Las tretas de Antonio Palacios para conseguir los terrenos del Círculo de Bellas Artes

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Las tretas de Antonio Palacios para conseguir los terrenos del Círculo de Bellas Artes

Desde las alturas de un Círculo de Bellas Artes aún en construcción, el arquitecto Antonio Palacios se asomaba al abismo y lo que veía ante él era el Madrid del futuro, el mejor Madrid, al que él mismo estaba contribuyendo muy activamente. Calle Alcalá abajo, la extraordinaria sede del Banco del Río de la Plata (hoy, Instituto Cervantes), con sus cariátides; al fondo, el Palacio de Comunicaciones, actual ayuntamiento de la capital, que también llevaban su firma. Y bajo sus pies, un edificio aún en construcción en agosto de 1924, destinado a convertirse en uno de los más bellos de la ciudad.El gigantesco edificio que se construía en la calle de Alcalá, frente a la Gran Vía y sobre los terrenos que fueron jardines de la Casa Riera, como señalaba la crónica, llamaba la atención de quienes pasaban por la acera de enfrente. Se veía, por sus hechuras, que aquello iba a ser algo sobresaliente, con aquel esqueleto de hierro que poco a poco se iba cubriendo de piedra y que dejaba a la gente pasmada, «preguntándose qué genio oculto es capaz de obra tal».El genio era un gallego callado que no había dejado de crear maravillas desde que salió de la Escuela de Arquitectura. Él mismo lo contaba: «Termino de carrera en el año 1900 y ese mismo año obtuve el primer premio del concurso de la Casa de Correos y el del Puerto de Bilbao». Suyo era también el Hospital de San Francisco de los Cuatro Caminos (conocido ahora como Hospital de Maudes), los hoteles Alfonso XIII y Florida… y ahora este «Palacio de los artistas españoles», que tal era el fin del edificio.Noticia Relacionada Historias Capitales estandar Si El mítico Hotel Florida, refugio de escritores que terminó siendo material de reciclaje Sara Medialdea Sus barandillas originales aparecieron hace pocos años en otro edificio madrileño«Había que proyectarlo con extraordinaria magnitud», apuntaba su autor, porque «une a su vida social, tan importante como la del más importante Casino, la vida artística en sus diversas manifestaciones» y por eso precisaba «locales de excepcionales proporciones». Un obrón de 10 millones de pesetas d ella época, que contaba con «salas de exposición, teatro, piscina, termas, gimnasio, patinadero, sala de esgrima», y también los espacios para los estudios de Bellas Artes, además del gran teatro.Desde el principio proyectó Palacios un enorme salón de fiestas, de 28 metros por 25 y 18,5 de altura. Y espacios para cada utilidad: un primer ático en la sexta planta para «biblioteca y los salones de lectura y salas de ajedrez; todo aquello que requiere recogimiento y silencio»; un segundo ático con salas de recreo, los comedores de socios en la primera de las terraza, y la segunda dedicada a grandes estudios de pintura, escultura, arquitectura, taller de grabado y fotografía, clases de música y literatura… Una gran torre de 23,5 metros remataba el conjunto.Círculo de Bellas Artes de Madrid, en construcciónAntonio Palacios fue exquisito en la búsqueda de la belleza y la grandiosidad, tanto en los ornamentos como en el estilo, pero también consiguió un diseño eminentemente funcional. Para cuando el edificio se terminó, el Círculo de Bellas Artes ya contaba con más de 5.000 socios, decía la prensa de la época. En su inauguración, el 8 de noviembre de 1926, el periodista asomado a la última terraza, a 78 metros de altura de la calle, disfrutaba de una visión de la ciudad en la que todo le parecía «diminuto».Se presumía entonces del carácter nacional del proyecto, donde todo era español, desde los mármoles, sedas, muebles y alfombras, hasta el talento de su arquitecto. MÁS INFORMACIÓN El dirigible ‘España’, que sobrevoló la estatua de la diosa Cibeles El primer ‘aparcamiento’ de Madrid, que va a cumplir cien añosFue un acierto el lugar elegido, tan emblemático y en pleno ojo del huracán. Al parecer, lo consiguió Palacios gracias a una sagaz treta: lanzó junto a esta oferta otras por diferentes espacios, entre ellos el local que ocupó muchos años el Banco de Bilbao, en la esquina con Sevilla, o el de la Telefónica, en la Gran Vía. Así consiguió que el administrador del marqués de Casa Riera cediera algo en su «primitiva y exorbitante petición» y pusiera finalmente un precio de 2 millones de pesetas a la parcela. Una exposición de Zuloaga fue la primera que pudieron ver en el Círculo sus primeros visitantes, entre ellos el rey Alfonso XIII.

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