Fue escritor, profesor, poeta, académico, investigador, historiador, crítico, dramaturgo, traductor, cervantista, folclorista y cronista de la ciudad de Valladolid: Narciso Alonso Cortés (1875-1972) ha sido junto a Antonio Machado el intelectual liberal más importante del siglo XX español, a juicio del poeta y periodista Carlos Aganzo, coordinador de los actos del 150 aniversario del escritor que se celebrarán hasta marzo de 2026 y que incluye el estreno de ‘Amaranto’, una exposición en la Casa Revilla , varias publicaciones como su Epistolario y múltiples mesas redondas como la de la estadounidense Hispanic Society, de la que fue correspondiente.—¿Cómo definiría Narciso Alonso Cortés en sus propias palabras?—Fue un polígrafo inmenso y una de las personas más cultas de su tiempo. El propio Antonio Machado, que no era dado a grandes alabanzas, califica de persona cultísima a don Narciso, que también era lexicógrafo y toda una autoridad en la RAE. Pero, además, tenía muchos otros intereses, era coleccionista y amante del ciclismo: él fue quien le contagió su amor por el ciclismo al padre de Miguel Delibes. Fue un poeta de Castilla, miembro «no oficial» de la Generación del 98 y, de hecho, Campos de Castilla de Antonio Machado no se entendería sin la poesía de Alonso Cortés.—¿Por qué no cuajó la idea de España que tenían los noventayochistas?Narciso Alonso Cortés, junto a Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o el propio Machado, representa a los liberales que fracasaron en la II República, que fue como dejar fuera de juego a la cultura de su tiempo. A ese viejo liberalismo noventayochista se le acabó el pastel, porque eran enemigos de los dos extremos políticos: por un lado, los estalinistas fueron a degüello contra los liberales y, por otro, también recibieron los primeros ataques y palizas de la Falange, como Santiago Alba, que era regeneracionista y se convirtió en el enemigo público número uno tanto de los catalanistas como del Ejército, con conferencias como «Castilla ante el problema de la vida local». Estos intelectuales aspiraban a una República liberal que contemplaba la monarquía, pero fracasaron por culpa de los extremismos.—¿Cuál fue el legado de Narciso Alonso Cortés?Él, que fue maestro en un momento en que pudo aplicar a la enseñanza su talante liberal hasta que fue purgado por Franco en 1936 siendo director del Instituto General Técnico de Valladolid, representa una estirpe que años después recupera Delibes desde las páginas de El Norte de Castilla. La democracia cristiana y el liberalismo han sido siempre dos corrientes mayoritarias que en España no han triunfado por los intereses de poder y económicos de las políticas extremistas. Su legado, al igual que el de Antonio Machado, es el de la conciencia nacional, que hemos perdido por culpa de la aparición de las Comunidades Autónomas. Don Narciso es víctima del mismo presentismo que padecemos hoy, cuando muchos prefieren memorizar los temas de Taylor Swift , aunque no sepan inglés, antes que los versos de Zorrilla. Me temo que, incluso, en las inminentes celebraciones de la Generación del 27 vamos a tener que explicar otra vez a la gente quiénes fueron Cernuda, Alberti o Guillén.La familia de don Narciso, en cambio, sí es consciente de su legado. La otra coordinadora de los actos del 150 aniversario es su biznieta Mariola Alonso Cortés, porque junto a su obra intelectual disponemos de un tesoro de objetos verdaderamente maravilloso, como un botiquín médico del siglo XVII, de manera que estamos ante un intelectual poliédrico y sólido, que es el valor de la nobleza de espíritu y el conocimiento, no el que representan los títulos ni el dinero. Su conocimiento de los clásicos de la literatura era impresionante, porque era un ratón de biblioteca: desde el Conde Villamediana al que llamaba el Oscar Wilde español –descubrió el proceso por sodomía al poeta, lo que le costó una agria polémica con Luis Rosales– a José Zorrilla, pasando por Cervantes, de cuya Casa Museo fue el primer director, o Teresa de Jesús, con su importantísimo hallazgo de la ejecutoria de hidalguía de su padre, don Alonso Sánchez de Cepeda, hijo de conversos.—¿Por qué no ha cuajado este legado cultural?Porque en este menosprecio o no aprecio de la cultura, la gente se defiende mejor, porque la ignorancia hace que, por ejemplo, el usuario pueda ser en las redes sociales taxativamente ignorante sin parecerlo y sin consecuencias. Aquellos personajes maravillosos hoy no podrían existir, porque una persona con cultura sólida en una sociedad líquida como la actual lo tiene muy difícil. La utilización del lenguaje de don Narciso, su pulcritud y escrupulosidad al elegir las palabras y de lo que significan, lo convierten en uno de los últimos adalides del castellano puro y moderno, tras la muerte de Machado. Fueron los defensores de nuestra lengua y de aquel modo de escribir de los escritores de Castilla, del que Delibes fue epígono. El pueblo castellano, en general, hablaba muy bien nuestra lengua: no hay más que echarle un ojo al romancero. Al ser también un creador y un poeta, en la palabra junta literatura y pensamiento, porque para él, el lenguaje era configurador de una ética, no solo de una estética.—¿Qué valor tiene este reestreno de ‘Amaranto’ (1921), más de un siglo después?Tiene todo el valor del lenguaje de la época, el sonido de cómo se hablaba entonces, porque don Narciso tenía muy buen oído y captaba el tono de las conversaciones. Ese amor por las artes plásticas, la cinematografía y las puestas en escena está presente en esta versión en clave de comedia que ha adaptado Pedro Ojeda y que dirige y protagoniza Elvira Abad con Amigos del Teatro Valladolid. ‘Amaranto’ se estrenó en el vallisoletano Teatro Calderón el 15 de febrero de 1921 por la compañía de Ricardo Calvo, que en 1919 acababa de montar la empresa con Jacinto Benavente y se reservó el papel del estudiante Fernando. Su partenaire en el doble rol de ‘Amaranto’ / Clorinda fue entonces Carmen Moragas, discípula de María Guerrero y amante por esa época del rey Alfonso XIII, con quien tuvo dos hijos bastardos. La obra se estrenó a renglón seguido en el Teatro Español.—Es decir, que para que una obra fuese a Madrid, primero tenía que triunfar en Valladolid…Exactamente. En esa época, a comienzos de la década de los años veinte, se encuentran en Valladolid como auténticos promotores de la cultura a nivel nacional Federico Santander –autor de la Guía espiritual de Castilla– y Francisco de Cossío, director de El Norte de Castilla, subdirector de ABC y quien convirtió en 1933 el Museo Provincial de Bellas Artes en el Museo Nacional de Escultura. El Teatro Calderón era la gran referencia dramatúrgica de entonces y, si el drama triunfaba allí, después itineraba a Madrid.

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