Trump y Putin salen de Alaska sin acuerdo

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Trump y Putin salen de Alaska sin acuerdo

La confusión marcó el desenlace de la reunión de más de tres horas entre Donald Trump y Vladímir Putin en la base militar de Elmendorf-Richardson, en Anchorage. Tras el esperado cara a cara, no hubo anuncio de alto el fuego en Ucrania: esa fue la única certeza que dejó una cita envuelta en expectación, secretismo y, finalmente, un silencio denso de incertidumbre.Rara vez Trump abandona una sala abarrotada de reporteros sin aceptar preguntas, y esta fue una de ellas. Igual de inusual fue escuchar a Putin hablar en inglés ante las cámaras: lo hizo para sonreír y lanzar una invitación directa a celebrar la próxima cumbre en Moscú.El encuentro, el primero cara a cara entre los líderes de Estados Unidos y Rusia en más de cinco años, terminó con mensajes contradictorios. Putin anunció que ambos países habían alcanzado un principio de acuerdo que propondrían a Ucrania y a las capitales europeas. El presidente ruso aseguró que espera que Kiev «no lo torpedee» con maniobras de despacho ni provocaciones. Noticia Relacionada estandar No Trump cifra en un 25% las posibilidades de fracaso de su reunión con Putin en Alaska ABC Trump baraja incluir a «algunos líderes europeos» en una eventual reunión con Putin y ZelenskiNo se permitieron preguntas a los periodistas y la sensación entre los equipos de ambos mandatarios era de incertidumbre. Lo único claro es que Putin aprovechó el momento para proclamar que su aislamiento internacional «se ha acabado». Trump se cuidó mucho de anunciar pacto alguno, consenso más allá de que es necesario seguir dialogando. Putin está rehabilitado en Estados Unidos. De forma extraña, inusual, Putin, el invitado, fue el primero en tomar la palabra. El anfitrión miraba con gesto impenetrable.Trump: «Tuvimos una reunión productiva, pero no hay acuerdoTrump, en cambio, se esforzó en matizar: «Creo que tuvimos una reunión muy productiva, pero no hay acuerdo hasta que lo haya». Sobre ese pacto, sobre el alto el fuego, sobre la paz, reconoció con franqueza: «Aún no estamos ahí». Por una vez, el presidente Trump, tan dado a la hipérbole, adoptó el papel inusual de estadista prudente, mesurado y cauteloso de prometer lo que todavía no podía garantizar.El marco de la cumbre contribuyó a subrayar la teatralidad del momento. Putin llegó a Anchorage en un avión de la fuerza aérea rusa y fue recibido por Trump con un breve aplauso. Ambos recorrieron juntos la alfombra roja desplegada en la base, bajo la mirada de delegaciones militares y civiles. La imagen que más llamó la atención fue la de ambos líderes compartiendo la limusina presidencial estadounidense, conocida como «la Bestia», en un gesto de proximidad inusual.La escenografía incluyó una exhibición aérea: cazas F-35 estadounidenses y bombarderos estratégicos B-52 sobrevolaron la zona mientras, en tierra, podían verse estacionados aviones rusos que habían acompañado la llegada de Putin. Era una demostración de fuerza que no pasó inadvertida para los analistas militares y que convirtió el encuentro en un fascinante espectáculo cargado de gravedad.Videoanálisis de David Alandete sobre la cumbre.La cumbre duró más de tres horas y ninguno de los mandatarios aceptó preguntasEn el interior, la reunión se prolongó más de tres horas. No se permitió acceso a los medios y, al terminar, ninguno de los mandatarios aceptó preguntas. Esa opacidad alimentó la sensación de incertidumbre. Los equipos de ambos bandos transmitían mensajes distintos: los rusos hablaban de un encuentro histórico, pletóricos. Los estadounidenses pedían cautela. La línea de salida de este nuevo entendimiento quedó marcada por una paradoja: Putin proclamando que el aislamiento de Rusia «se ha acabado», y Trump repitiendo que «no hay acuerdo hasta que lo haya».La cita sí fue una exhibición de buena sintonía personal entre los dos líderes. El propio Putin habló en inglés en público, algo infrecuente, y se permitió incluso bromear sobre la posibilidad de que la siguiente reunión se celebre en Moscú. «¿La próxima vez en Moscú?». «Es interesante, podría suceder», lanzó Trump, recogiendo el guante. Pero el momento más llamativo llegó cuando el presidente ruso rindió un homenaje directo a su interlocutor: «Hoy, cuando el presidente Trump dijo que si él hubiera sido presidente entonces no habría habido guerra, estoy completamente seguro de que así habría sido. Puedo confirmarlo». Era un reconocimiento sin matices a la narrativa que Trump repite desde que dejó la Casa Blanca: que la invasión de Ucrania en 2022 no se habría producido bajo su mando. Que Joe Biden era débil. Putin así parece pensarlo.Putin se presentó con un discurso triunfalista. Evocó la historia común de Alaska, antiguo territorio ruso, para encuadrar la cumbre en un marco simbólico. Recordó que durante la Segunda Guerra Mundial ese mismo suelo fue origen del puente aéreo que permitió a pilotos soviéticos y estadounidenses transportar aviones y suministros contra la Alemania nazi. «Ellos arriesgaron sus vidas y dieron todo por una victoria común», dijo, antes de señalar que en la ciudad rusa de Magadán existe un monumento con las banderas de Estados Unidos y Rusia que honra a aquellos aviadores». Dio una de sus largas lecciones de historia, como las que ofrecía cuando se disponía a invadir Ucrania en 2023. Esta vez, sin embargo, no habló de la Rus de Kiev ni de las raíces eslavas compartidas, sino de Alaska y de la memoria de la II Guerra Mundial. Recordó que aquel territorio había sido ruso y que todavía conserva más de 700 topónimos de origen eslavo, además de iglesias ortodoxas levantadas durante el periodo de la llamada «América rusa». Evocó también el puente aéreo que unió Anchorage con Siberia para llevar aviones y suministros al Ejército Rojo en la lucha contra la Alemania nazi, y los monumentos en honor a los pilotos caídos en ambos lados del estrecho de Bering.Putin: «Durante cuatro años las relaciones cayeron al nivel más bajo»El líder ruso también hizo balance de los últimos años, en los que no hubo cumbres bilaterales. «Durante cuatro años las relaciones cayeron al nivel más bajo desde la Guerra Fría», afirmó. «Eso no beneficia a nuestros países ni al mundo entero». Añadió que el contacto personal con Trump había sido constante por teléfono y que sus equipos mantuvieron conversaciones discretas en Moscú y Washington. En su relato, Trump aparece como un mediador decidido a «facilitar la resolución del conflicto ucraniano» y como un dirigente que comprende «las preocupaciones legítimas de Rusia».En su turno, Trump eligió un tono más prudente. Confirmó que se habían discutido «muchos puntos» y que la mayoría habían quedado resueltos, pero señaló que uno de ellos, «probablemente el más importante», todavía está pendiente (no dijo cuál es). Anunció que en las próximas horas llamaría al presidente ucraniano Volodímir Zelenski y a varios líderes europeos para informarles del resultado de la cumbre. «En última instancia, depende de ellos aceptar», dijo. Recalcó que el objetivo es poner fin a la violencia inmediata: «Estamos hablando de detener la muerte de cinco, seis, siete mil personas a la semana, y el presidente Putin quiere verlo tanto como yo».Trump agradeció a los asesores que le acompañaron en Anchorage, entre ellos al senador Marco Rubio, su jefe diplomático en esta cita, cuya presencia evitó que la reunión se celebrara a solas con Putin. También destacó al secretario del Tesoro, Scott Bessent, responsable de explorar los posibles acuerdos económicos. Subrayó que el principio de entendimiento incluye un relanzamiento de la cooperación económica, un terreno en el que coincidió con Putin, que presumió de un crecimiento del 20% en el comercio bilateral desde el inicio de la nueva administración en Washington. Ambos señalaron la tecnología, la exploración espacial y el Ártico como campos prioritarios para una nueva etapa de colaboración.Las declaraciones también sirvieron a Trump para ajustar cuentas con el pasado. Recordó que durante su primer mandato la relación con Putin se vio entorpecida por la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016, a la que se refirió como un «engaño criminal». «Él sabía que era un engaño, yo sabía que era un engaño, pero nos complicó avanzar», dijo. Putin sonreía: lo hacía porque aquel relato, compartido ante las cámaras, era también su victoria, la prueba de que su versión de la historia había terminado instalada en boca del presidente de Estados Unidos.

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