De la caseta de aperos sólo quedaba su armazón, carbonizado. A su alrededor, un páramo negro. Cada cierto tiempo, Carlota se encaminaba hacia lo que quedaba de la pequeña piscina prefabricada, deformada por el fuego. Rellenaba con agua un par de botellas de plástico para asistir a su padre en la tarea de sofocar el fuego. «Llegamos a pensar que [la parcela] se habría salvado. Hasta esta mañana, cuando hemos visto a través de distintos canales de televisión nuestra caseta envuelta en llamas », cuenta Javier, de pie frente a lo que consideraba su pequeño refugio en el campo, ahora reducido a cenizas. A las siete de la tarde del pasado lunes, un fuego de vegetación de gran magnitud se desató en Tres Cantos, en la zona de ampliación conocida como la tercera fase, una de las pocas áreas sin construir del municipio. «Escuchamos algunas explosiones. Intentamos contactar rápidamente con la Guardia Civil. Temíamos que el fuego alcanzase las instalaciones de Normon y de Carburos Metálicos», apunta Marta, mujer de Javier. Señala que su marido comenzó a construir la caseta en 2021: «Poco a poco, Carlota y él la iban acondicionando. Habíamos conseguido que ya no se filtrara el agua por el tejado. El proceso para legalizarla estaba casi finalizado. Lástima que ya no vaya a hacer falta. Ahora sólo queda limpiar, recoger y volver a empezar». Todo ocurrió en menos de tres horas. El consejero de Medio Ambiente, Agricultura e Interior de la Comunidad de Madrid, Carlos Novillo, apuntó a una tormenta seca con vientos por encima de los 70 kilómetros por hora como origen del incendio. «Sentíamos las llamas en las ventanas. No podíamos respirar ni hablar. Era una mezcla de agobio, frustración y miedo. Salí de allí corriendo, sin saber si volvería. Lo peor era pensar en si tu casa iba o no a estar en pie cuando volvieras», confiesa Marcos, vecino de Tres Cantos.A las nueve de la noche, cientos de personas de la urbanización Soto de Viñuelas fueron desalojadas de sus viviendas y realojadas en el espacio Enrique Mas, el polideportivo de Tres Cantos habilitado para atender a los afectados. Allí, el Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIE) de la Cruz Roja ofrecieron apoyo logístico a los cuerpos intervinientes, ayuda psicosocial y atención sanitaria básica. Vicenta fue una de las 106 personas que se vieron obligadas a pasar la noche en el polideportivo tricantino. Cuenta en conversación con este periódico que «todo ocurrió en cuestión de minutos»: «Fue nada más terminar de cenar. Ni siquiera habíamos recogido la mesa. Escuchamos, de repente, unos ruidos. Eran agentes de Policía golpeando nuestra puerta. ‘¡Fuera todo el mundo, rápido!’, decían. No vi las llamas, rodeando el castillo de Viñuelas, hasta que no salimos a la calle. Aquello daba pánico. Pensaba: ‘como salte la carretera, nos toca’. Porque el fuego venía de frente. El King’s College parecía que lo devoraba. ¡Qué desastre!».Vicenta salió de su casa lo más rápido que pudo. «Debían de abandonar la vivienda lo antes posible. Salieron sin documentos de identificación, sin medicinas», apunta Beatriz, su hija, de pie en el espacio Enrique Mas. «El médico me dijo que ni se me ocurriera olvidarme de las pastillas para prevenir un nuevo ictus. Y con todo el ajetreo me las dejé en casa», señala Vicenta. Domingo, su marido, tuvo que desplazarse a la farmacia más cercana nada más llegar al centro habilitado.El perímetro permanece estabilizado, pero el incendio, aunque presenta buena evolución, no está controladoLuisa, vecina de Soto de Viñuelas, se encuentra también en el polideportivo. «Comencé a visualizar las llamas, desde la terraza de mi casa, pasadas las siete. El fuego se expandía muy rápido. Hice fotos, se las enseñé a mi madre y me insistió en que abandonara la casa en ese preciso momento. Cogí lo primero que pude: DNI y algo de ropa. En aquel momento no sabíamos muy bien hacia dónde ir. Te sientes inútil porque no puedes hacer nada. Ves cómo se está quemando todo y no puedes ayudar en nada. Ha sido una noche muy tensa. Al final estás preocupado, sin saber qué le está pasando o le va a pasar a tu casa», expresa.A primera hora, muchos vecinos se acercaron a la carretera que lleva a la urbanización de Soto de Viñuelas. La Policía aún prohibía su entrada. La gasolinera del inicio de la vía tuvo que ser cerrada por la noche por la proximidad del fuego. Allí aguardaron durante la mañana camiones de la Unidad Militar de Emergencias (UME), llenos de paquetes de botellas de agua y demás reservas, y Bomberos. Conciliar el sueño no fue tarea fácil para los vecinos. El susto era constante porque, además de unas alarmantes llamas, el fuego habría alcanzado varias fábricas y casetas de campo, haciendo explotar bombonas de butano y demás aparatos con gases inflamables. Un joven de Tres Cantos explicó a ABC que, preocupado por lo que veía a través de su ventana, se sintió interpelado y optó por coger el coche e ir a Soto de Viñuelas. Allí se encontró con varias personas que se desesperaban mientras veían que el fuego cada vez estaba más cerca de sus domicilios.Regreso a casaAl cierre de esta edición, el perímetro permanecía estabilizado, pero el incendio, aunque presenta buena evolución, no estába aún controlado. Todos los vecinos pudieron volver ayer a sus respectivos hogares. Al mediodía, Petri se encontraba frente a su vivienda, en la urbanización afectada por el fuego. Acababa de volver tras haber pasado la noche en casa de su yerno: «Ocurrió de repente. En apenas unos segundos, unas llamas altísimas comenzaron a devorar gran parte del monte. Se trata de una zona complicada para entrar, lo que dificultó la tarea de los bomberos. Hacía mucho viento, y las llamas se propagaron muy rápido. Me quedé en blanco. Veía el fuego desde aquí y parecía una película. Nos dijeron que teníamos que dejarlo todo. Yo no me lo podía creer».

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