El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha situado la defensa del catalán, tanto a nivel oficial en Europa, como en su consideración como elemento de integración imprescindible para la inmigración, como un elemento central de cualquier negociación entre el independentismo y el Gobierno. Al respecto, ha venido a dar margen al Gobierno para lograr ese objetivo ante las instituciones europeas, acusándolo de haber perdido tiempo en esta demanda, pero reconociendo que ahora sí está haciendo los deberes, hasta el punto de usar ante los socios comunitarios una «narrativa» hasta ahora propia del nacionalismo. Puigdemont, que ha participado en la Universitat Catalana d’Estiu , en Prada (sur de Francia), con una conferencia dedicada a Pompeu Fabra, modernizador de la lengua catalana, ha centrado su intervención en la defensa del catalán , de manera principal en el contexto europeo. En este escenario, y midiendo mucho sus palabras, Puigdemont ha dado margen de confianza al Gobierno para que siga presionando en favor del objetivo de la oficialidad del idioma en las instituciones europeas , sin querer hablar de plazos para una eventual retirada de su apoyo al Ejecutivo en caso de no conseguirlo. En este escenario, ha reclamado tener «paciencia». «Cuando esto no tenga recorrido lo deberemos reconocer, pero todavía lo hay, y puede abrirse incluso el camino del litigio», ha apuntado el expresidente catalán.«El Gobierno se ha puesto a ello muy tarde, y por eso hemos perdido algún tren, entre estas cosas un cambio de gobierno en Alemania. No hicieron lo suficiente y tuvimos que sacar el espantajo de la cuestión de confianza », ha recordado Puigdemont, que no obstante sí ha valorado el cambio que se ha producido desde entonces: «Sí es cierto que ahora el ministro -en alusión José Manuel Albares – dice ahora cosas que no hubiésemos imaginado nunca, con una narrativa que es la nuestra»En este contexto, y en paralelo a una crítica al presidente Salvador Illa (PSC) por ser «débil» en su defensa de la lengua, Puigdemont ha redoblado sus ataques al PP, responsabilizándole de que los gobiernos europeos no hayan aceptado la propuesta del Ejecutivo español. « Gracias a Junts hemos conseguido que se pueda hablar catalán en el Congreso sin pedir permiso y que España haya llevado a Europa que el catalán sea reconocido oficialmente. Lo primero lo hemos conseguido, lo segundo todavía no», y quien lo impide son los «herederos» del franquismo, ha sostenido el expresidente catalán, recordando posteriormente que fue el PP, «haciendo llamadas a los gobiernos amigos», los que lo bloquearon. Sobre el mismo asunto, ha acusado de manera genérica al Estado de no aportar los medios suficientes para que las comunidades autónomas con una mayor presión migratoria integran a los recién llegados, un movimiento al que ha responsabilizado del retroceso en el uso social del catalán . En este contexto, ha atacado a la «derecha, extrema derecha y extrema izquierda españolista», que niegan a Cataluña, ha sostenido, la posibilidad de que asuma las competencias en inmigración, en alusión a PP y Vox, y también a Podemos.Noticia Relacionada Excluido de la cumbre con Trump estandar Si Sánchez no encuentra refugio en el exterior por sus roces con Estados Unidos Enrique Serbeto El presidente, excluido de la cumbre europea con Trump, solo acude a una reunión de balance posteriorSe trata de la segunda intervención política del presidente catalán este verano. La anterior se produjo también «en casa», como ha explicado el propio Puigdemont, en Prats de Molló , el pasado 28 de julio. Lo que se programó como un gran acto de reafirmación apenas congregó a unas 1.000 personas. Allí, pasando por encima de la crisis del PSOE o de su relación con este partido, Puigdemont centró su intervención en atacar a Vox y a Aliança Catalana, partido este último con el que compite de manera directa en la Cataluña interior. En relación a ello, y hoy desde Prada, Puigdemont se ha felicitado por el hecho de que, a su criterio, el nacionalismo catalán haya vertebrado su esencia en relación a la lengua y no el «supremacismo».
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