Italia es un país demasiado joven con una debilidad inaudita por lo histórico. Si además irrumpe el aroma de motor y asfalto, la mezcla puede ser perfecta. Giacomo Agostini (Brescia, 83 años) no solo es, quizás, el mejor motociclista de la historia. Además, representa esa necesidad de detener el tiempo, huir de la fugacidad, lo momentáneo. Descartar el esbozo para que, como diría Azorín, la sensación de gustar y saborear algo dilatadamente ya no suene a quimera. El mito (quince títulos mundiales, ocho en 500cc; 68 victorias en la categoría reina ) atiende por teléfono a ABC desde su casa. La conversación –pausada– es sobre motos y pilotos (Mike Hailwood, Marc Márquez…), lógicamente, aunque también va de coches. Sí, de esa llamada misteriosa que le hizo Enzo Ferrari para pilotar uno de sus sofisticados y revolucionarios bólidos deportivos. «Estuve cuatro noches sin dormir, pero al final dije que no. Lo mío siempre fueron las dos ruedas». —Su primera carrera la corrió con una moto privada. Terminó segundo con apenas dieciocho años. Imagino que lo recordará.—Ya lo creo. Mi padre no me la compró porque no quería que corriera. Fue el concesionario Morini quien lo hizo. Una 175 Settebello, que pagué a plazos. La primera carrera fue la Trento-Bondone, y había cuarenta pilotos. Mi mecánico era el panadero del pueblo, solo para que te hagas una idea de cómo estaba… Aun así, gané a muchas motos oficiales. Imposible olvidarlo. —Se veía ya el ‘feeling’ especial con la moto. Quizás el que le está faltando este año a Pecco Bagnaia con la Ducati. ¿Qué opina?—Esto es una cosa de sensaciones, de un querer conocerse más y más. En mis tiempos, con mis motos cuidaba hasta el más mínimo detalle para precisamente mejorar esto. Trabajaba para el ‘feeling’, porque sí, la moto te la dan, pero luego hay un duro trabajo que llevar a cabo hasta crear una simbiosis perfecta. —MotoGP, a diferencia de su época en la 500cc, goza de electrónica y aerodinámica. ¿Cree que esto, en cierta manera, dificulta más la complicidad entre el hombre y la máquina? ¿La hace irrevocable?—Hoy es muy importante esto. La victoria, entonces, era del piloto al 100%. Hoy no es así. Electrónica y tecnología inciden mucho, sí, pero después cada uno se prepara la moto como quiere. Bagnaia y Márquez están en un coloso, luego sabrán también cómo hacer con la moto de Pecco, ¿no? Si lo han hecho con Marc, imagino que también.—Bagnaia no está contento con el ‘feeling’.—Mira, te diré algo… Si no ganas no estás contento. Basta. Me sucedía a mí, a Márquez… A todas las estrellas, sin excepción. —Antes de volver al Mundial, hagamos una retrospectiva de algunas victorias suyas. Podríamos comenzar por las legendarias Tourist Trophy, pero prefiero detenerme en las 200 millas de Daytona 1974 con la Yamaha. Enfrente los americanos, con Kenny Roberts a la cabeza. Recuerdo que decía: «Soy el mejor del mundo, porque el mundo es América. Europa no».—Al principio, esto un poco me condicionó. Al fin y al cabo, iba de puntillas, porque me invitaron. Ni siquiera respondí a esa sentencia. Eso sí, al final de la carrera me acerqué a él para decirle esto: «Kenny, creo que hoy has entendido quién es el campeón del mundo». Me respondió así: «Ago, no eres humano».—En 1975 usted fue el primer piloto en lograr un título con la casa japonesa.—Sí, con la 350. Era una moto increíble. Parecía una 125. Se conducía muy bien. Ligera como una bicicleta, sí. Como potencia era igual a la MV Agusta, pero el motor pesaba treinta kilos menos. Los frenos de disco eran mejores. Sí, fui el primero en darle este campeonato, pero también el de 500cc.—Usted profesionalizó este mundo. En 1976 creó su propio equipo, con la ayuda de Arturo Magni. La MV 350 y 500. No tuvo mucho éxito, pero su última victoria en pista mojada fue maravillosa. Algo insólito, sensacional, a la altura de las leyendas.—Arturo vino como supervisor. Verás, ese año en realidad fue bueno. El último GP, en Nürburgring (Alemania), obtuve una victoria importante con la MV Agusta. Antes había probado con una Suzuki de dos tiempos, pero llovía. Piensa que esa pista me trajo suerte, porque comencé y terminé allí mi ciclo de victorias. La primera en un campeonato del mundo fue en 1965, con la 350. Sí, once años atrás.—Sus principales rivales fueron Mike Hailwood, Phil Read y Kenny Roberts. Libero Liberati, el nueve veces campeón del mundo –el también italiano Carlo Ubbiali– y Surtees fueron precedentes a usted. Hoy, sin embargo, vemos solo rivalidad Italia-España. Detrás, el desierto.—España lleva muchos años trabajando estupendamente. Ha creado una escuela de chicos que ya comienzan a pilotar una moto desde niños. Otro factor importante es que cuando van allí a probar siempre hay sol, una temperatura perfecta para poder estar todo el año. Valencia, Jerez… En definitiva, una fábrica de campeones en todas las cilindradas. Todos españoles, también en la grande con los hermanos Márquez. Sí, España es riquísima hoy día. Me recuerda, en cierta manera, la época en la que ganaban Ángel Nieto y Ricardo Tormo. —Italia, de alguna manera, también está ahí desde hace décadas. Rossi, Max Biaggi, Pecco. Lorenzo Dalla Porta, campeón en Moto3 hace seis años y Morbidelli (Moto2 en 2017). En su día también Loris Capirossi, Melandri, Simoncelli, Luca Cadalora y Dovizioso.—Cuando comenzó a rodar todo esto, España apenas estaba. Brillaban Italia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, pero cuando llegaron los españoles comenzaron a dictar las leyes. Ya llevamos muchos años así, y hay que reconocerlo.—¿Cuánto puede durar esta dinastía?—Puede ser que muchísimo. Está la escuela, y desde muy pequeños pueden ir allí. Lo tienen todo para seguir gobernando. —¿En Italia hay algo parecido?—No te creas. Un poco por el tiempo, otro porque no hay una gran escuela… Insisto, España ha acertado de lleno ahí. Desde niños. Eso marca la diferencia. —¿Lo de los hermanos Márquez se lo esperaba?—El gran rendimiento de Marc sí, por supuesto. Su hermano nos ha sorprendido a todos, sinceramente. Va como un cohete. Lógicamente, nos están impactando sus prestaciones con la moto. —Sin contarle a usted, ¿cree que Marc Márquez es el mejor de todos los tiempos?—No exageremos. Cada periodo ha tenido sus estrellas. Márquez ha sido muy bueno. Después tuvo un periodo de crisis, y ahora está volviendo. Tiene una moto perfecta, una escudería óptima. Sí, quizás es uno de los grandes. —¿Junto a Valentino Rossi? De momento, números en la mano, el italiano le saca un mundial de diferencia y más de veinte victorias.—Rossi es otro de los más grandes de la historia. Faltaría más. —A usted, ¿quién se lo puso más complicado?—He luchado contra grandísimos campeones del mundo, pero quizás el más difícil de todos fue Hailwood. Me hizo sudar más que nadie. Le copié para poderlo ganar. Era buenísimo, hábil con cualquier moto. Él llevaba tres años más que yo en 500cc. Cuando llegué, necesité un curso para aprender. Le observé, aprendí mucho de él… Le gané, claro.—Usted corría dos carreras en un día en distintas categorías. Se hacía 170 kilómetros de media en cada una. Hoy esto es impensable.—No, porque Freddie Spencer lo hizo hace algunos años. Ganó tanto en 250 como en 500. Antes era normal; hoy no. Era duro, porque cuando terminaba la 350 bajo el agua, comenzaba rápidamente la categoría reina ya todo mojado porque prácticamente no tenía tiempo ni para cambiarme. Era dura, sí, pero te venías arriba con las victorias. En mi caso, al menos, era así. Merecía la pena. —¿Cuánto dinero le ofreció Gilera para ir allí?—El doble de la MV Agusta, pero mi padre me recomendó no fichar y quedarme con la casa grande. Ya sabes, entonces tenía 3.500 empleados, construían helicópteros, tenían material sofisticado y top. No miré el dinero, sino el futuro. Acerté, porque me dio la oportunidad de ganar muchos campeonatos del mundo. —¿Qué relación tiene usted con la suerte? ¿A qué tiene miedo? Quiero decir, a lo largo de su trayectoria muchos compañeros han quedado por el camino a causa de accidentes: Libero Liberati, Renzo Pasolini, Jarno Saarinen, la dramática historia de Gilberto Parlotti en la Isla de Man…—No todo tiene que ver con la fortuna. También es ir a ver la pista antes, estudiarla, ver dónde está el socavón, dónde se resbala más o menos… La naturaleza te da esta singular sensibilidad para poder detectar estos detalles. Sí, la capacidad de saber –aunque no al 100%– dónde está tu límite. Yo también he tenido muchas caídas. —Del miedo no me dijo nada.—Si lo tienes no te dedicas a esto. Piensas en la carrera, en los giros del motor, en el asfalto, pero en nada más. No dejas entrar al miedo, porque tienes mucho que hacer antes.—No sabía lo de Enzo Ferrari, quien le llamó para conducir coches.—Sí, estuve tres o cuatro días pensando. Varias noches sin dormir. Dije que no, porque me iban bien las cosas, estaba ganando, nací para las dos ruedas… Decidí saborear y disfrutar lo que estaba obteniendo. Dios me dio las dotes necesarias para la moto, así que decidí seguir apostando por ella.

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