Toda fila tiene sus jerarquías, toda espera su rutina, y el nuevo Bernabéu no escapa a estas leyes. Después del lleno de Taylor Swift, de Mbappé, en el día D de la era H, el viernes, cuando se rompieron los sistemas informáticos de medio mundo, se iba abriendo la Castellana a los primeros seguidores de Karol G. Ellos acampaban, ellos mismos señalizaban, mientras entre los árboles del bosquecillo del Mundial de Naranjito se congregaba, poco a poco, el público: fiel pese a las alertas y los colapsos que asolan el orbe. Cierto es que, como cantaba Joselito, Colombia tiene una copla. Y esa copla, reivindicativa, sincera, es la de Karol G. Lo primero que tenía que hacer el informador era centrar el tiro, la ubicación de sus devotos. Caían 37 grados, las doce y cuarto y un altavoz diminuto indicaba musicalmente al profano dónde se iban congregando los correligionarios de la ‘parcera’ a un lado de la Castellana . Bajo un desmochado cedro, Ruth iba redescubriendo «los sueños que se pueden cumplir» en referencia a la cantante: bien hidratada y guardando sitio, que en eso consistía todo.Noticia Relacionada estandar No El efecto Mbappé: el Madrid recupera el liderato como la marca de club más valiosa del mundo SERGIO DÍAZ ARCEDIANOYa desde la noche del jueves andaba montando guardia por el anhelo, confeso, de cumplir una «ilusión» que iba pasando por estar lo más cerca de la artista que actúa cuatro días en la capital. Esperaba que le llegara una pancarta, y en vista de la expectación surgida en un momento entre la canícula, fue improvisando un lema. Su hermana Helen, hondureña como ella, bien sabe de sufrimientos y calores. La experiencia de acampar en una Castellana con resabios del Sahel no se la iba a quitar nadie.De Asturias, con un abanico comprado ex profeso para dormir al raso en la Meseta, andaba Melanie, de Mieres. Acentos astures y un bolso con cacao de labios y tabaco para hacer más tierna la espera. Parecía que habían descubierto la importancia de una nevera portátil. En sus labios un futurible: «Ya la iremos rellenando con hielo». Melanie, en esta religión de los conciertos, pagaba una penitencia a cambio de un obsequio: una pulsera de la mercadotecnia de la estrella. Desde los prados astures a la capital, «cinco horas, con paradas», hasta el punto, bromeaba, de «quedarse sin repertorio en el coche».Detalle de un listado para autogestionar la espera del concierto TANIA SIEIRAEn los árboles flameaban y flamean indicadores con letrero artesano, improvisado, para repartirse en un Bernabéu camaleónico y enorme. Las amistades de una previa bien valen la eternidad, y así se iba conociendo Melanie a Sandra y Cristina, pucelanas de la industria láctea, que echaban su partida de mus a la sombrita. Aunque la noche durmieran al raso tropical no sólo les esperaba el anhelado concierto, también un hotel, ya, en la noche del sábado. A Melanie se le iluminó la cara cuando vio a María, cargando una bolsa con viandas, y el hielo, eso sí, en el estado físico que se podía. Asomaban una barra de pan y chacinas envasadas al vacío.madrid_dia_0703Ruth había prometido una pancarta, y cuando la cartulina, rosa, le fue dada, empezó a diseñarla con un lápiz, por no estropear una caligrafía tendente a la inmortalidad bajo el aplaudido lema «Mañana será bonito, Bichota», en mayúsculas y mencionando a la creación de Karol G. Muy cerca, y con timidez, Teresa, Natalia y Ana, hermanas y primas, iban «esperando más gente». Una esterilla, por evitar «las cucarachas» que sí, que también se iban sumando a la fiesta, y así desfilaron desde la noche del jueves. Entre ellas también funcionaba el relevo, y todas estas chicas tendían a lo más cercano de un puesto de información y turismo. Así atendían con paciencia a quien quería saber.MÁS INFORMACIÓN noticia No Getafe registra excesos de ruidos «muy graves» durante el Mad Cool noticia No Dani Martín reaparece públicamente y sorprende a los fans con su cambio físico y una peculiar reflexiónUn poco más adelante, casi en la boca del metro, otra ‘imaginaria’; masculina en este caso. Juan Daniel no podía reprimir su nacencia colombiana, y con un tatuaje de ‘Toy Story’ había encontrado su «zona de confort» bajo el ramaje de un árbol. El tiempo, largo, lo tenía previsto pasar «hablando, contando chistes». Frente a la cámara, José Miguel abrió su maleta para mostrar la ropa del concierto. De Honrubia de la Cuesta, provincia de Segovia, en su equipaje cargaba prendas y más prendas para unos momentos que no olvidará. Frente a los elementos del mes de julio.
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