El infierno de la autocaravana

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El infierno de la autocaravana

Antes, uno se cruzaba con una autocaravana y veía un aventurero, un hippie, un inconformista, un alma libre. Hoy, las autocaravanas son el nuevo solomillo a la pimienta , un teriyaki, un tequeño: están por todas partes porque las camas de hotel y los pisos de alquiler vacacional son cosa de extranjeros y veraneantes de parné. Y así van por la quincena de vacas, con su compra en supermercados, su mesa plegable, su café sin camiseta y la ducha comunitaria, como si eso de usar un cuarto de baño volviera al compartido de una corrala con ruedas y conexión wifi, chancleta en pie y parcela separada con la cal de una derrota que ha venido para quedarse.Porque antes uno se marchaba de vacaciones con cuatro maletas, embutidos en papel de estraza y la incertidumbre de que todo, en cualquier momento, se podía estropear. Ahora la moda es irse con la casa encima , como si fuéramos caracoles de clase media con aspiraciones de influencers. Porque, claro, lo auténtico ya no es descansar: lo auténtico es pasarse medio agosto vaciando un baño químico en un área de servicio mientras finges que eres libre. «En un espacio de seis metros cuadrados, el roce no hace cariño: hace homicidio»La autocaravana ya no es sinónimo de aventura. Más bien de pesadilla . Y vaya que lo es: la pesadilla de encontrar dónde aparcar sin que un vecino te denuncie, la pesadilla de no morir asfixiado en un cubículo que huele a una mezcla entre ambientador barato y calcetín húmedo, la pesadilla de descubrir que la ducha tiene menos presión que un spray de colonia vacío. El ritual empieza cargando provisiones como si fueras a atravesar el Sáhara, cuando en realidad tu ruta incluye un Mercadona cada veinte kilómetros. Y claro, no falta el discurso: «Es que así ahorramos mucho». Sí, claro: entre el alquiler de la autocaravana, la gasolina a precio de oro, los peajes, el camping con enchufe y el kit de mangueras, te habrías pagado una semana en un cinco estrellas con desayuno buffet y masaje tailandés.Pero ya no renta ser normal. Ahora ser moderno significa ser conductor de autocaravana. Aunque el problema viene, entonces, con los miembros de la familia que están horrorizados al descubrir que su padre o su madre son así. Y empiezan los problemas de convivir en un habitáculo con ruedas que no se pone de acuerdo ni para echar sopa. La convivencia es, por tanto, un capítulo aparte. En un espacio de seis metros cuadrados, el roce no hace cariño: hace homicidio. Intentar cocinar mientras alguien pasa al baño es como coreografiar un espectáculo de circo con cuchillos en el aire, fuego y monos asesinos esperando comerse a su siguiente víctima. Y cuando llega la noche, el «dormitorio» se convierte en una partida de Tetris humano donde nadie gana: el niño patea, el perro jadea y tu pareja te mira como si fueras culpable de todos los males de la humanidad.«Todo el mundo miente. Muy en especial los que alardean de lo bien que están viajando en autocaravana»El momento estelar llega en el área de vaciado. Ahí están todos, con cara de seminaristas en penitencia, vaciando el retrete portátil como si fuera lo más natural del mundo . El glamour del verano reducido a un chorro marrón que nunca sale con la dignidad que esperabas. Pero no pasa nada, porque todo se sube a Instagram con filtro cálido y hashtag #autovanlife . Nadie pone: hoy he estado media hora peleando con una manguera que parecía poseída. Todo el mundo miente . Muy en especial los que alardean de lo bien que están viajando en autocaravana. ¿Y qué me dicen del romanticismo de dormir frente al mar? Sí, precioso. Hasta que a las seis de la mañana te despierta un camión de la basura, o la policía municipal picando a la ventanilla para recordarte que estás estacionado en zona prohibida. Libertad, sí: la de moverte de un descampado a otro huyendo de las multas. Y luego están los dueños de prados rústicos que alquilan su suelo a precio de oro porque hay más autocaravanas buscando aparcamiento que bañistas en la playa. Eso sí, en una especie de limbo comercial en el que solo se declara al fisco cuando ya te han pillado.Dos autocaravanas aparcadas frente a la costa en Galicia EFEPero lo mejor de todo es la actitud. El caravanista moderno no veranea: evangeliza. Se creen pioneros , exploradores de territorios desconocidos, cuando lo único que exploran es la rotonda del Lidl más cercano. Te hablan con superioridad moral: «es que nosotros buscamos experiencias, no comodidades». Ya, claro. Experiencias como comer en un cubo de plástico y compartir el aire acondicionado con toda la familia. Así que sí, veranear en autocaravana es la última moda. Un plan perfecto para gastarte un dineral en vivir como si fueras pobre, pero con acceso a internet. Porque la clave no es disfrutar: la clave es subir la foto con el pie de foto: Nuestra casa tiene ruedas. Y tanto que las tiene.Las autocaravanas cruzan el pueblo como si fueran bicicletas. Los conductores, acostumbrados al utilitario habitual, no se hacen con las medidas, ni los giros ni los aparcamientos. Meten marcha atrás, y el sonido de la callejuela se convierte en el de la obra de El Escorial, con su pipi, pipi, pipi y todo aquello, que a poco que te descuides te atropellan o aplastan o llevan por delante con la excusa de: «Perdón, no le vi. Es que voy en autocaravana». No me diga, hombre. Si no me he dado cuenta. «Si una pareja normal soporta el verano en autocaravana, es una señal inequívoca de que debe ser usted el que salga corriendo de esa familia»Aunque creo que hay una verdad oculta, un motivo de peso, una verdadera razón para que todo el horizonte estival esté plagado de autocaravanas: el divorcio. Porque si una pareja normal soporta el verano en autocaravana, es una señal inequívoca de que debe ser usted el que salga corriendo de esa familia. Lo lógico, lo normal, lo esperado, es que si su mujer tiene un poco de dignidad abandone con premura ese matrimonio, relación o lo que quiera que sea. Pero sospeche si ella está cómoda y a gusto en el periplo caravanero. Si ese es su caso, no tiene más remedio que lanzarse por el cerro más cercano, con o sin la autocaravana en cuestión, pero hágalo. Si antes los matrimonios y las familias se medían en las mudanzas, hoy lo hacen en una semana de viaje juntos en autocaravana . Pero si los suyos son de los que disfrutan de este experimento inhumano y maléfico, el problema lo tiene claramente usted. Muchas veces, uno tiene que hacer cosas insospechadas para saber dónde se encuentra. Buen viaje.

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