Javier Madrigal contempla impotente un fuego sin control que devora decenas de miles de hectáreas en el noroeste de España. Pero, a diferencia de la mayoría, él lo hace ya sin sorpresa, con la mirada del experto que se ha cansado de avisar lo que estaba por llegar. Sus avisos llegan en sus publicaciones científicas, a través de su blog FuegoLab y también desde la Oficina de Ciencia y Tecnología que asesora al Congreso de los Diputados. Dice que lo que está ocurriendo este verano es «extraordinario» y confirma lo que otros científicos e ingenieros de Montes como él pronosticaron hace veinte años.—Todos los años el monte se quema, ¿por qué este año la situación es extraordinaria?—Por la simultaneidad de los fuegos. Tenemos grandes incendios al mismo tiempo con comportamientos muy complicados por el viento y que, además, están cerca de poblaciones. El manejo de este tipo de emergencias es muy complicado. Esta situación desborda a los sistemas de extinción y es casi imposible atender a todos los afectados. —El invierno pasado terminó una sequía larga que dejó los árboles secos. Después tuvimos una primavera muy lluviosa que trajo una vegetación que ahora se ha convertido en el mejor combustible. ¿Nadie podría prever lo que podía ocurrir este verano?—Esto no es un problema de uno o dos años atrás. El problema empezó en los años 60-70 del pasado siglo y se agravó con la migración a las ciudades. Aunque este año se hubiera limpiado el exceso de vegetación de la primavera, no podríamos haber evitado lo que está ocurriendo. La respuesta está en hacer una planificación a largo plazo. Lo que estamos viendo hoy es la consecuencia de sesenta años de abandono del mundo rural.Noticias relacionadas estandar No León contra las llamas: «Esto se muere y no hay forma de hacer nada» Isabel Jimeno estandar Si El nuevo perfil de incendiarios: jóvenes que queman el monte por diversión Jesús Hierro—Tenemos menos incendios, ¿pero son más trágicos?—Hemos pasado de tener, a finales del siglo XX, 30 o 40.000 incendios al año y ahora estamos en torno a 8-10.000 fuegos anuales. Como hay menos gente en las zonas rurales, también hay menos negligencias. Paradójicamente, al haber menos focos, se acumula combustible en la siguiente campaña y en la siguiente y eso hace que en campañas como esta, donde se reúnen las peores condiciones con mucho combustible vegetal y mala meteorología, asistamos a estos grandes fuegos. Lo que estamos viendo no es ni será un problema de las zonas rurales. Este año hemos visto el incendio de Tres Cantos, en Madrid, a las puertas de una gran urbe y hace años en Vigo, donde caían las pavesas directamente sobre la ciudad. Son advertencias de que los nuevos fuegos también pueden llegar a las ciudades.—¿Nos enfrentamos a incendios de sexta generación?—Bueno, ahí hay discusión entre autores. Este concepto se ha popularizado para definir aquellos incendios que están fuera de la capacidad de extinción y generan su propia meteorología. Lo que estamos viendo este año entraría más en la categoría de cuarta y quinta generación con muchos incendios activos al mismo tiempo, cercanos a poblaciones. —Los políticos, los vecinos afectados están pidiendo más medios de extinción, más brigadas profesionalizadas, ¿son necesarios?—Un aumento del contingente no traería una mejora importante. La situación actual es fruto de unas circunstancias extraordinarias, no porque haya pocos medios. Es lógico que se reivindique una mayor profesionalización de los bomberos forestales y más en esta situación de calentamiento global. Lo que mejoraría nuestra situación sería una apuesta política seria por la gestión de nuestras zonas forestales con cambios socioeconómicos fuertes y a largo plazo. Son medidas políticas muy valientes y que no se asumen. Actuar sobre el territorio, no actuar solamente sobre los medios de extinción, eso sí sería prevención real. ¿Eso quiere decir que tendríamos que olvidarnos de los medios? No, pero sería mucho mejor mantener los que tenemos y mejorar su formación y situación laboral.«Si no hay nadie viviendo en el monte, no sirven de nada las medidas que se propongan»—Cíteme alguna de esas medidas valientes que no se están tomando a nivel político.—Tenemos un ministerio de Reto Demográfico, pero ese reto aún no se ha afrontado. Por mucho que propongamos medidas eficaces como favorecer el pastoreo o las explotaciones forestales si no hay nadie viviendo en el monte o en los pueblos no sirve de nada. Necesitamos zonas rurales con mejores medios de transporte, colegios y servicio médico para atraer población. Debemos eliminar el estigma de trabajar en el campo que es algo tan digno y valioso como vivir en la ciudad. Eso no es fácil, ni se puede conseguir a corto plazo. Ponerlo en marcha a nivel nacional implica un pacto de Estado.Javier Madrigal, en su laboratorio—Si debemos convivir con el fuego, ¿cómo podemos convertirlo en nuestro aliado?—Eso es el concepto de fuego amigo, utilizarlo en nuestro beneficio. Es una de nuestras vías de trabajo: usarlo de manera controlada, planificada y orientada en épocas en las que se puede hacer con seguridad para prevenir incendios fuera de control. El problema es que no es un mensaje fácil de entender por parte de la población. Cómo explicas que la administración, en colaboración con los propietarios privados, va a empezar a quemar montes de forma planificada.«Hay ciencia y técnica que demuestra que quemar monte en invierno es seguro y puede prevenir incendios fuera de control como los que vivimos»—Hablamos de quemar el monte en invierno para que no se queme en verano, ¿no es muy radical?—Hay ciencia y técnica que demuestra que esto se puede hacer con seguridad, y ahora lo que hace falta es una apuesta de las comunidades autónomas junto a otras medidas muy necesarias como el uso de la ganadería extensiva o limpiar el monte con tratamientos mecánicos. Permitiría dar trabajo durante todo el año a los bomberos forestales.—¿Qué país es un ejemplo a seguir por su estrategia? Hay quien pone como ejemplo la gestión de Australia.—Precisamente en el suroeste de Australia se están recurriendo al fuego técnico. Imitan las tácticas de los aborígenes australianos de manera tecnificada y controlada. Siempre habrá incendios, pero se evita que se generen de esta intensidad y que haya puntos de oportunidad para los medios de extinción, desde donde pueden trabajar con eficacia. Esto también favorece la regeneración espontánea de especies forestales sin tener que invertir en grandes repoblaciones. —Hay zonas donde estructuralmente siempre hay incendios en verano y otras como la provincia de Soria que parece protegida. ¿Esto no puede depender solo de la meteorología?—No, claro, que no. El fuego es un problema socioeconómico y cultural y estructural. Soria tiene varias circunstancias por las que no hay tantos incendios o cuando los hay no son tan dramáticos. Es una provincia donde hay tradicionalmente explotaciones forestales, de madera, resinas o de setas. Sus poblaciones viven de esos recursos y hacen por cuidarlos. ¿Ese modelo es válido en todas las provincias? No, cada una tiene su paisaje y paisanaje y debe buscar su camino. —No sé si conoce la petición en la plataforma change.org donde se recogen firma estos días para pedir la prisión permanente revisable para los incendiarios. ¿Usted la apoya?—Personalmente, no. Ya de por sí las penas para quien provoque un incendio con la voluntad de hacer daño son muy altas, pueden caer hasta 20 años. No podemos resolver problemas socioculturales con medidas policiales y judiciales.

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