El hallazgo de una especie desconocida cambia la historia de la evolución humana

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El hallazgo de una especie desconocida cambia la historia de la evolución humana

Hace ya tiempo que los paleontólogos saben que la evolución de Homo sapiens nunca fue una línea recta, desde el simio hasta el hombre moderno, sino un complejo entramado de ramas, de especies que convivieron, compitieron y, al final, se extinguieron, dejando solo la nuestra sobre la faz de la Tierra.De vez en cuando, sin embargo, una de esas ramas se cruza con otra y reescribe un capítulo entero de nuestra historia. Y eso es exactamente lo que acaba de suceder en un rincón del desierto de Etiopía.La siguiente escena se desarrolla hace alrededor de 2,8 millones de años en el valle del Afar, una de las cunas de la humanidad. El lugar no es el páramo seco y yermo que vemos hoy. Es una tierra fértil, irrigada por ríos y salpicada de lagos poco profundos. Los bosques se alternan con praderas abiertas, creando un mosaico de hábitats que bullen de vida. Entre los hipopótamos primitivos y los antílopes, dos especies de homininos, dos ancestros nuestros, coinciden en el mismo espacio. Uno de ellos es un miembro incipiente de nuestro propio género, Homo, y el otro, un pariente lejano de ‘ Lucy ‘, la icónica Australopithecus afarensis. Durante muchos miles de años estas dos especies se miraron, se ignoraron o, quizás, lucharon por los mismos recursos. Esta es la nueva imagen que emerge de los recientes descubrimientos en el yacimiento de Ledi-Geraru, donde un equipo internacional de paleontólogos, liderado por investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (ASU), ha desenterrado una pieza clave para desentrañar el misterio de nuestros orígenes más antiguos.El equipo, en efecto, encontró ahí una serie de fósiles de dientes que confirman la coexistencia de ambos géneros, Australopithecus y Homo, en el mismo lugar y al mismo tiempo. Y, por si fuera poco, los dientes de Australopithecus pertenecen a una especie desconocida hasta ahora, aún sin un nombre formal, lo que abre una ventana inédita a una época crítica de nuestra evolución. El estudio se acaba de publicar en ‘ Nature ‘.El ‘eslabón perdido’ que no era un eslabónDurante décadas enteras, la ciencia manejó la idea de un ‘eslabón perdido’, una evidencia fósil única que uniría a los simios con los humanos. Una visión que, sin embargo, ha revelado ser totalmente errónea. La evolución, de hecho, no tiene forma de escalera, subiendo un peldaño tras otro, sino de árbol, o mejor, de arbusto denso y ramificado. Y la línea que conduce a Homo sapiens es sólo una de las muchas ramas, una que llegó hasta nuestros días mientras que otras, que crecieron durante un tiempo en paralelo, terminaron por marchitarse y desaparecer para siempre.El yacimiento de Ledi-Geraru, en Etiopía, es el escenario de este auténtico ‘drama’ evolutivo. Ya en 2013, el mismo equipo de la ASU, codirigido por la paleoecóloga Kaye Reed, también coautora del presente estudio, halló una mandíbula de hace 2,8 millones de años, identificada como el ejemplar más antiguo del género Homo conocido hasta la fecha. El hallazgo, conocido como LD 350-1, fue como un terremoto que sacudió la paleoantropología, y estuvo acompañado por las que se consideran las primeras herramientas de piedra olduvayenses en todo el planeta. Y ahora, los nuevos dientes (13 en total) encontrados en el mismo lugar apuntalan esa teoría y, además, demuestran que nuestro linaje no vivió allí solo.«Los nuevos hallazgos de dientes de Homo de sedimentos de 2,6 a 2,8 millones de años, informados en este artículo, confirman la antigüedad de nuestro linaje», explica Brian Villmoare, autor principal del artículo.El descubrimiento de un nuevo Australopithecus que convivió con el incipiente Homo es, por lo tanto, un duro golpe para la idea de que una especie reemplaza linealmente a la anterior. Kaye Reed lo explica de forma contundente: «La imagen que muchos tenemos en mente de un simio, luego un neandertal y, finalmente, un humano moderno no es correcta. La evolución no funciona así. Aquí tenemos dos especies de homininos que coexistieron». Revelación que añade una nueva capa de complejidad a un período poco estudiado que va desde hace 2,95 a 2,5 millones de años, y que es crucial para entender el ‘salto’ de los australopitecinos a los primeros humanos propiamente dichos.Un ‘reloj volcánico’ de extrema precisión¿Cómo es posible que los científicos estén tan seguros de que estos fósiles tienen realmente entre 2,6 y 2,8 millones de años? La respuesta está en la violenta historia geológica de la región de Afar. Esta zona de Etiopía, en efecto, es un punto caliente de actividad tectónica, un lugar donde la corteza terrestre se está desgarrando, formando el Gran Valle del Rift. Y hace millones de años, esto significaba erupciones volcánicas constantes.Cuando un volcán entraba en erupción, un grueso manto de ceniza cubría el paisaje. La siguiente erupción, y todas las siguientes, hacían lo mismo, y se iban depositando unas encima de otras. Esas capas, conocidas como ‘tobas volcánicas’, contienen diminutos cristales llamados feldespatos. Cristales que actúan como un reloj geológico. Los científicos, como el geólogo Christopher Campisano, coautor del estudio, pueden analizar la proporción de isótopos de argón-40 y argón-39 en estos cristales, un método conocido como datación argón-argón, y averiguar con precisión la antigüedad de cada capa.«Podemos fechar las erupciones que se iban depositando en el paisaje -dice Campisano-. Y sabemos que estos fósiles están intercalados entre esas erupciones, por lo que podemos datar unidades por encima y por debajo de los fósiles». La cosa funciona así: el isótopo radiactivo de potasio-40, que se encuentra en los cristales de feldespato, se desintegra a un ritmo constante en argón-40. Al medir la cantidad de argón acumulado, los geólogos pueden determinar con una precisión asombrosa cuándo se formaron esos cristales, es decir, cuándo se produjo la erupción que formó esa capa concreta.Noticia Relacionada estandar Si Herramientas de hace un millón de años reabren el misterio sobre los ‘hobbits’ indonesios Patricia BioscaLos fósiles en Ledi-Geraru se encuentran atrapados en sedimentos que están ‘intercalados’ entre dos capas de ceniza volcánica perfectamente datadas. Es decir, si se encuentra una capa de ceniza de 2,9 millones de años debajo de los fósiles y otra de 2,7 millones de años por encima, los científicos pueden afirmar con total seguridad que los fósiles que hay en medio tienen una antigüedad comprendida entre esas dos fechas. Es como si la naturaleza hubiera dejado un ‘marcador’ geológico para que la humanidad del futuro, nosotros, pudiera leer su propia historia.La vida en un arbusto ramificadoLa coexistencia de dos géneros de homininos no es un fenómeno aislado en nuestra historia evolutiva. Un ejemplo fascinante lo encontramos en el yacimiento de Dmanisi, en Georgia, donde se han hallado fósiles de Homo erectus de hace 1,8 millones de años, conviviendo con otras especies humanas y con una fauna que incluía mamuts, jirafas y felinos de dientes de sable. De forma más cercana a nuestros orígenes, especies como Australopithecus garhi de hace 2,5 millones de años, también descubierta en Etiopía, o el misterioso Australopithecus sediba de Sudáfrica (1,98 millones de años), demuestran que el árbol genealógico humano fue un complejo entramado de líneas paralelas. Algunos, como los Paranthropus, evolucionaron con enormes dientes y mandíbulas, una adaptación para una dieta de vegetales duros, y se extinguieron. Otros, como nuestro linaje, se adaptaron a un cambio climático hacia un entorno más seco y estacional, desarrollando cerebros más grandes y, lo más importante, la capacidad de fabricar herramientas de piedra, cuya aparición coincide en el tiempo con la transición al género Homo. Justo lo que sucede en Ledi-Geraru.Con todo, los investigadores aún tienen muchas preguntas por responder. ¿Comían lo mismo las dos especies? ¿Competían por los recursos o los compartían? ¿Quiénes fueron los ancestros comunes de estos homininos? Para responder a estas incógnitas, los científicos analizan ahora el esmalte de los dientes para reconstruir sus dietas, una suerte de ‘menú’ prehistórico que nos dirá mucho sobre su estilo de vida. Pero la respuesta definitiva, como siempre en ciencia, pasa por una sola cosa: encontrar más pistas, más piezas de este inmenso y complejo rompecabezas de la vida. Es decir, más fósiles.MÁS INFORMACIÓN noticia Si La IA de un científico español revela 12.000 potenciales nuevos antibióticos en las arqueas, microbios milenarios noticia No Canibalismo en Atapuerca: despellejados y comidos por sus vecinos hace 5.700 añosEl hallazgo nos recuerda que, por lo respecta a nuestros orígenes, nada es aún definitivo. Y que cada nuevo fósil tiene el potencial de sacudir los cimientos de lo que creíamos saber sobre nosotros mismos.

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