En las últimas semanas el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado dos informes que en apariencia no tenían vinculación entre sí y que, sin embargo, no pueden estar más relacionados. Primero, en su ‘Proyección de hogares hasta 2039’ calcula que el número de personas que viven solas pasará de ser hoy el 11,2% de la población total al 14,3% dentro de quince años. En la actualidad hay 5.433.969 hogares en nuestro país formados por una sola persona; en tres lustros será uno de cada tres, 7.708.869. Nadie se extrañará de que Asturias y Castilla y León tengan (y vayan a mantener) el menor tamaño medio del hogar en el país, pero quien piense que los domicilios de personas solas son todos hogares de viudos o viudas se equivoca. Aunque el proceso de envejecimiento de la población lleva también a ese escenario de mayores solos. Segunda estadística del INE, esta vez del 26 de junio: la primera causa externa de fallecimiento en el país (que no obedece a muertes naturales) no son los suicidios . Los desplazan por primera vez las caídas accidentales. Lógicamente, buena parte de ellas son de personas ancianas y solas, que no reciben auxilio a tiempo o que por la gravedad del percance no se recuperan. En 2023, 3.952 personas se quitaron la vida (un 6,5% menos que en el año anterior) mientras las caídas causaron 4.018 muertos, un 6,1% más (en 2022 hubo 3.788). La curva ascendente da una dimensión exacta del problema (fueron 3.297 muertes en 2019, 3.605 en 2020, 3.655 en 2021…). Involuntaria y subjetivaY queda un tercer informe, que no es baladí, aunque el autor es otro. Fundación ONCE y Fundación AXA elaboraron dentro del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada el primer estudio estatal que analiza su prevalencia y arroja luz a lo descrito anteriormente: la soledad se convierte en un problema o epidemia de salud pública, atiza con fuerza a uno de cada tres jóvenes y el aislamiento social involuntario se prolonga para muchos durante más de dos años. Se cronifica. «La soledad no deseada siempre es dañina», dice Mar Aguilera, presidenta de la Fundación Vivofácil, antes Alares, que la diferencia de esa soledad objetiva y buscada en ocasiones. También discierne entre ambas el Observatorio, que dictamina que la no deseada afecta a más mujeres que hombres y que se está expandiendo como la pólvora entre la juventud. La buena noticia es que «es reversible y tiene solución», señala el informe que acuña Rafael Ruiz, aunque también recoge que si para los ciudadanos el responsable de velar por la protección de las personas solas es la administración pública, ésta no hace lo suficiente y delega ese papel en las ONG.Noticia Relacionada estandar No Dice el INE que la soledad ya no «es cosa de los demás»: casi 8 millones de españoles lo estarán en 15 años, uno de cada tres hogares ABCHay factores, como tener mala salud, que multiplican la probabilidad de sufrir soledad no deseada; entre las personas con discapacidad la prevalencia es de 30 puntos por encima. El coordinador técnico del proyecto ‘Hablemos de… Soledad no Deseada con el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid’, Andrés Losada, lo explica con otras figuras. «La soledad nunca va sola. Va acompañada de pérdida, depresión, estrés…». A Losada no le extrañan los resultados de los jóvenes en el informe del Observatorio porque en esta etapa la soledad va ligada directamente al nivel de frustración. «Al observar su entorno, con dificultades para conciliar, mantener recursos económicos y el difícil acceso a la vivienda, que son todos valores protectores de la soledad, sufren ansiedad, tristeza, indicadores de que se necesita un cambio». La mayor parte de esos indicadores son adaptativos, esto es, reversibles o mutables, incide, salvo que haya una situación que se prolonga mucho en el tiempo o las circunstancias superen por completo a la persona. Sobre los ancianos, añade clarificador el psicólogo, hay una forma de aislamiento muy perniciosa que es el «autoedadismo» y es el «no querer preocupar a los hijos, percibirse como persona sin capacidad de resolver. Así, van decayendo tanto en su deterioro cognitivo como en su salud física y social».La lucha contra la soledad debe ser una cuestión prioritaria, aunque la sociedad debe remar (y el 79,1% de los ciudadanos confiesan que realizan acciones en ese sentido), apremia el estudio de Ruiz. «Ni siquiera hay una Secretaría de Estado de Soledad -se queja Aguilera-; frente a países que tienen hasta un ministerio». Va más allá: «Hay que programar una estrategia con enfoque holístico que incluya cambios en el mercado inmobiliario, políticas públicas, comunidades más conectadas, etc.». No hay acciones decididas y eso que es un problema global, afirma Losada. «Hay muchas soledades», insiste. Y hay rostros diferentes tras el dato. Julia Natalia. 81 años, reside en La Coruña «Los recuerdos me siguen dando vida»En agosto cumplirá 82 años esta argentino-española afincada desde hace 24 en La Coruña. Julia Natalia transmite energía vital y sosiego al tiempo. Combate la viudedad con mucha música en casa. Y mata el tiempo con lectura, paseos y la red de compañía que encontró en Cruz Roja. Tiene dos hijos de 54 y 58 años, es abuela, tía-abuela y bisabuela, pero la mayoría de sus descendientes están en Buenos Aires. Por eso se agarra a las imágenes mentales que le propició el viaje del año pasado a su tierra con su hijo y nuera. Su marido, Álvaro, trabajador infatigable, está sepultado en Betanzos. «No me pudo hacer mejor regalo en vida que traerme a Galicia en pleno corralito», dice. Aunque es agnóstica de la tecnología, le acercó a los suyos en pandemia y eso generó «tranquilidad», así que ahora la saluda. Resume en una frase su buena lid con la soledad: «Extraño a mi país, pero no tengo el tango en la cabeza». Se ha consentido no añorar cada día: «La soledad va en nosotros, todos estamos solos algún tiempo, pero es algo que va en uno, hay que aceptar que la persona se fue, la vejez y que la vida cambia. Si tengo a alguien para compartir, bárbaro, pero siempre tengo mil cosas que hacer y si me siento sola, rezo, canto o recuerdo. Y el recuerdo me sigue llenando de vida». Hoy está en un taller de memoria de Cruz Roja y hace números, crucigramas, adivinanzas; los estiramientos y la motricidad llegan después. A través del servicio de teleasistencia recibe varias llamadas al día y «mucha atención». Vive en soledad pero «es llevadera».Pablo Sanz tiene 19 años y vive con su madre en Jemeñuno ANTONIO TANARROPablo Sanz. 19 años, de un pueblo de Segovia «La Administración también nos deja solos»Pablo Sanz atiende a ABC habiendo dejado un centro de la misma Coruña tras el curso («me he tenido que ir a 400 kilómetros si quiero acceder a una FP de grado superior») y viajando a Jemenuño, su pueblo en la provincia de Segovia. Tiene 19 años y sufre parálisis cerebral. Las personas con esta pluridiscapacidad tienen necesidades muy altas de apoyo. Por ejemplo, para ir al cine necesita desde que alguien lo vista, que su silla de ruedas eléctrica esté cargada, que su casa sea accesible, ídem en el transporte público y la sala; hasta que alguien le ayude a comprar la entrada. Se podría seguir en esta enumeración de necesidades, afirman desde la Confederación Aspace , donde Pablo colabora en temas de incidencia. Es un joven concienciado con la prioridad de la figura del asistente personal, que a personas con un alto grado (III) de Dependencia les ayuda solo entre 40 y 70 horas al mes. Pero Pablo ansía ser más independiente, y aunque convive con su madre, quiere mejor acceso a la educación superior y mejores redes de asistencia y de servicios sociosanitarios en el medio rural. Todo ello les haría sentir menos desprotegidos. «La Administración también nos deja solos», afirma. Contundente, reclama acciones para que los jóvenes con discapacidad tengan las mismas posibilidades lúdicas que los demás, y se refiere a compartir con iguales, algo que se le ha robado en la adolescencia cuando no tuvo casi amistades. «Me ha hecho falta salir más, pero el tema del ocio es prácticamente inviable», se aflige. Guillermo Fernández. Vive en Santander y tiene 29 años «A mí la soledad no me ataca»Guillermo Fernández es natural de Tres Cantos (Madrid), pero este maquinista de Renfe se ha comprado vivienda en Santander. Y vive a gusto solo. De hecho, piensa que no cabe en un reportaje sobre soledad si hay que concebirla como algo perjudicial. No descarta, no obstante, reemplazar su estado y convivir con su pareja, pero se reconoce un alma algo solitaria al que le gusta mucho pescar, precisamente un deporte con ese espíritu. «Vivo solo por decisión propia. Lo importante para hacerlo es llevarte bien contigo mismo». Asume que la autoexigencia de sociabilidad que se imponen otras personas les lleva a querer combatir frecuentemente estar solo. Equipara: «La gente necesita la aprobación de los demás»; mientras que a él no le gustan ni las redes sociales. «A mí la soledad no me ataca», rebate. «No me cuesta estar solo, pero tampoco dejar de estarlo».María Pilar regaña con ternura a Daniela, que la llama abuela y la desarma por completo MIGUEL MUÑIZMaría Pilar Muñiz. De Orense, 82 años «Se amargó. Y ahora en compañía es feliz»La forma en que la familia de María Pilar Muñiz repelió la individualidad que la estaba «amargando» en una casa a 10 kilómetros de Orense es reveladora. Y «exportable», recomiendan. Pilar convive con Teodora Quiste (Teo), que la cuida y se encarga de llevar el domicilio, con Juan, que frisa los 40 años, y sus hijos Daniela y Pablo. «Han hecho una familia. Mi madre tiene una familia», se felicita uno de sus cuatro hijos. Teo nació en una aldea próxima a La Paz, en Bolivia. Eran ocho hermanos, así que trabaja limpiando desde los 13 años. Hizo lo mismo al llegar a España. En su deseo siempre estuvo «ayudar a su familia allá». Laboró en Madrid y saltó a Orense, donde arribó a la casa del hijo de Pili. El movimiento que le propusieron los cuatro hijos fue que se mudara con la matriarca. Teo conoció después a Juan, que se instaló en estas mismas paredes, se casaron y han hecho «abuela» a Pilar. Uno de sus hijos bromea y dice: «Es otra. Es feliz con tanta compañía. Ahora está como poseída por los bolivianos». Ríe, baña, regaña, disfraza. Parece que nunca hubiera habitado aquí el fantasma de la soledad. En casa de las Muñiz-Quiste unos encantadores inquilinos han dado un giro de guion a toda una realidad social.
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