Un extrabajador de la ONG canaria investigada por presunto maltrato: «Nos pedían mano dura con los niños»

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Un extrabajador de la ONG canaria investigada por presunto maltrato: «Nos pedían mano dura con los niños»

La consigna de la dirección de Quórum 77, la ONG canaria investigada por presuntas vejaciones y maltrato a menores no acompañados que están bajo la tutela de la comunidad autónoma, era clara: «nos pedían que fuéramos duros y violentos» con los niños . Así lo relata a ABC un extrabajador que estuvo siete meses, entre noviembre del 2023 y mayo del 2024, a sueldo de esta ONG.Este educador social relata que «había dinámicas violentas» , aunque «los menores no eran de por si conflictivos». En opinión de este exempleado, «si surgía algún conflicto era siempre causado por algún educador» ya que «los niños provocaban los motines para defenderse». En su retina quedan grabados «conflictos que se resolvían con violencia, no por las buenas». incluso «llegué a ver sangre en el último motín que presencié».El testigo, que sigue trabajando en el sector social, en otra empresa, con niños nacidos en Canarias, recuerda que lo que más le llamó la atención «era que contrataban a gente que no tenía ningún tipo de formación en lo social». Según él, con esas contrataciones, lo que buscaba la dirección de Quórum 77 eran «personas con fuerza bruta, capaces de repeler y contener motines y conflictos violentos».Noticia Relacionada estandar No Ayuso abandera la rebelión del PP contra el reparto de menores impuesto por Sánchez Paloma Esteban La Comunidad de Madrid recurre el decreto también en el Tribunal SupremoEntre los episodios que presenció y que cuenta en su conversación con este periódico, vio «contenciones que no están permitidas por la ley» como la «práctica del mataleón». Un ejercicio arriesgado que pasa por rodear completamente el cuello de la persona a reducir con el brazo, oprimiendo sus costados entre el hueso radio y el húmero. Este extrabajador de la ONG investigada, explica que no se puede «coger a un menor por el cuello y ponerlo contra la pared», como, según su testimonio, «había ocurrido en el macro centro de La Laguna» que tenía Quórum 77, con capacidad para 300 menores. En estas instalaciones, indica, «se llegaban a hacinar 50 niños durmiendo en una misma habitación». En otras habitaciones, que en condiciones normales se utilizarían de forma individual, «se ponían literas para que durmieran allí seis niños». En este caso culpa a las administraciones de la falta de atención y vigilancia a las concesionarias de estos servicios, que en algunos casos «no daban respuesta a los derechos que tienen los menores».En los siete meses que estuvo trabajando en la ONG que da cobijo a miles de menores no acompañados, y ha llegado a recibir cinco millones de euros en un solo mes del Gobierno de Canarias, fue conocedor también de la existencia de una habitación en la que se producían agresiones a los menores cuando les querían reducir. Se trataba de una estancia, según él, a la que los educadores sociales que optaban por el diálogo en el trato con los niños no tenían acceso. Pero que todo el mundo era capaz de ubicar dentro del macro centro situado en la isla de Tenerife. Consistía en que estos episodios más violentos fueran «lo más discreto posible». Tenían la orden precisa para ello.«Refuerzos» violentosEl testimonio de este exempleado destaca también que en un momento determinado «se empezó a pedir más mano dura» por parte de la dirección de la ONG. Fue «cuando empezaron a contratar este tipo de perfiles con la violencia más interiorizada». Cuando surgían motines, relata también, «se pedían refuerzos voluntarios, a los que luego se les pagaban como horas extras, a través de un grupo de whatsapp». Este tipo de llamada SOS era básicamente «para resolver este tipo de conflictos». «Siempre iban los mismos, los más fuertes, el típico ‘portero’ tatuado, cuadrado y con barba», traslada. Los trabajadores que los encargados del personal seleccionaban de forma cuidadosa para hacer el trabajo sucio cuando era necesario, aunque para ello tuvieran que emplear «la fuerza bruta». La orden era que «si surgía un conflicto, este fuera erradicado con la mayor brevedad posible, con el menor coste posible». «Querían ver que no teníamos miedo a emplear la fuerza bruta para que los menores nos respetasen», añade.Manifiesta también que muchos de estos episodios que se producían de forma periódica venían provocados por «las carencias» que tenían muchos de los menores, algunos de los cuales con «problemas de salud mental». Pone como ejemplo de hechos que dieron lugar a situaciones de violencia que menores de 8 años «se orinasen en la cama». En su opinión, la mayoría de estas situaciones que se sucedían en las instalaciones gestionadas por la ONG investigada, «se resolvían como habitualmente se resuelven en un Centro de Internamiento de Extranjeros, no como se deben resolver en un centro de menores», apostilla. En este sentido, en contra de lo que según su testimonio se promocionaba desde la empresa, él trataba a los niños «desde la cercanía, desde la creación de vínculos». Ejerciendo la labor de educar. En algunos casos, como cuando propuso talleres para que los menores creasen sus propios hábitos de cortarse las uñas o asearse de forma autónoma, «se reían de mi, no lo veían imprescindible». Sus superiores ,en ese momento, llegaban a mofarse de sus iniciativas argumentando que «si no quieren asearse que no se aseen». Miedo a sus compañerosEl exempleado relata también que «sentía miedo» de algunos de sus compañeros. Se refiere a los que la dirección de la empresa contrató a partir de cierto momento con unos perfiles muy diferentes de los que requería un servicio de estas características con menores no acompañados, que habían dejado atrás toda su vida para buscar un futuro mejor. «Imponían», señala, ya que según dice, a la hora de contratar «buscaban perfiles que impusieran». Que, en cierta manera, intimidasen a los menores que tenían a cargo y los ahuyentasen de armar cualquier tipo de conflicto que pudiera alterar la normalidad del centro.Tras haber trabajado con varios de ellos durante los meses que estuvo contratado en Quórum 77, el testigo que ha dado su versión de lo que vivió concluye que «eran matones, la única manera que tenían de atajar los conflictos era ejerciendo la violencia». «Yo tenía que recibir órdenes de gente que no tenía ningún tipo de formación en lo social, con la máxima de dureza y contención», lamenta.

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