El árbol que plantó el abuelo, el gallinero, el campo en el que trabajaba el hombre que saludabas cada mañana, el olor a pino y a tomillo, la textura del pan recién hecho en el horno de la aldea… Un incendio no solo hace arder el monte, los pueblos y los animales, también consume algo tan íntimo como las raíces, la historia y la manera de sentir y de vivir el paisaje. El fuego se lleva con él, como explica la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, CEO de Psique Cambio ( @psique.cambio ), «lo que nos da identidad y lo que, por muy pequeño que parezca desde fuera, da sentido a la vida»; dejando a cambio «un silencio que da miedo, una mezcla de incredulidad, rabia y una sensación de vació que cuesta poner en palabras». Y además lo que sucede a menudo es que las personas afectadas por un incendio no se permiten sentir pues, como apunta Gil Bóveda, se dicen a sí mismas que hay que ser fuertes o que al menos están vivas. Y aunque eso sea cierto, también es verdad que han vivido un trauma y que eso requiere «tiempo, espacio y acompañamiento». Los síntomas comunes del trauma como las pesadillas, los recuerdos invasivos, la hiperactivación del sistema nervioso y la hipervigilancia, aparecen como respuestas fisiológicas a una amenaza vivida muy cerca, según precisa la psicóloga. Pero no solo quienes han vivido el fuego directamente lo padecen ya que, como aclara Gil Bóveda, incluso observarlo desde la distancia a través de los medios de comunicación deja una huella emocional. Es el llamado estrés vicario , un dolor empático que toca profundamente. Noticias relacionadas reportaje Si Viaje al infierno español: un recorrido por las entrañas de los incendios Texto: Karina Sainz Borgo | Fotos: Ignacio Gil estandar Si ASÍ SE REGENERA UN BOSQUE El camino que tienen por delante las más de 100.000 hectáreas quemadas Isabel MirandaFases del duelo tras un incendioDespués de vivir situaciones límite, desalojos atravesando llamas y de ser testigos de la tragedia de ver sus negocios y sus hogares en ruinas la indignación, el miedo y la tristeza se apoderan de aquellos que lo han sufrido en primera persona y muchos sienten que la ayuda recibida es escasa o tardía , un agravante que pueden intensificar la impotencia , según explica la psicóloga y experta en neurociencia, Ana Asensio ( @vidasenpositivo_anaasensio en instagram). Ver el pueblo y los montes consumidos por el fuego provoca una herida que va más allá de lo material y que suele dar lugar a un duelo difícil e intenso. De hecho, como explica Asensio, el duelo no es algo que se produce solo con la muerte de un ser querido, sino que también puede darse cuando se pierde una casa, un negocio, un pueblo o incluso un paisaje. Y en el caso concreto de un incendio el duelo se manifiesta con toda su crudeza porque arrasa con vidas enteras y hace perder puntos de referencia como el hogar y el entorno, tal como aclara Asensio. Cuando algunos pueden regresar a casa el silencio pesa pues a pesar de que el fuego, en el mejor de los casos, se ha conseguido extinguir, queda el humo en la garganta, las imágenes de angustia en la retina, el olor a ceniza en la ropa y una herida emocional sobre la que les cuesta hablar ya que, como recuerda Asensio, también se ha dañado la seguridad, los recuerdos y el futuro imaginado. Posibles impactos sobre la salud mental Experiencias similares anteriores revelan, según apunta la psicóloga y experta en neurociencia, Ana Asensio, que los incendios forestales pueden generar estos efectos perjudiciales sobre la salud mental: – Frecuentes trastornos por estrés postraumático, depresión y ansiedad. – Aparición de un fenómeno emocional llamado solastalgia, una tristeza profunda por la pérdida del paisaje que antes brindaba consuelo y conexión vital. – Efecto negativo del humo sobre la salud mental pues, además de ser un peligro para las vías respiratorias, aumenta el riesgo de depresión, ansiedad y trastornos del estado de ánimo, especialmente en el caso de mujeres, niños y poblaciones vulnerables. – Aumento notable de los ingresos hospitalarios relacionados con la salud mental entre cinco y seis días después de un gran incendio. El incendio no acaba con las llamas pues deja heridas profundas. Tras el miedo, el shock y la incertidumbre que provoca una tragedia también puede vivirse el citado duelo de la pérdida que, según explica Asensio, se puede manifestar en estas fases: 1. Shock e incredulidad : «¿Cómo puede estar ardiendo mi pueblo?», se preguntan inicialmente los afectados. 2. Confusión, ira, miedo, descontrol y pérdida. Estas son algunas de las emociones intensas y comunes que se suelen dar ante la destrucción del entorno y del hogar. 3. Síntomas físicos y psicológicos . La angustia persistente, el insomnio, la hipervigilancia, la ansiedad, los recuerdos intrusivos, el nerviosismo o los bloqueos emocionales son comunes en este tipo de duelos traumáticos. 4. Dolor profundo que se experimenta con la certeza de que algo muy importante se ha perdido para siempre, y que puede intensificarse si el desastre ha sido súbito o devastador. 5. Aceptación o adaptación . Poco a poco, con apoyo y tiempo, llega la capacidad de reconstruir, de resignificar lo vivido y de reconectar con la vida.Una vez que haya pasado el tiempo y, si las otras fases han estado atendidas o tratadas, la psicóloga Ana Asensio aclara que puede llegarse a la fase de adaptación con la sensación de haber sido sostenidos por los demás y también con la capacidad de sostenerse por uno mismo y conectar con la esperanza necesaria para reconstruir, compartir y reconectar de nuevo con el entorno y con los demás sacando el lado más resiliente de una manera orgánica. Eso sí, la experta aclara que cada fase requiere su tiempo y que es importante no tener prisa, ya que no todas las personas viven por igual la pérdida. «No hay un duelo igual para todos», insiste.Noticia Relacionada estandar No El mapa de los incendios: en 2025 se han quemado casi 345.000 hectáreas con la mitad de fuegos que en 2022 ABCAlgo que conviene en las fases iniciales, como apunta Asensio, es dar espacio a lo humano hablando, compartiendo y contando lo que se ha vivido. «Narrar la experiencia personal permite organizar a nivel cerebral y emocional lo que pasó y aliviar la carga psicológica. Eso ayuda a que no se enquiste la experiencia traumática y se empiece a procesar. Es importante saber que cuando se dan experiencias traumáticas y dolorosas el silencio prolongado es un peso que enferma», revela. Sentirse acompañado y en comunidad ayuda a… Reducir la soledad y el aislamiento Crear espacios de escucha y desahogo Recuperar juntos lo perdido a través de proyectos colectivos (limpieza, reconstrucción y posterior reforestación) Sentido de pertenencia y esperanza, tan necesario cuando todo lo demás parece haber desaparecidoTambién es importante recibir apoyo psicológico. De hecho, los equipos de emergencias ponen a disposición de los ciudadanos la ayuda de los psicólogos especializados que ayudan a afrontar lo que se vive en las primeras fases del duelo. Cómo protegerse frente a la tragedia«No hay recetas mágicas», recuerda Gil Bóveda. Habrá personas que lloren sin parar, habrá quienes rían, habrá quienes no tengan hambre y no puedan dormir o quienes necesiten coman de forma abundante o apenas puedan levantarse de la cama. En los primeros días todo puede entrar dentro de la normalidad pues, como asegura la psicóloga, esa montaña rusa de emociones es humana y es importante permitirse sentir, sin exigirse estar bien y sin abrumarse por todos esos «debería…» que afloran en la mente. Para ayudar en ese proceso, la psicóloga comparte estas reflexiones directas hacia los afectados a modo de guía emocional: 1. Permítete sentir lo que sientes. No minimices tu dolor. Perder tu casa o tu tierra es terrible. Y como cualquier duelo, pasará por fases: negación, rabia, tristeza, confusión. No intentes acelerar el proceso. Date permiso para llorar, para gritar, para estar en silencio.2. Comparte y comunícate. La tristeza compartida duele menos. Habla con alguien que sepa escuchar sin juzgar. Comparte lo vivido. A veces no necesitamos consejos, solo que nos escuchen o recibir un abrazo. Si no lo encuentras en tu entorno, busca ayuda profesional.3. Crea pequeñas rutinas para recuperar el control. Reconstruir una mínima rutina con acciones sencillas y cotidianas -comer a una determinada hora, caminar y dormir siempre a la misma hora- ayuda al sistema nervioso a encontrar algo de calma y de estructura básica en medio del caos.4. Cuida tu mente como cuidas tu cuerpo. Descansa lo que puedas, come bien, escribe en un diario, haz ejercicio moderado (aunque sea dentro de casa)… todo eso ayuda al cuerpo y al la mente a reconectarse. Evita el alcohol o drogas como escapes dañinos.5. Protege a los más pequeños y más vulnerables . Si hay niños o adolescentes cerca, habla con ellos con sinceridad, sin sobrecargarlos. Permíteles preguntar, dibujar, jugar, expresar. Ellos también han perdido, aunque lo expresen diferente. A veces una pesadilla o un dibujo triste dice más que mil palabras.6. Limita la exposición digital a la tragedia. El exceso de noticias no informa: genera angustia. La sobreexposición aumenta la ansiedad y puede causar un estrés vicario incluso en quienes no han vivido el incendio en primera persona. Filtra lo que ves y cuánto lo ves. Protege tu mente.Lo que peor lleva el cerebro humano, según apunta la CEO de Psique Cambio, es la incertidumbre . Por eso aconseja agarrarse a la cotidianeidad para sentir que uno sigue ahí y que puede aportar y actuar: «Sí, duele. Duele muchísimo. Parece que nada volverá a ser como antes. No se puede mirar a otro lado cuando lo que fue tu vida ahora es ceniza. Y aunque todos te digan que lo material se recupera, tú sabes que no es tan fácil. Porque no era solo una casa: era tu hogar. No era solo un árbol: era parte de tu historia», plantea Gil Bóveda.

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