Baile de gestos y contención de Trump y Zelenski para mantener los puentes y evitar un nuevo choque en la Casa Blanca

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Baile de gestos y contención de Trump y Zelenski para mantener los puentes y evitar un nuevo choque en la Casa Blanca

«Estoy muy nervioso», había confiado un miembro de la delegación a un periodista estadounidense poco antes de que la figura de su presidente, Volodímir Zelenski , emergiera de un coche blindado en la puerta de la Casa Blanca. No era para menos. Ni por los antecedentes, ni por lo que estaba en juego.Donald Trump esperaba en el marco de la puerta, con su humanidad gruesa, que empequeñece todavía más al actor metido a presidente y, tras la invasión decretada por Vladímir Putin en febrero de 2022, líder de la resistencia militar ucraniana. Era el mismo escenario que hace casi seis meses, el 28 de febrero. Las mismas banderas de los soldados apostados en la Casa Blanca, el mismo color en la corbata de Trump. Aquello acabó como el rosario de la Aurora. Zelenski llegaba a firmar un acuerdo sobre acceso de EE.UU. a minerales raros de su país, y la visita acabó sin firma y con una bronca histórica. La azuzó el vicepresidente, J.D. Vance, y la redobló el propio Trump. Aquello fue una sacudida a las relaciones internacionales , una quiebra en la relación de la primera potencia mundial con sus socios tradicionales.Noticia Relacionada estandar Si Zelenski llega a la Casa Blanca para pedir a Trump que imponer la paz a Putin «por la fuerza» David Alandete El general Keith Kellogg, asesor de la Casa Blanca, se ha reunido con el mandatario ucraniano y le ha resumido las exigencias de PutinEsta vez, el tono fue muy diferente. Tanto Trump como Zelenski se empeñaron en mantener las formas. El momento lo imponía. El presidente estadounidense había visto a Putin solo tres días antes y llegaba alineado con la posición del presidente ruso: renuncia a buscar un alto el fuego inmediato y apostar por un acuerdo de paz mucho más complicado, que incluiría cesiones territoriales amplias de Ucrania a cambio del congelamiento de la línea de los frentes y garantías de seguridad para el Gobierno de Kiev.El cambio se evidenció desde ese momento en el que Zelenski salió de la limusina. No llevaba la camiseta negra militar que vestía en febrero y que Trump y muchos de sus aliados entendieron como una falta de respeto. Zelenski vistió una chaqueta oscura, similar o la misma a la que llevó en el funeral del Papa Francisco y en la última cumbre de la OTAN.Trump correspondió delante de las cámaras con un gesto amable hacia su ropa y le echó la mano por encima del hombro antes de responder a los gritos de los reporteros sobre su mensaje al pueblo ucraniano: «Los amo».Lección aprendidaTodo comenzaba con normalidad, lo que nunca se puede dar con hecho en el estilo político de Trump. El presidente de EE.UU. llevó a Zelenski al Despacho Oval, el teatro de la bronca de febrero. En alguna sala de la Casa Blanca ya esperaban los otros invitados a la cita, los mandatarios europeos. Eran la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen ; el secretario general de la OTAN, Mark Rutte , y los presidentes y jefes de Gobierno Emmanuel Macron (Francia), Keir Starmer (Reino Unido), Friedrich Merz (Alemania), Giorgia Meloni (Italia) y Alexander Stubb (Finlandia).Es fácil imaginárselos conteniendo la respiración, siguiendo el encuentro de Trump y Zelenski por el circuito cerrado. Lo primero que se vio invitó al optimismo: una intercambio divertido entre el ucraniano y Vance, sentado en el mismo sofá desde el que perpetró una encerrona hace medio año.Y, quizá en un guiño a Vance, lo primero que hizo Zelenski en su intervención fue decir ‘gracias’ cuatro veces en diez segundos. En febrero, el vicepresidente, un puntal de la ideología ‘America First’ (América primero), contraria al intervencionismo internacional estadounidense, le afeó que no agradeciera lo suficiente a EE.UU. su apoyo multimillonario en la guerra.Quedó claro que Zelenski y Trump llegaban con la lección aprendida y con la intención de no tirarse los trastos a la cabeza y hacer estallar el encuentro. Tras el traje, el segundo gran gesto del ucraniano fue entregar a Trump una carta de su esposa para la primera dama de EE.UU. Melania Trump. Es una práctica ya establecida por los líderes que visitan la Casa Blanca: cualquier conversación tiene que empezar con agasajos verbales hacia Trump y, como mínimo, detalles personales.«Hubiera preferido que hubiera sido para mí», respondió Trump, divertido, sobre la misiva. El multimillonario neoyorquino aseguró que era un «gran honor» tener allí a Zelenski.Sin perder la cordialidadTras las palabras iniciales, comenzaba lo más difícil, las preguntas de los periodistas. Trump y Zelenski caminaron con cuidado. Algo reseñable sobre todo para el estadounidense, que no destaca por su contención o disciplina. Pero la tuvo y mucha. Cuando le preguntaron quién tenía mejores cartas en la guerra, si Rusia y Ucrania, rehuyó responder, después de haber apostado por los rusos sin ambages durante meses.En una pregunta de un periodista ‘trumpista’ sobre la necesidad de que Ucrania celebre elecciones a pesar de la guerra, Trump no hurgó en la herida, aunque ha llamado «dictador» a Zelenski en repetidas ocasiones. Zelenski, que también es agresivo, no entró al trapo en ninguna cuestión y respondió con amabilidad a las preguntas incisivas. Y Trump tiró manta de vaguedad en los asuntos más controvertidos -cesión de territorios, detalles sobre garantías de seguridad- lo que ayudó a evitar cualquier incendio diplomático.Con el paso de la reunión, algunos periodistas cuestionaron a Trump por asuntos domésticos, como su intención de eliminar el voto por correo o los niveles de criminalidad en Washington. «Odio quitarte tiempo con esto», le dijo a Zelenski mientras se perdía en cuestiones políticas ajenas a la guerra. Es probable que al ucraniano no le importara: salió de allí con la relación con Trump, por el momento, en pie.

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