide que se acaben las guerras y el Botánico se inunda de aplausos. Podría pasarse la hora contando anécdotas de las veces que ha cambiado la historia del jazz, junto a Miles o solo, y el público le perdonaría. Herbie cae bien y el público reconoce su generosidad para exaltar las virtudes de sus músicos en piezas como ‘Secret Sauce’ y la versión de ‘Footprints’, de Wayne Shorter. En esta última, el trompetista Terence Blanchard, autor de más de ochenta bandas sonoras para cine y televisión, se quedó a gusto con su primera improvisación. Se nota que disfruta de lo lindo tocando con su viejo amigo , donde rara es la pieza que no se alarga más de diez minutos. El miembro más joven, el batería Jaylen Petinaud –«¡un veinteañero!», advierte Hancock–, con múltiples producciones de Broadway, soporta el peso de la banda con ayuda de James Genus, bajista de la banda de Saturday Night Live durante un cuarto de siglo. Ambos protagonizaron los dos solos más intensos de la noche. Y, por supuesto, Lionel Loueke, el guitarrista de Benín, al que Hancock dejó mucho espacio para que jugará con sus pedales e, incluso, interpretara algún tema en solitario. Durante las casi dos horas de concierto , a Hancock no parece importarle lo más mínimo esconder sus virtudes para ensalzar las de sus compañeros. Una lección bien aprendida antaño del autor de ‘Bitches Brew’: si el resto brilla, yo también brillo. Esa es una de las claves del éxito del pianista , que llegaba al Real Jardín Botánico con todas las entradas vendidas, tras llenar durante tres días seguidos el Barbican Hall, sede habitual de la Orquesta Sinfónica de Londres. «Gracias… ¿Podéis entender lo que digo? Ahora quiero contaros algo acerca de vuestro futuro…», bromeaba Hancock, jugando con las voces distorsionadas del vocoder como si fuera la última estrella del trap. La audiencia ríe (una vez más) y él se gusta . Continuó con la broma durante varios minutos. ¿Quince? Y el concierto se convirtió por unos momentos en un extraño monólogo con referencias a la IA sin que nadie se disguste. No hay concesiones a la tradición.El líder dirigía al quinteto desde detrás de los teclados o con el keytar a cuestas, saltando de un género a otro y estirando las piezas sin ninguna limitación, hasta que el concierto llega al final con un tríptico funky formado por ‘Hang Up Your Hang Ups’, ‘Spider’ y, por fin, ‘Rockit’, el tema más esperado. Tres minutos en su versión original que arrasaron en la MTV y popularizaron el ‘scratch’ del hip-hop en los 80, pero que anoche se alargó otro rato. Hancock salió literalmente corriendo del escenario, haciendo grandes gestos a la acudiendo y sonriendo una vez más. Eterna juventud.

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