Fue en 2004 cuando los habitantes de Kiruna supieron por primera vez que su ciudad corría peligro. Debajo de la población más septentrional de Suecia, en Laponia, se abre camino una mina de hierro que amenaza la estabilidad de los edificios y sus cerca de 16.000 habitantes se resignaron a lo que en 2014 quedó definido como la madre de todas las mudanzas: toda la ciudad sería trasladada tres kilómetros al este, al pie de la montaña Luossavaara, junto al lago Luossajärvi. Lentamente, desde entonces, se fue construyendo un nuevo centro con edificios más modernos, mientras que la antigua Kiruna iba quedando progresivamente abandonada y en ruinas. Ahora se ha llevado a cabo la que seguramente es la operación más delicada del proyecto Mamut: la iglesia de Kiruna, con sus 672 toneladas de peso , se ha trasladado en un operativo seguido in situ por unas 10.000 personas y que la televisión pública sueca ha retransmitido en directo para todo el país. Se ha movido a una velocidad de aproximadamente un kilómetro por hora en un vehículo fabricado a tal efecto y con el que llegó a su destino este martes. La empresa minera LKAB, que pertenece íntegramente al Estado sueco, corre con los gastos del traslado de la iglesia, unos 45 millones de euros .Un cielo azul y despejado brilla sobre Kiruna en esta época del año, a la que sus habitantes se refieren como «sol de media noche» debido a que apenas hay horas de oscuridad. A sólo 145 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, la valla metálica en medio de la calle Församlingsgata advierte sobre el peligro de hundimiento del terreno. Los hallazgos arqueológicos han demostrado que la región alrededor de Kiruna ha estado habitada durante al menos 6.000 años y los sami locales conocían la presencia del mineral mucho antes de que el cartógrafo Anders Hackzell mapease el área en 1736. Gran parte del mineral se extraía durante el verano, en el siglo XIX, y se transportaba en invierno en trineos tirados por renos, a falta todavía de ferrocarril. El primer director ejecutivo de LKAB, en 1893, puso por nombre al asentamiento Kiruna, que es la abreviatura de Luossavaara-Kiirunavaara Aktiebolag (LKAB). En 1910 tenía ya 1877 habitantes oficialmente censados y su mayor pico de población se registró durante la II Guerra Mundial: tras la invasión alemana de Noruega, fueron apostadas tropas con orden de defender, o en su defecto volar, los puentes de Malmbanan, que conectan Kiruna con puertos en el mar Báltico y el mar de Noruega. Y sus años de mayor bonanza llegaron a partir de 1948, cuando obtuvo el estatus de ciudad y comenzó a recibir grandes cantidades de dinero de la empresa minera. De esos años data la mayoría de los edificios que ahora se están abandonando. El 10 de noviembre de 1960 fue inaugurado su aeropuerto y, desde la década de los ochenta, el turismo se ha convertido en una fuente adicional de riqueza. El año pasado, la compañía anunció el descubrimiento de un depósito de tierras raras de un millón de toneladas. Su circunvalación, una línea en el mapa, marca las casas que serán demolidas.Algunos de los habitantes se resistían al principio a la idea de dejar la ciudad. Conny Persson fue uno de los primeros en mudarse a Nueva Kiruna, con su perro Vamse, y reconoce que «no fue tan duro». Además de la generosa indemnización, «me instalaron en un nuevo apartamento, mucho más moderno y con más comodidades. Al principio iba y venía diariamente al trabajo, a sólo unos kilómetros pero de difícil trayecto en invierno. Pronto se trasladó también el edificio de las oficinas y ahora sólo tengo que caminar unos minutos». Y añade: «la llegada de la iglesia, que es un edificio histórico y que es imagen de identidad de la ciudad, nos ayudará a sentirnos más en casa».La iglesia, diseñada en su día por el arquitecto sueco Gustav Wickman , está siendo transportada en una sola pieza en un remolque controlado a distancia. Una calle entera ha sido ampliada para que pueda pasar por ella y, en medio de una gran expectación, incluso el rey Carlos Gustavo se ha acercado para presenciar personalmente el desplazamiento. Previamente, se desmontó el órgano de 1957 y el retablo donado por el príncipe Eugenio de Suecia, así como la estatua de San Jorge por la que es reconocible el templo y las cuatro estatuas que adornan su tejado y que representan a los sentimientos humanos. El suelo alrededor de la iglesia fue excavado para poder levantarla en alzada con varias grúas e instalarla «sobre un sistema de vigas», según ha explicado el gerente de proyectos de LKAB, Stefan Holmblad Johansson, que asegura que «se trata de un proyecto muy elaborado que implica a cientos de personas, desde su planificación hasta su ejecución, de manera que todos saben lo que tienen que hacer y se trata de no perder la concentración, pero no esperamos imprevistos».Los últimos habitantes en mudarse lo harán el próximo mes de enero. Ya sólo protestan los Sami, el último pueblo indígena de Europa, que siempre ha vivido en Kiruna. En manifestaciones y actos reivindicativos, culpan a la mina de perder su tradición y su modo de vida. «El pastoreo tradicional de renos está al borde del colapso», argumenta Jessika Allas, de Gabna Sameby, que muestra en redes sociales videos de renos corriendo desorientados por las calles de Kiruna.

Leave a Reply