Hace justo cinco años, el 4 de agosto de 2020, Beirut sufrió una de las mayores explosiones registradas en el mundo. Una tragedia que destruyó parte de la capital libanesa, se cobró la vida de 235 personas, hirió a 6.500, dejó a más de 300.000 sin hogar y traumatizó a toda la población. En esta ciudad azotada por la guerra durante buena parte de su historia reciente, curiosamente no fue una explosión provocada por un bombardeo o un ataque terrorista, sino un accidente. Un incendio en un almacén del puerto de Beirut, donde se guardaban sin las pertinentes medidas de seguridad 2.750 toneladas de nitrato de amonio que habían sido confiscadas a un barco en 2014, causó la detonación, equivalente a 3.000 toneladas de TNT. Su estruendo hizo temblar la tierra como si fuera un terremoto de magnitud 3,3 que se sintió en Turquía, Siria e Israel y hasta se escuchó en la isla de Chipre, a 240 kilómetros.Cinco años después, la verdad de aquella catástrofe no ha sido revelada aún y el crimen permanece sin castigo. Desconsolados, los familiares de las víctimas siguen exigiendo justicia, como Mireille Khoury , quien perdió a su hijo, Elías, de 15 años. «Nuestra casa está a unos 200 metros de los silos de grano (donde se almacenaba el nitrato de amonio). En un minuto, mi vida cambió: mi hija Nour resultó herida, y también mi hijo Elías y yo», rememora Khoury. «No podíamos entender qué estaba pasando: vimos el fuego y oímos las sirenas. Pensamos que los bomberos lo iban a controlar. Ni siquiera oí la explosión, pero de repente me encontré con las paredes de la casa sobre la cabeza; estábamos sangrando». Cuando Khoury recuperó la consciencia, pensó que era el fin del mundo. «Y entonces nos llevaron a cada uno a un hospital en motocicletas que aparecieron en la calle. Elías permaneció en coma durante 14 días. Al principio, no pude verlo en el hospital porque yo también estaba hospitalizada en otro centro».Noticia Relacionada estandar Si «¡Para nosotros, Siria se acabó!» Nathalie Duplan Sara, de 12 años, perdió la vista y a siete de sus familiares en el atentado contra el templo de san Elías en junioNour, la hermana de Elías, explica: «Yo estaba en una sala normal, pero mi hermano estaba en cuidados intensivos. No podía verlo. Perdió el conocimiento inmediatamente y luego entró en coma».Mireille continúa: «No sabía la gravedad de su estado porque tuve que permanecer en el hospital 14 días, confinada a una silla de ruedas. Me llevaron a ver a mi hijo dos veces, pero me dijeron que lo estaban anestesiando para que no sufriera. Finalmente, pude salir del hospital. Al día siguiente, me llamaron para que fuera urgentemente a ver a mi hijo. La persona que yo era murió ese día con mi hijo. Mira la sonrisa angelical de mi hijo –dice mostrando su retrato–. No puedo creer que haya muerto. No encuentro palabras para describir la rabia que sufro, la sensación de injusticia que siento. Todas las naciones que hablan de derechos humanos, que han perdido a sus conciudadanos, ¿por qué aceptan haberlos perdido sin que se haga justicia? ¿Por qué los abandonan?».Las familias recordaron este domingo a los más de 200 fallecidos y 6.500 heridos en la explosión ocurrida hace cinco años en las inmediaciones del puerto de Beirut efeCon respecto a los compromisos asumidos por el primer ministro y los titulares de Cultura y Asuntos Sociales, Mireille comenta: «Esta es la primera vez que el Gobierno apoya nuestra causa . Es un primer paso».Nour, médico interno que tenía 20 años en 2020, se siente tentada por el exilio como muchos jóvenes del Líbano: «Si mis padres no vivieran, no me habría quedado en este país porque todo lo que se ha hecho demuestra que no valemos nada para ellos. Más de 200 personas pueden morir y no pasa nada. Durante cinco años, nada ha cambiado. El nuevo Gobierno necesita enviar mensajes positivos si no quiere perder a sus jóvenes. Debe actuar con rapidez».Diez vidas en un segundo«Fuimos los primeros en responder al incendio. Perdimos a diez compañeros: nueve bomberos y una enfermera», recuerda el capitán de bomberos Michel al Murr. «Es un desastre mayúsculo para todo el Líbano. Justo antes de la explosión, el exgobernador de Beirut me llamó porque quería hablar conmigo. Eso fue lo que me salvó, porque estaba con mis compañeros y debería haberme ido con ellos. Cuando salí del parque de bomberos, mis compañeros se dirigían al puerto. Fueron enviados a la muerte. La información que recibimos era incorrecta, ya que solo nos dijeron que se trataba de un incendio en un almacén».Al llegar al lugar, Al Murr y sus compañeros vieron que el incendio requería más de un camión y pidieron refuerzos. «Esto salvó la vida de los demás compañeros que estaban en el parque de bomberos, ya que, cuando se produjo la explosión, el edificio quedó destruido, pero no había nadie dentro».Michel al Murr, capitan de bomberos, responsable de uno de los primeros equipos en responder al incendio Nathalie Duplan«Tras la explosión, supimos que habíamos perdido contacto con nuestros compañeros. Desde ese momento, empezamos a buscarlos. Durante días y días. Días sin descanso. Logramos encontrar restos humanos. Fue duro, pero es nuestro trabajo», explica el capitán. «En los desastres, sabemos que podemos no regresar y no volver a ver a nuestras familias. Fue duro perder a diez personas en un segundo. Pero debemos ser más fuertes que este desastre para poder continuar nuestra misión. Nuestros compañeros dejaron un enorme vacío. La ira aún nos acompaña. Queremos saber la verdad».

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