Me sorprende, querido amigo, que me preguntes precisamente hoy por las fiestas de los pueblos de Castilla. Desde luego alguien tiene que haberte informado de que, a partir de este viernes, todos nuestros pueblos estarán celebrando el día de la Virgen, el de San Roque o quizá ambos a la vez. Tú, que eres de Sheffield, no entiendes bien esto ni falta que hace. Tampoco yo entiendo vuestras tradiciones, ya sabes, el pirateo y la cerveza caliente, y no por eso dejo de respetarlas. A veces pienso que si no hubierais tenido tanta suerte cuando la Armada Invencible quizá ahora en York estarían cortando patanegras en finas lonchas, en Birmingham tendrían el castellano con leísmo como lengua vehicular y por el sur sacarían el Viernes Santo a hombros a la Piedad de Dover, o algo así. Pero bueno, las cosas son como soy y, a pesar de todo, sois bienvenidos a esta tierra mariana, contrarreformista e inmortal . De tus palabras deduzco que tu relación con los pueblos es más literaria que real, más onírica que práctica. Cuando piensas en los pueblos de Castilla quizá pienses en Delibes y, por eso, antes de venir fantasees con encontrarte con Lorenzo, de ‘ Diario de un cazador ‘, con Paco ‘El bajo’ de ‘ Los Santos inocentes ‘ o Germán ‘el Tiñoso’, de ‘El Camino ‘. Y puede que te imagines a ti mismo dando largos paseos por caminos cuyos límites va desdibujando el viento, entre los campos infinitos de esta tierra, junto a un perro amigo, mirando a las rapaces y observando cómo el ocre va ganando la partida al verde en esta terrible estepa castellana que –polvo, sudor y hierro– imaginaba Manuel Machado . Y que, en realidad, no es otra cosa que la vida recordándonos cuáles son las reglas y gritándonos al oído que al fulgor joven del verano le sucederá no tardando la calma dorada y su nostalgia.Noticia Relacionada la huella sonora estandar Si Club de padres de ‘Aitaners’ José F. Peláez «Y no os quejéis que han salido los Hombres G, menos mal que alguien se acuerda de los padres cuarentones»Y vas a llegar a un pueblo en fiestas con estas cosas en la cabeza y en lugar de encontrarte con Lorenzo ofreciéndote un vino humilde en una bodega del camino, te vas a encontrar con el chaval de ‘El Pirri’ –porque en todos los pueblos de Madrid para arriba hay un Pirri–, tatuado hasta el cuello, con la moto más ruidosa de la comarca, escuchando reguetón –en mis tiempos rock radical vasco– y pasadito de sustancias que no sirven para ver milanos sino, más bien, para convertirse en buitres. Un chaval que quizá fue novio de la moza con la que vas y que te mira con cara de decirte « ya te pillaré luego por ahí ». Y claro, te vas a disgustar y con razón. Siempre he pensado que para disfrutar las fiestas del pueblo hay que ser del pueblo, conocer las complicidades, los juegos de lealtades, la intrahistoria local y una pequeña inmersión en genealogía. Quizá se pueda proponer un pequeño curso de dos días, pagado por la Diputación, para que los ‘forasteros’ tuviéramos un acercamiento cultural previo a las fiestas. Porque, sin ese curso, cuando aparece por allí un panoli como tú o como yo con una moza local, se crea la tormenta perfecta , una oportunidad inigualable para avivar la pulsión identitaria de la muchachada dirigente, el orgullo de los mozos indígenas y la reafirmación simbólica del ‘statu quo’ de la comarca. Te cuento lo que va a pasar. Te llevan a una peña, en la que al entrar te vas a sentir observado y evaluado como el concursante de un ‘Talent Show’. Sabes que se están riendo de ti, pero aún no sabes por qué, no aciertas a entender exactamente por dónde te van a venir los puñales. Pero llegan, créeme que llegan, y te limitas a sonreír con esa risa nerviosa y esa cara de gilipollas del que se sabe carne de pilón. Te ponen el primer cubata a las doce del mediodía y, a partir de ahí, allá te las compongas para llegar vivo al baile. Luego empiezan a pedirte cosas imposibles como «mira a ver si ahí en la espuerta bajo la espita hay una rodea», que ya te veo sacando el diccionario del móvil para buscar una cosa que ni siquiera sabes lo que es. «No hombre, no, eso no es un cántaro. Es una cántara. Y lo otro no es un carral sino un barril. Y eso no es un botijo grande, es una tinaja pequeña», que hasta yo mismo dudo de si estaré quizá en otro estado, en otro continente o si con los libros de Delibes deberían regalar un manual ilustrado para saber comportarse en una peña de amantes del trap. Suceden demasiadas cosas y a ninguna estás acostumbrado. Los tiempos son diferentes. Cambian las costumbres, las dinámicas, los roles. Lo primero –o lo último– al encierro, con esa tensión como de examen final de tu vida entera, esa amistad de talanquera, esos rumores del trapío del bicho al que imaginas como al minotauro de Teseo. Y a correr, Nickie. Y luego, los mozos a ayudar. No sabes exactamente en qué has de ayudar, pero allí te ves tú, con un Barcadí-Cola en la mano entre remolques y reses bravas. Luego se desayuna –un cerdo–, se almuerza –un par de vacas–, después a misa, procesión, ronda de peñas, ronda de bares, luego paella popular en la plaza y posteriormente chorizada en donde el chaval de ‘El Pirri’, que mira como diciendo «si ya te dije que yo te iba a acabar pillando en algún momento». Coges cualquier programa de fiestas de España y es igual: día infantil, torneos de frontenis y de mus, caldereta popular, chocolatada, teatro aficionado, pregón de las peñas, gigantes y cabezudos, vísperas, misa rezada a las diez, misa con procesión a las 12.30 en honor a la Asunción y San Roque… Noticia Relacionada Cartas a mi amigo Nickie estandar Si El buen ‘Rodríguez’: manual de instrucciones José F. Peláez «La realidad es que cuando un hombre puede hacer lo que quiere, lo que hace es nada»Hasta que llega la orquesta, Nickie, esa orquesta que canta ‘Chiquilla’ y que cada año dedica a las peñas ‘Los de siempre’ y ‘Los mejores’, que están enzarzadas entre ellas por un asunto de faldas desde 1986 . Y de la plaza a la peña y de la peña a la plaza. Y mira, aunque yo no me hago a todo esto y soy más de Delibes que de orquestas gallegas, he de decir que no hay nada comparable. A pesar de todo, el mundo rural es nuestra raíz, nuestra reserva espiritual. El periódico local saca fotos de las reinas de las fiestas, de las damas de honor, de las peñas, de las charangas, hacen una entrevista a la alcaldesa y escriben un reportaje sobre un señor de Bilbao, cuyo hijo al final se hizo amigo tuyo, que vuelve hoy al pueblo de su infancia y recuerda cómo, en sus tiempos, la escuela estaba abierta y llena de niños. Ese suele ser ‘El Pirri’. Y tú, un guiri adorable que vas a acabar con un ataque de gota y otro de ansiedad. Pero te queremos, Nickie. Manda fotos de los toros. Siempre tuyo.

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