Hay actores de método y luego están Candela Peña y Tristán Ulloa. Cuando se meten en un personaje, modulan el acento, la apariencia, y empatizan. En ‘El caso Asunta’, la miniserie de Bambú que Netflix estrena este viernes, interpretan a Alfonso Basterra y Rosario Porto, los padres de la primera china adoptada en Galicia y también los condenados por su asesinato. La abogada se suicidó durante la pandemia en prisión; el periodista sigue en la cárcel. Nunca se declararon culpables, así que Peña y Ulloa los interpretan como si no fueran los asesinos de esa niña que apareció muerta en una cuneta. «Intentamos meternos en la cabeza de dos personas, no meterles juicio ninguno», explica la actriz, que es muy de decir en alto lo que otros callan pero, en esta ocasión, calla lo que la sentencia judicial dice. «Todos tenemos derecho a que se nos considere personas aunque hayamos hecho cosas terribles», justifica. Coincide, porque «esto era una cosa de dos» y tenían «que estar en la misma línea o sería terrible», Tristán Ulloa, para quien «ni el peor de los actos define por completo a una persona». «Nos parece más interesante cuestionar no tanto la culpabilidad o la inocencia, sino poner en tela de juicio el estado de derecho, qué fisuras tiene. ¿Cómo es posible que dos personas, al margen de que sean culpables o inocentes, entren en una sala de juicio ya sentenciados? ¿Cómo es posible que haya filtraciones a la prensa? ¿Cómo es posible que en un juicio haya un jurado popular al mismo tiempo que está habiendo juicios mediáticos? Esto es muy difícil de digerir en un estado de derecho, y todos tenemos que asumir responsabilidades en esta historia», cuenta el actor. Mucho ruidoEl reto, en este caso, consisitió en apartar todo el ruido, que fue mucho porque el cadáver era el de una niña y los asesinos, sus padres. Se tomaron el rodaje como una vigilia casi monacal, «sin ir a la playa [era verano]», «ni un vino en cinco meses y una tortilla ‘pelada’ cada noche, con lo bien que se come en Galicia». «Esa ha sido la pena negra más grande», dice Candela Peña. «No he salido ni un día, he estado juiciosa». Ambos estaban centrados en la «verdad» de los condenados, o sea, en «que eran inocentes hasta que se demuestre lo contrario». «En ese juicio los condenaron por indicios, por evidencias, pero ningún hecho demostrado. Así que siempre hay un paréntesis de, ostras, que es lo que me interesaba», apunta Candela Peña. La actriz era candidata a otro papel, pero se empeñó en conseguir el de Rosario Porto. Luego tuvo dudas, y le sobrevino el «vértigo». «De repente te ves con el personaje y dices: ‘¡Buah! ¿Ahora qué? A ver cómo me cabalgo yo a esta persona’», cuenta. Pero le tomó el pulso y se lanzó al trote. Claro que, durante la travesía, tuvo que pagar el peaje. La miniserie, de seis capítulos, se rodó en Santiago de Compostela, donde les trataron «como gloria bendita», pero allí el asesinato de Asunta, a pesar de los años, aún escuece. «Algún viandante nos ha dicho: ‘¿Cómo podéis ganar dinero con esto?’», cuenta. Ulloa, entonces, reflexiona: «Nuestro trabajo nos hace transitar por caminos menos evidentes y menos amables por ser empáticos con lo que estamos haciendo. Y es un trabajo extraño, pero nos es difícil vivir las cosas desde esa distancia. Consiste en identificarse con la situación de una persona en un momento concreto, se llame Alfonso Basterra o Napoleón Bonaparte. Al final es un trabajo más».Pero, en este caso, será algo más que eso. «Son personajes que nos van a acompañar. Somos profesionales, los dos somos padres, pero hay algo de Rosario que ya va en mi mochila. Lo siento, pero es así. Cuando acabamos de rodar, colgué una foto y puse: ‘Gracias, Rosario’ en Instagram y la gente se me echó encima. ‘¿Cómo le das las gracias?’, decían. Ahí entendí el juicio social, aprendí mucho. «He hecho latir a Rosario Porto, reconozco que con ella me siento en un lugar más amable que el resto de la sociedad».
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