En julio, se jubiló Emilio Calatayud (Ciudad Real, 1955), el juez de menores más conocido de España. Formó parte de la promoción que creó esta jurisdicción y luchó por los derechos de unos jóvenes infractores que antes no tenían garantizado ni el derecho a abogado. Su estilo bruto y sin filtros —«ahora no se puede decir negro»— no resta un ápice a su enorme sensibilidad con sus «choricillos». Así llama con cariño a los chavales que juzgó, y que hoy le paran por la calle, le abrazan y le dan las gracias. En el imaginario colectivo quedará su profunda implicación en la rehabilitación de los menore s con sus famosas sentencias restaurativas : condenó a un chico a que le cortara el pelo tras robar en una peluquería y a otros a aprender a leer y escribir o a pasar 24 horas con un tetrapléjico por conducir borracho. Cuelga la toga tras más de 40 años y comparte con ABC recuerdos y reflexiones.—¿Qué piensa del caso de Juana Rivas con su hijo menor y el papel de su asesora Paqui Granados?—Me parece lamentable la sobreexposición del menor. Y es culpa de los padres, de los asesores que no se pusieron de acuerdo y de los medios de comunicación. Lo que menos se ha cuidado es el interés del menor y me da mucha pena por el niño, porque nadie veló por sus intereses.Noticia Relacionada estandar Si Estas son las condenas más destacadas del magistrado Emilio Calatayud Juan Acedo El juez ha cambiado la vida de numerosos menores con sentencias originales—La ministra Sira Rego pidió que la Justicia frenara la entrega del hijo.—Es una barbaridad y una injerencia de lo que yo había estudiado, la separación de poderes, y me parece lamentable que una ministra diga lo que tiene que hacer un juez.—La suya fue la primera promoción de jueces de menores, en 1988.—Sí, nosotros creamos la jurisdicción de menores y con nosotros va a morir. —¿Teme la mano del legislador?—Los menores son cada vez más ignorantes y más maleducados. Esto es culpa de los partidos políticos, que no han sido capaces en 40 años de democracia de hacer una ley educativa que dure una generación, y no una legislatura. No hay una ley en condiciones, falta autoridad de los padres y autoridad de los maestros y falta respeto a la autoridad. Los menores cometen delitos, a veces muy graves, y, cada vez más, en los medios de comunicación se pide endurecer la ley del menor. No le veo mucho futuro a la ley que hicimos.—No confía mucho en los políticos…—Es que se está legislando contradictoriamente. Se es menor hasta los 18 años, pero una niña de 16 puede abortar sin consentimiento de sus padres o puede cambiar de sexo . Y, a la vez, quieren bajar la edad de responsabilidad penal a 12. No sé qué piensa el legislador, ya veremos qué hacen con la ley del menor, pero yo soy pesimista.«No hay que bajar la edad penal del menor de los 14 años. Un crío de 12 o 13 es un niño, y hay que tratarlo como tal»—La Fiscalía señala que cada vez hay más menores de 14 años que cometen delitos sexuales y de lesiones. ¿Qué opina de bajar la edad penal?—Empezamos en el 88 a juzgar a menores de 12 años, pero después llegamos al acuerdo de que sería bueno a partir de los 14. Yo sigo pensando que un crío de 12 o 13 años es un niño y hay que tratarlo como tal. Mucha culpa la tienen los padres, advierto de ello en mis conferencias que desde hace 30 años vamos a peor. Sería bueno llegar a un acuerdo para revisar la autoridad de los padres, el régimen sancionador de los padres, la autoridad de los maestros, la ley educativa… Pero así nos va, viva España y aquí cada uno hace lo que le da la gana. No estoy a favor de rebajar la edad penal. Pero que se estrujen la cabeza en las Cortes, que para eso cobran un pastón y tienen un montón de asesores. Los jueces estamos para aplicar la ley. Los que hacen las leyes están en las Cortes, allá ellos con su conciencia, pero como no tienen conciencia, qué le vamos hacer…—¿Funciona esta ley con un menor asesino o delincuente sexual?—Claro que funciona. Yo he tenido de todo: asesinatos, parricidios, agresiones sexuales… Y los juzgados de menores estamos consiguiendo que el 80 por ciento de los chavales que pasan por la justicia de menores no acabe en la de adultos. Luego hay un 10 que es carne de cañón con o sin ley: están condenados a terminar en prisión. Y otro 10 que depende de los medios a su disposición, de buenos profesionales y de la suerte. Pero sacamos adelante al 80 por ciento. También hay que individualizar, cada niño tiene una historia de la que informarse y aplicar una respuesta con sentido común. No consiste solo en que pague, sino fundamentalmente en reinsertar. A veces nunca ha estado insertado y tengo que insertar y después reinsertar. Pero si yo no creo en la posibilidad del cambio de un menor, ¿en qué voy a creer? Me tendría que hacer juez de la tercera edad.Antonio L. Juarez «Los móviles son un arma peligrosa para cometer delitos y para ser víctima» «Se están disparando las agresiones sexuales, delitos contra la intimidad y los bullying por la mierda de los móviles, cuando un menor no tiene que tener móvil. Lo primero, los móviles y los ordenadores son una droga. Segundo, son un instrumento muy peligroso para cometer delitos. Y tercero, son un instrumento muy peligroso para ser víctima de delitos graves. Yo he tenido a niñas con internamiento cerrado terapéutico para darles tratamiento y grabando 24 horas por miedo al suicidio por la mierda de los TikTok y las historietas. ¿Quieren un móvil? Que le pongan un llama-cuelga y ya está. Que parece que todos los padres quieren tener a su niño localizado como si fuese el Grande-Marlaska. Y además después llamas y no te lo coge», explica el juez Calatayud.—Cuelga la toga tras más de 40 años de carrera, ¿con qué se queda?—Hace un par de años estaba con mi mujer en el mercado de Granada y me giro y veo un tío muy elegante vestido. ‘Don Emilio, ¿se acuerda de mí? Usted me condenó’. Me dice su nombre y ya caigo. ¡Lo condené por tres violaciones! Hoy es abogado, padre de familia y profesor de universidad. Le cuento otro caso extremo. Un chaval de 14 años, su padre cazador y cada vez que volvía borracho le pegaba unas palizas tremendas a su mujer y le decía al niño: ‘Un día te mato a ti’. Pues un día se quedó dormido el padre en el sofá con la escopeta cargada al lado y, cuando se despertó, el niño se acojonó pensando que lo iba a matar y, por miedo, le pegó dos tiros al padre. Gracias a Dios, no salió en los medios. —Qué duro…—Le cuento otro: niña de 16 años embarazada. No le dice nada a sus padres y, en Nochebuena, se pone de parto y se va de casa. Los padres se asustan, la buscan y la encuentran en el trastero. El bebé muerto porque no cortó el cordón umbilical y ella a punto de fallecer por la hemorragia. Se la juzgó por un delito de homicidio imprudente grave. ¿Qué hice? Pues la condené a libertad vigilada con tratamiento psicológico durante cuatro años. Bastante pena tenía ya la criatura…«Estamos consiguiendo que el 80 por ciento de los chavales que pasa por la justicia de menores no acabe en la de adultos»—Usted es conocido por esas sentencias restaurativas y pedagógicas.—La sentencia que yo más puse es estudiar. ‘Tienes tantos meses para aprobar y si no cumples, te pongo incumplimiento de condena’. Un día cogí un taxi y me dice un chaval negro: ‘Usted me condenó a sacar el carné de conducir’. Y ahora es autónomo. A mí me llamaban ‘hijo puta’ todos los días, pero después los mismos que me insultan me dan las gracias. Esa es la mayor satisfacción de mi vida profesional, que el ‘choricillo’, y lo digo con todo el cariño, que condené un día después me dé un abrazo, me presente a su mujer y me invite a una cerveza. —También habrá vivido momentos muy dolorosos.—Claro, lo que viví como juez es muy satisfactorio, pero, al mismo tiempo, es un dolor impresionante. En los años 90, cuando llegaban a los 18 años pasaban a prisión de adultos o volvían a cometer hechos delictivos y entraban. No teníamos medios y muchos cogieron el sida, la hepatitis y demás. En cinco situaciones distintas, cinco chavales míos, cuando se enteraban de que yo estaba de juez de vigilancia penitenciaria, además de juez de menores, me pedían permiso para morirse en su casa, sabiendo que yo se lo daría. Es una satisfacción que se acuerden de mí. Pero es una lástima porque fracasamos en aquellos momentos porque no había recursos. Esa es la vida y eso no lo entienden los ignorantes de los políticos que tenemos.«Me llamaban ‘hijo puta’ todos los días, pero luego los mismos que me insultaban me daban las gracias y un abrazo»—Luchó mucho por cambiar la justicia de menores que encontró en el 88.—Yo no, lo hicimos juntos los 22 de mi promoción. Pusimos un recurso de inconstitucionalidad sobre la ley de 1945, que era la ley del Tribunal Tutelar de Menores. Y hubo una sentencia en el 91 que nos dijo que los jueces de menores llenaríamos el vacío legal hasta que hubiese una ley. Cuando empezamos, el menor no tenía garantizado ni abogado. Lo primero que hicimos fue hablar con el Colegio de Abogados para que tuviesen derecho a uno. Y más tarde llegó el fiscal, que tampoco existía. El juez que veía al menor acusaba, juzgaba y hacía lo que le daba la gana. Nosotros ideamos un procedimiento, empezamos con 12 años y luego decidimos 14 años. Se le hacía una especie de juicio, le tomábamos declaración y poníamos la medida. ¿A qué conclusión llegamos también? Que teníamos que fijar una duración temporal de esa medida.—¿Cómo sabía el menor cuando finalizaba la privación de libertad?—¿Cuándo salía el chaval? Cuando lo dijeran los educadores. ¿Pero qué narices los educadores? El que lo tenía que decidir es el juez. El menor tiene derecho a que se le diga cuántos años. Y antes no se fijaba. Y yo sigo pensando que la privación de libertad es el último recurso que utilizar, por eso empecé a dictar sentencias que se hacían tan conocidas en los medios. Así empezamos poco a poco. Y luego ya empezamos a luchar con las comunidades para que lo dotaran de más medios.«Los que hacen las leyes son las Cortes, allá ellos, pero como no tienen conciencia, qué le vamos a hacer…»—¿Faltan recursos en prevención y educación?—En este país los que nos dedicamos a los menores, somos los menores de la sociedad: el menor de los jueces; el maestro, el menor de los catedráticos; el pediatra, el de los médicos. Y así va este país. Yo no entiendo como un profesor de una criatura de dos añitos, que son animalillos, gane 900 euros con la responsabilidad que tiene y un catedrático de universidad que no pega ni el huevo gane 4.000 al mes. —Y desde 2008 sin convocar plazas para la jurisdicción de menores…—Por eso me da miedo que desaparezca la jurisdicción. No tengo nada en contra de nadie pero prima más lo de violencia doméstica, lo laboral o lo contencioso-administrativo que nosotros. Y es una jurisdicción muy bonita y muy gratificante, pero el Consejo tiene su política y tira para adelante.

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