Un aparcamiento despojado del Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) y a dos pasos de la estación de la línea 10 de Lago, cuyo trazado une el sur con el norte haciendo paradas en Nuevos Ministerios, Cuzco o Plaza de Castilla, entre otros centros neurálgicos de la capital. Esta circunstancia provoca que sean muchos los trabajadores que acuden a diario hasta el parking de patines de la Casa de Campo, justo enfrente del gran estanque , para adentrarse en el Metro sin preocuparse por dónde y en qué condiciones deben dejar sus vehículos.Por ello, el Ayuntamiento de Madrid realiza periódicamente diversas actuaciones con el objetivo de arreglar el firme, unos trabajos de mejora que en esta ocasión mantendrán el aparcamiento cerrado desde el 4 de agosto hasta la primera semana de septiembre, época de menor ajetreo al coincidir con las vacaciones de gran parte de la población. Desde el área de Medio Ambiente, no obstante, subrayan que se trata de una obra menor, la cual aprovecharán también para plantar parterres y árboles. Se espera, además, la reordenación de determinadas plazas, evitando de esta forma que algunos coches queden encerrados.Cabe recordar que el acceso a este espacio hace años que cuenta con un control de gálibo, levantado para impedir la entrada a las autocaravanas , dispersadas desde entonces por el entorno del paseo de la Restauración, antiguo epicentro gastronómico de la urbe. «Hay quien va y viene como yo, pero por aquí también están dos chicas que llevarán ya dos o tres meses y gente que es fija en la zona», apuntaba a ABC una de las acampadas a principios de año.Noticia Relacionada estandar Si Un camping ilegal de caravanas en ‘el pulmón’ de Madrid Amina Ould Vecinos denuncian la presencia de una veintena de estos vehículos de forma habitual y una aglomeración durante días festivos y vacacionesDe vuelta al aparcamiento del lago, en marzo de 2019 este periódico reveló una curiosa coyuntura: en aquella época más de una veintena de coches, muchos de ellos con matrícula extranjera, permanecían varados sin que nadie los reclamara. Había monovolúmenes, furgonetas, deportivos… «Suelen estar meses abandonados hasta que un día se los llevan», resumía entonces la quiosquera del enclave. «La mayoría son de franceses, estudiantes de Erasmus que vienen en coche y los dejan tirados hasta que regresan a su país», contaría también un operario.El polvo impregnaba sus chasis, tan solo ‘adornados’ por pintadas a dedo de algunos transeúntes. Aunque su exposición prolongada los convertía en el blanco perfecto de robos y actos vandálicos, lo cierto es que esos coches, desaparecidos desde hace años, no presentaban más desperfectos que los generados por el irremediable paso del tiempo. La teoría más extendida entre los habituales del lago era la de que los propietarios dejaban los turismos, procedentes de países como Alemania, Francia o Suiza, para marcharse de viaje y recogerlos a la vuelta. Pero lo cierto es que el misterio se acentuaba al observar las marcas y modelos de los mismos, la mayoría de alta gama. «Me extraña que alguien con un buen coche no pueda pagar un garaje y lo vaya a tener aquí con el riesgo que eso conlleva», advertía otra asidua, convencida, como muchos otros, de que aquel cementerio de coches extranjeros pudo estar nutrido de bólidos robados.

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