Marian L. Tupy: «Culpables del calentamiento son los que frenaron el paso de la energía fósil a la nuclear»

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Marian L. Tupy: «Culpables del calentamiento son los que frenaron el paso de la energía fósil a la nuclear»

Marian L. Tupy (Brezno, Checoslovaquia, 1976) es el fundador y editor de HumanProgress.org e investigador senior del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute, el ‘think tank’ liberal de Washington. Su línea de pensamiento se inscribe en el liberalismo optimista que afirma que hemos alcanzado uno de los mejores momentos de la historia, pero hay poderosas fuerzas que trabajan para desmantelar la prosperidad. Su último libro, ‘Superabundancia’, publicado por Deusto en España, cuestiona a ecologistas y neomaltusianos, demostrando que las cosas son más baratas y abundantes que antes y que la tecnología está desbaratando los pronósticos alarmistas sobre el declive de Occidente .—La geopolítica ha vuelto con fuerza para desplazar a la economía en el mundo actual. ¿Cómo se desenvuelve el libre mercado en las situaciones de confrontación?—El mundo siempre ha sido geopolítico, eso no ha cambiado. Lo que ha sucedido es que después de la estanflación de la década de 1970 nos dimos cuenta de que el socialismo y la ingeniería social eran un callejón sin salida. El mundo estaba listo para la competencia, para el libremercado y eso es lo que sucedió con la globalización a partir de los años 80 y hasta la crisis de 2007 y después el Covid. A lo largo de estos 30 años hemos visto grandes cambios, la pobreza ha ido a menos, el PIB per cápita ha ido a más, floreció el comercio y un largo etcétera, pero ha ido pasando el tiempo y se nos olvidan las lecciones, incluidas las de los años 70, y como somos humanos e instintivamente pensamos en términos de suma cero, volvemos a la economía socialista del reparto y cuando colapsa esta economía –que siempre acaba haciéndolo–, sólo entonces, estamos listos para volver al mercado otra vez. Esto es lo que está sucediendo con Argentina ahora mismo. Y no tengo duda de que, al cabo de unas décadas de crecimiento, las personas empezarán de nuevo a pensar en el socialismo. Podríamos decir que es un ciclo.—La invasión rusa de Ucrania ha arrasado un viejo supuesto en el que creían especialmente los alemanes: que el comercio trae la paz. Mucha gente cree que fue ingenuo pensar que permitir el libre acceso de China a los mercados mundiales iba a democratizar su país.—Me sorprende ese supuesto alemán, porque el comercio entre Inglaterra y Alemania era muy elevado antes de la Primera Guerra Mundial. Había mucho intercambio, pero eso no dio lugar a una paz. Ahora bien, la evidencia que tenemos indica que el comercio reduce las probabilidades de guerra, pero no la previene. Podemos decir que, en general, es mejor comerciar que no hacerlo. Pero no podemos eliminar el riesgo que supone el elemento humano, que personas como Xi, Putin o Hitler lleguen al poder.MÁS retos para un nuevo mundo noticia Si Eduardo Serra, exministro de Defensa: «El país debería ser consciente de que nada es gratis» noticia Si Gary Aitkenhead: «Dos ‘datacenter’ usan el 3% del agua de un campo de golf al año» noticia Si Javier Garat: «La pesca es la proteína más sana, pero se nos penaliza » noticia No Mauro Guillén: «La jubilación es la peor idea que pudimos tener» noticia Si Sehila González: «En 10 años habrá un prototipo de reactor de fusión nuclear»—El nacionalismo ha teñido la economía. Trump habla de MAGA, Biden de IRA y Europa habla de ‘campeones nacionales’. ¿Qué opina?—Todos vamos a ser más pobres si esta situación perdura. Es un error intentar competir con una política americana absurda basada en subsidios que no va a funcionar. Estados Unidos, por su capacidad de imprimir billetes, puede permitirse financiar estas ideas de Biden y de Trump cuyo resultado es el déficit y un incremento de la deuda pública. Esto de por sí es muy peligroso porque llegará un momento en que se agotará el dinero y se va a producir un colapso. España no puede imprimir billetes y no existe deuda europea, salvo en pequeñas cantidades, así que el riesgo de lanzar políticas absurdas es mucho menor que en Estados Unidos.—¿Podría Europa tener ahí una ventaja?— Sí. Una vía buena para Europa hacia la prosperidad es la desregulación, la liberalización, dejar de castigar la excelencia y la innovación. Europa tiene una política absurda que es la del principio de precaución, que tiene un efecto pernicioso sobre la innovación europea. Hay que liberalizar y eliminar este principio de precaución y luego Europa podría adelantar a Estados Unidos. Son los europeos los que tienen la llave de su futuro. Es mucho mejor adelantar a EE.UU. con mejores políticas que subvencionando la manufactura. Dejadnos a los americanos que metamos la pata. No lo repitan aquí.—El premio Nobel Angus Deaton dice en sus textos más recientes que su apreciación de que «la vida era mejor ahora que nunca antes en la historia» podría ya no ser cierta para una persona normal en los últimos años. ¿Se ha roto una tendencia o es algo puntual?—Depende de qué estadísticas estudias. Los ingresos estadounidenses ahora son superiores a todo lo anterior. Somos más ricos. La esperanza de vida sufrió con la pandemia, pero estamos remontando. Estas son las dos cifras más importantes a las que me puedo remitir. Es cierto que para lo rico que es EE.UU., nuestros indicadores sociales son peores que los europeos. Los europeos viven más, son menos obesos que los norteamericanos. ¿Por qué? Una posible respuesta es que el comportamiento del americano es distinto al europeo. EE.UU. es un país creado por personas predispuestas a asumir riesgos. Allí, la gente conduce más deprisa, beben más y tienen más accidentes de coche, se drogan más, mueren de sobredosis. Así que yo creo que puede que esta sea una de las razones por las que nuestros indicadores sociales están rezagados en relación con el PIB per cápita.—Deaton dice que la mayor amenaza para el progreso es el cambio climático. Y la segunda, que la globalización sea percibida como una amenaza. ¿Cómo una parte de la derecha se hizo antiglobalista?—Hace 20 años, en EE.UU. teníamos un partido político que era más escéptico con la economía libre: era el Partido Demócrata, que decía que éramos las víctimas de la economía global, del libre comercio. Pero llega Donald Trump y el Partido Republicano adopta esa postura. Esto no es sorprendente porque originalmente Trump era demócrata. Así que ahora los republicanos se han victimizado, igual que los demócratas. Ya no hay un partido político que hable de liberalización, desregulación, mercado libre, competencia, no, ahora son dos partidos políticos que se reparten el poder diciéndole a sus electores que son víctimas de tal y cual.«No existe un derecho fundamental a vivir congelado en el tiempo y permanecer en tu misma comunidad con el mismo trabajo que tenías hace 10 o 20 años»—¿Y qué le decimos a los perdedores de la globalización?—Pues que no existe un derecho humano fundamental a vivir congelados en el tiempo, que no puedes permanecer en tu comunidad, con el mismo trabajo que tenías hace diez o veinte años, sin ocuparte de cambiar las cosas. ¿Por qué vas a querer quedarte en un pueblo que ha perdido su fábrica, donde se cierran las iglesias, del que huyen los jóvenes, donde han cerrado los mercados? ¿Por qué te vas a quedar ahí? Yo creo que el ciudadano sufre un exceso de compasión, de contarle mentirijillas. En vez de eso, instaría a estas personas a abandonar esas comunidades moribundas y sumarse o crear comunidades sanas, florecientes.—¿Los liberales han subestimado el impacto de las emisiones contaminantes?—Creo que no. El cambio climático es un problema, pero no es una crisis existencial. La única manera de medir que algo es una crisis existencial o no es viendo si la gente se está muriendo por el cambio climático. A lo largo de los últimos cien años el número de personas que han fallecido por condiciones extremas climatológicas se ha visto reducido en un 99 por ciento. Es cierto que el planeta se está calentando, pero no es cierto que ni ahora ni en el futuro próximo el cambio climático vaya a cercenar vidas. En cambio, lo contrario sí es cierto: mueren ocho veces más personas en el mundo por frío que por calor. Y esto, si te preocupan las crisis existenciales, es importante. Ahora sí, buscas escenarios hipotéticos sobre el clima, pues igual se nos pueden ocurrir distopías sobre superinsectos o asteroides, pero lo importante, por lo que a mí respecta, es no reducir los estándares de vida, sino hallar las soluciones tecnológicas que tengan que ver con el CO2 y la más evidente en ese sentido es la energía nuclear.—¿No cree que se ha perdido demasiado tiempo discutiendo el cambio climático cuando el verdadero riesgo es el decrecentismo que se ofrece como alternativa?—Estoy de acuerdo. Pero yo daría un paso más y voy a ser directo: los verdaderos responsables del calentamiento global son aquellos defensores a ultranza del medio ambiente. Si ellos no hubieran impedido en la década de 1970 la transición del combustible fósil a la energía nuclear, hoy la civilización occidental no necesitaría hablar de las emisiones de CO2 porque contaríamos con abundante energía nuclear que no produce emisiones.—Le voy a decir algo que los liberales pueden estar subestimando esta vez: la caída de la natalidad y el envejecimiento de la población.—Cuando llegué al Instituto Cato en el 2002, hace ya 22 años, el proyecto más ambicioso que nos ocupaba era la reforma de la Seguridad Social , de nuestro sistema de pensiones, porque las tendencias que se apreciaban eran predecibles y teníamos la respuesta para ayudar a combinar atención para los ancianos con un índice de natalidad reducido. Los políticos hicieron caso omiso. No es que lo hayan infravalorado, es que los políticos no quieren tomar decisiones desagradables.«Hay medioambientalistas que dicen que somos un cáncer para el planeta, que cada niño es otra huella de carbono. Pues no, cada hijo nace con un pan debajo del brazo»—El problema no es sólo decidir, sino hacerlo con acierto.—Y como casi siempre sucede, el problema yace en quienes dicen que quieren lo mejor para el mundo, pero hacen las cosas de manera que no calculan que hay consecuencias inesperadas. Los socialistas, en Occidente en general, han hecho cada vez más difícil la construcción de vivienda nueva con sus regulaciones. Y esto quiere decir que los jóvenes, en vez de casarse pronto y tener más hijos, tienen que permanecer con los padres durante muchísimo más tiempo antes de poderse independizar y para cuando pueden hacerse con una vivienda ya están en la cuarentena y ya no les queda tiempo verdad para tener niños. Los socialistas la han fastidiado. Tarde o temprano las consecuencias negativas llegan y entonces ellos piden más leyes. ¿Para qué? Para reducir el impacto de los problemas que ellos mismos introdujeron.—El mundo siempre ha vivido en un planeta joven, ahora eso está cambiando. ¿Cómo se va a comportar el capitalismo con este fenómeno?—Soy liberal y esto quiere decir que no quiero obligar a las mujeres a tener más hijos si no quieren. Pero sí quisiera que fuera más fácil tener niños. Mi segundo libro, ‘Superabundancia’, se centra en esto. Hay medioambientalistas que dicen que somos un cáncer para el planeta, que cada niño es otra huella de carbono. Pues no, cada hijo nace con un pan debajo del brazo, no sólo para sus padres sino para la economía. ¿Por qué? Pues porque cada hijo viene con un cerebro que va a producir nuevos conocimientos, así que cuantas más personas nazcan, más ideas tendremos, más innovación, más ganancias de productividad. Y viviremos mejor.

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