Ha fallecido Marta Ferrusola, a los 89 años. Fue durante 23 años la primera dama de Cataluña, venerada por el público convergente y ridiculizada por los socialistas, entonces progres y marcadamente antinacionalistas. Representó la madre de familia orgullosa de serlo, madre y esposa, y de sacar adelante a su familia. Los socialistas no pudieron nunca con ella porque escenificaba la otra cara de la moneda de la mujer grosera, divorciada abortista e insatisfecha que pretendía propagar el feminismo sobre todo durante los años 80. Marta Ferrusola fue también y sobre todo el principio de la corrupción en Cataluña. Ella fue quien hizo chantaje emocional a su marido por no ocuparse de sus hijos, y le exigió como recompensa que les dejara hacer sus negocios a costa de su presidencia. Ella fue, de hecho, la primera en cobrarse el ‘sacrificio nacional’ de su esposo a través de su empresa de flores y jardinería, Hidroplant, que tuvo unos clientes y un nivel de contratación que siempre parecieron más relacionados con que su propietaria era la esposa del presidente que por las dimensiones y la envergadura de la marca. Marta y sus flores fueron la comidilla de los ambientes ‘cool’ de Barcelona durante algún tiempo, sobre todo cuando el Barça le encargó replantar el césped del Camp Nou.«Lo primero, Cataluña»Es cierto que la señora Ferrusola no lo tuvo fácil ni como esposa ni como madre. Pujol le dijo antes de casarse: «Marta, piensa que primero será Cataluña», y esta frase, que ha servido de excusa a tantos padres catalanes para desatender a sus familias, explica cómo se empezó a gestar la carrera de los hijos.Ferrusola perdió su primera batalla el día que no logró evitar que Carme Alcoriza, la secretaria ‘especial’ que Pujol tenía en Banca Catalana, se fuera con su marido a la Generalitat. El «Marta, primero es Cataluña» incluyó también a Carme, de modo que Ferrusola optó por la vieja estrategia de asumir la derrota en silencio pero haciendo vivir de fondo a su marido en la mala conciencia infinita. Pujol, que nunca estaba en casa, a veces porque tenía trabajo y otras porque se lo inventaba, compaginó la doble mala conciencia de ser un mal padre y un mal marido, con la vanidad de creerse con la misión de salvar a Cataluña, y justo en la bisectriz estableció una cenefa moral de difícil superación que consistía en justificar las fechorías de su prole porque era el precio que los catalanes teníamos que pagar a cambio del inmerecido gran premio de poderlo tener como presidente.De este modo, los hijos del ‘president’, protegidos por su madre y consentidos por su padre, se dedicaron a enriquecerse a través de los tentáculos de la Generalitat. Negocios algunos legales y otros no tanto, las cuentas en Suiza llamando «missals» -misales- a los millones de pesetas en el lenguaje en clave con sus abogados.Aquel fue un momento en apariencia anecdótico, pero que caló hondo en la sociedad catalana porque otro de los conceptos en clave que usaba la familia Pujol con los abogados andorranos y suizos era llamar a Marta Ferrusola, «la madre superiora del convento», realizando de esta manera la fantasía de que era a la vez la madre de Cataluña y la madre de Dios, en esos equívocos insondables y calenturientos que Albert Boadella exploró en su inolvidable ‘Ubú president’, y que siempre el nacionalismo ha manejado con una mezcla de espiritualidad de excursión a la montaña y de pequeño burgués más o menos próspero que se toca los pies mirando el culebrón de TV3.La comisión y el trapicheo fueron el precio que Marta le hizo pagar a Jordi para dejarle jugar a su Generalitat y a su secretaria. Si sus hijos no podían sacar amor de su padre, que por lo menos pudieran sacar provecho de su cargo.La venganzaEn el caso de Jordi Pujol hijo, ‘Júnior’, como le conocen familiares y amigos, además, el ‘president’ no sólo miró hacia otra parte, sino que le designó expresamente para que se dedicara a financiar al partido y a la familia, siempre para contentar a Marta. La doliente, la sacrificada, fue la que en silencio urdió la venganza dura y cruel contra el hombre que la había apartado, y le hizo sentir la oprobiosa vergüenza final ante los que le veneraban. Ante ellos arrastró Marta el mito del presidente incorruptible para que con la confesión de la herencia recibida en Andorra, sus hijos quedaran libres de cualquier acusación. La ‘Marta de Cataluña’, jefa y protectora de su familia y de todas las familias catalanas, no tuvo piedad para hundir a su marido y salvar a los hijos tal como Jordi había salvado a su secretaria Alcoriza. En el fondo todo ello, y cosas mucho peores, las tuvo en cuenta Pujol cuando creó Convergència a la medida de Cataluña y de los catalanes, y por eso CiU ganó todas las elecciones al Parlamento de Cataluña a las que se presentó como tal. Sin tanto estrépito no habría pasado nada, pero el coqueteo de los Pujol con el independentismo hizo saltar por los aires el pacto sagrado.Marta quiso hacer creer a los catalanes que lo de su marido justificaba lo de sus hijos. Nadie se lo creyó. Luego intentó que la humillación pública de su marido salvara a sus hijos y también fracasó: Pujol ha acabado deshonrado y sin haber podido evitar que sus hijos estén perseguidos por la Justicia. Porque un Estado puede aguantarlo todo salvo verse amenazado en su integridad, del mismo modo que una esposa puede aguantarlo todo salvo que su marido se vaya a vivir con la secretaria. Cuando Oriol Pujol ingresó en prisión dijo que era una represalia por lo que su proyecto político representaba. No es cierto. La verdad es que desde que CiU había dejado de ser leal al Estado proclamándose independentista, el Estado entendió que podía dejar de hacer la vista gorda ante tanto choriceo y denunciar ni más ni menos menos que lo que había.

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