45 años engalanando San Cayetano: «Recaudamos 17.000 pesetas para recuperar la tradición»

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45 años engalanando San Cayetano: «Recaudamos 17.000 pesetas para recuperar la tradición»

Existe una calle en pleno corazón de la capital que cada agosto se viste de gala. Con sus claveles, mantones de manila y vestidos de chulapos y chulapas, los vecinos de la calle del Oso celebran su orgullo madrileño y el punto y final de varios meses de trabajo con una verbena en la que no falta música ni limonada para refrescarse y en la que sale a relucir el espíritu de lo castizo, que se muestra más vivo que nunca. Desde 1980, cerca de una quincena de residentes de esta zona ponen a punto esta calle con motivo de la primera de las tres fiestas populares que tienen lugar este mes en el distrito Centro. Una tradición, que lejos de estar agotándose, cuenta ya con jóvenes herederos comprometidos con preservar el legado que ha pasado de abuelos a nietos.Aunque el termómetro marque los máximos más temidos de esta ola de calor, José Luis, junto a su madre, mujer e hijos, se ponen manos a la obra para subir escaleras, colgar las guirnaldas y preparar todo para una fecha marcada en grande en el calendario. Es San Cayetano, patrón de la parroquia situada a pocos pasos de su vivienda, y unos días esperados por toda la zona del Rastro y Embajadores y, muy especialmente, para esta familia madrileña.«Tenía 13 años cuando empezamos a adornar la calle por las fiestas. Una vecina mayor nos dijo que por qué no retomábamos algo que antes era muy típico en las corralas, aunque solo fuera para nosotros, que tan solo éramos unos chavales entonces», cuenta María Isabel a este periódico, vecina de toda la vida de esta calle y que cada año recuerda sus raíces a través de la decoración de este espacio. Siguiendo la propuesta de esta mujer, los jóvenes vecinos se pusieron manos a la obra, recaudaron dinero tocando puerta por puerta para destinarlo a comprar todo lo necesario para colgar las primeras guirnaldas y farolillos, prepararon unos litros de limonada que repartieron a los residentes de este barrio y buscaron un radiocasete donde sonaron los pasodobles que hicieron bailar a decenas de vecinos.Noticia Relacionada vertical No Las fiestas de San Cayetano a lo largo de los años, en imágenes Amina Ould Es la primera de las tres festividades populares del distrito Centro de Madrid y tienen lugar entre el 5 y el 8 de agostoLa procesión de San Cayetano desfila por la calle de Embajadores, en 1964 ARCHIVO ABCEl ambiente que resultó de este primer encuentro animó a que estos jóvenes continuaran cada año con esta actividad. «La gente nos veía entusiasmados, nos daba dinero y nos ayudaba con los preparativos. El segundo año conseguimos 17.000 pesetas, que entonces era mucho, que nos permitieron adornar buena parte de la calle», relata esta mujer de 59 años.«Son ya 45 años desde hacemos esto y nos sentimos muy orgullosos de continuar con la festividad. Ya vamos por la tercera generación que participa en esto: la de mi madre, la mía y de mi mujer, y ahora también se suman a ello nuestros hijos», explica José Luis a este periódico. La Junta Municipal de Distrito Centro ha reconocido la altruista labor de estos vecinos este año y les ha ofrecido ser pregoneros de las fiestas de su barrio –que tienen lugar del 5 al 8 de agosto–, algo que aceptaron «con mucho honor y siendo conscientes de la responsabilidad que conlleva».El día del pregón de San Cayetano, en la calle del Oso La céntrica calle del Oso engalanada con motivo de las fiestas populares de la zona del Rastro y Embajadores Belén DíazAsí, toda esta familia, de abuela a nietos, subieron al escenario vestidos de chulapos y chulapas el martes, acompañados de más vecinos, con la ilusión de dar a conocer su trabajo, poner en valor la tradición castiza y animar a conocer las fiestas que se celebran cada agosto «sin preguntar de dónde vienes ni si naciste ayer» en la plaza del General de Vara, desde donde se da el pistoletazo de salida a las tres fiestas populares del distrito Centro. Además de San Cayetano también se celebra San Lorenzo, en Lavapiés, y la Virgen de La Paloma, en La Latina, que tienen lugar durante 13 días consecutivos en estos tres barrios contiguos de la capital.PreparativosComo cada San Cayetano, Isabel, de 78 años, se pone su vestido de chulapa y se coloca su clavel para vivir «con mucha alegría» estos días. Durante buena parte de su vida ha pasado mañanas y tardes con su familia y amigos preparando y organizando todo lo necesario para esta festividad.«Las flores que ves aquí están todas hechas a mano y las montamos sobre una cadeneta para poderlas colgar. Los mantones se tienen que montar en una boa de papel, atar y poner con los farolillos. Ponemos unas 35 tiras de flores y otras 35 de mantones», explica su hijo, José Luis. Son las flores, elaboradas con papel de seda, el elemento decorativo al que más tiempo le decidan.Una vez todo esté listo, tan solo queda colgarlo. Para eso entran en escena las nuevas generaciones: «Somos nosotros los que nos subimos a las escaleras y con dos días tenemos suficiente para terminar de decorarlo todo», cuenta a este periódico Nacho, el pequeño de los dos hijos de José Luis e Isabel.Este año, también con motivo del 45 aniversario, han contado con una gran novedad que se impone entre la llamativa decoración. En medio de la calle del Oso, un supermantón de seis metros de largo y tres de ancho cuelga durante estos días de la fachada de uno de los bloques de viviendas. «De ello nos hemos encargado mi hermana, Sandra, mi primo, Tomás, y yo. Aunque nos ha dado mucho trabajo, lo hemos hecho con mucho gusto y lo lucimos con el orgullo que se merece», relata el joven de 20 años. Así, este año no solo se han apuntado al concurso de engalanamiento de calles de las fiestas, sino también al de decoración de fachada, al que aspiran a hacerse con el primer premio. «Estamos para recordar que lo popular también es cultura, que lo castizo no es del pasado, sino también del presente y del futuro, y que merece la pena ser conservado», reivindicó Nacho durante su parte del discurso que dio en el pregón. Además de disfrutar en la verbena de una festividad que recuerda a tiempos pasados pero con una brisa de modernidad, los herederos de esta tradición son conscientes de que está en sus manos mantener este encuentro vecinal que repiten cada verano desde hace décadas. Incluso durante la pandemia de Covid-19 que azotó el mundo en la que con las precauciones necesarias decoraron la zona para dar esperanza en momento complicados. «Aunque ya no vivan aquí, muchos vecinos acaban volviendo cuando se les necesita», señala Isabel, que destaca que antiguos residentes viajan desde distintos barrios de la ciudad e incluso localidades de la región para poner su granito de arena. Esta implicación también termina contagiando poco a poco a los que han llegado nuevos, que a pesar de no formar parte del núcleo organizador de la decoración, sí que se implican en reconocer y animar en su causa a las personas con las que comparten portal.Preservar la memoriaEso sí, la magia que cobra vida en la calle del Oso ha sido posible también gracias a residentes pioneros, los primeros que apoyaron esta iniciativa y que ya han fallecido. De esta manera, los más jóvenes y encargados de preservar esta memoria recuerdan a aquellos que «ya no están entre nosotros pero que siguen presentes en cada papel, esquina de esta calle y detalle que recuerda que esto lo construimos entre todos».

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