La organización animalista PETA ataca a Nintendo por el aro nasal de su vaca en ‘Mario Kart World’

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La organización animalista PETA ataca a Nintendo por el aro nasal de su vaca en ‘Mario Kart World’

PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) lleva más de cuarenta años siendo una de las organizaciones más polémicas y mediáticas del planeta. Su estrategia siempre ha sido clara: provocar para generar conversación. Desde desnudos masivos contra el uso de pieles hasta irrupciones en desfiles de moda, su estilo combina el activismo radical con el marketing viral. Lo que pocos imaginaron es que, en pleno auge del entretenimiento digital, PETA encontraría en los videojuegos un nuevo frente de batalla. Para ellos, los animales virtuales no se quedan en los píxeles: son narrativas, símbolos y representaciones culturales que moldean la forma en que millones de personas aprenden a relacionarse con los animales.Con este manifiesto por delante, PETA lleva más de diez años lanzando campañas contra el sector del videojuego. La más reciente arremete contra Nintento por una característica de uno de sus personajes en ‘Mario Kart World’, el juego superventas de la Switch 2. Todo por la vaquilla Desde su debut en 1992, Mario Kart había evolucionado de un spin-off de carreras de personajes de Nintendo a un fenómeno cultural que atraviesa generaciones, con torneos, memes y comunidades online dedicadas a cada circuito y personaje. La pista «Pradera Mu-Mu», un homenaje a niveles anteriores llenos de granjas y praderas, estaba claramente pensada como guiño nostálgico para los jugadores veteranos. Sin embargo, PETA no cae en la nostalgia.La organización centró su atención en la vaca (ahora personaje jugable), más concretamente, en su aro nasal. En la vida real, estos aros se utilizan para controlar y someter al ganado, y su aplicación puede resultar dolorosa, incluso provocar rechazo materno en los terneros, según denuncia PETA. Para la ONG, un elemento aparentemente trivial en un videojuego de carreras es un recordatorio de prácticas de explotación animal que persisten en el mundo real. El comunicado de la organización incluye propuestas concretas, como reemplazar el aro por un simple lazo decorativo o eliminarlo por completo, sugiriendo incluso un «glow-up» compasivo para la vaca que permitiera mantener la estética del juego sin reproducir simbologías de dolor. Nintendo, fiel a su tradición, optó por el silencio, dejando que la comunidad debatiera entre la risa, la indignación o el apoyo tibio.Cárceles, guías veganas y peleas de gallosEsta protesta, en realidad, tiene mucha historia detrás. En 2012, el mundo de los videojuegos se encontraba en plena transición. La era de los juegos flash estaba en su apogeo, las consolas portátiles dominaban los bolsillos de los jugadores y los smartphones comenzaban a consolidarse como plataformas de juego. En paralelo, Pokémon ya se había convertido en un fenómeno cultural global, y fue en este contexto que apareció ‘Pokémon Black & Blue: Gotta Free ‘Em All! ‘, una parodia (o queja) desarrollada por PETA. En ella, Pikachu y otros Pokémon aparecían ensangrentados, acusando a sus entrenadores de explotación y mostrando las Poké Balls como cárceles. Para algunos fans, la propuesta era absurda; para otros, un recordatorio incómodo sobre la forma en que se representaba a los animales incluso en un mundo ficticio.Ocho años después, en 2020, la pandemia de la COVID-19 hizo que el ecosistema de los videojuegos volviese a transformarse radicalmente. El punto de vista de ellos como mero entretenimiento fue desplazado para que empezasen a considerarse refugios sociales, plataformas para convivir, compartir y, sobre todo, escapar del aislamiento, aunque fuese solo momentáneamente. El lanzamiento de ‘Animal Crossing: New Horizons’ coincidió con el inicio del confinamiento y se erigió como videojuego elemental para sobrevivir a la incomunicación. La fama también fue favorecida por el hecho de que su predecesor ya contaba con ocho años de antigüedad y que la comunidad ansiaba desesperadamente una nueva entrega. Fue en este escenario que PETA irrumpió con su Guía Vegana para Animal Crossing. La organización advertía que actividades aparentemente inocuas -pescar, cazar insectos o recolectar almejas- podían trivializar la explotación animal.La prensa describía el juego como «cura emocional del confinamiento», mientras PETA recordaba que, detrás de un paraíso digital, se reproducían hábitos que normalizan la dominación sobre los animales. En 2021, la industria de los videojuegos AAA (títulos desarrollados y distribuidos por grandes compañías con presupuestos elevados tanto de desarrollo como de marketing) apostaba por el realismo y la autenticidad cultural. ‘Far Cry 6’, ambientado en un Caribe ficticio, incluía entre sus mecánicas un minijuego de peleas de gallos. La historia se cuenta por sí sola. Hasta entonces, la saga había mostrado violencia extrema -armas, explosiones, asesinatos- sin generar protestas específicas de PETA. Sin embargo, la inclusión de los gallos tocaba un nervio distinto. En su comunicado, PETA calificó esta mecánica como glorificación de «un deporte de sangre», donde los gallos sufren heridas fatales y agonizantes provocadas por espuelas. La organización exigió a Ubisoft que eliminara o reemplazara el minijuego por otro que «no glorificara la crueldad animal», y aunque Ubisoft no foreció una respuesta oficial al respecto, la reacción en foros como Reddit fue mayoritariamente crítica hacia PETA, como normalmente acostumbra a ser cuando la organización declara contra cualquier videojuego. Una estrategia poco matizadaA primera vista, las campañas de PETA parecen coherentes con sus principios: proteger a los animales y denunciar cualquier forma de sufrimiento, real o simbólica. Sin embargo, su estrategia despierta dudas sobre la eficacia y la proporcionalidad de sus intervenciones. Mientras denuncia a Mario Kart o Animal Crossing, rara vez se cuestiona el contexto cultural del juego, la intencionalidad de los desarrolladores o la comprensión real de sus audiencias.

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