Cuando el sábado 12 de julio a las 18:12 una bala pasó a unos 0,4 centímetros del cráneo de Donald Trump , la nación contuvo la respiración. Como el día del asesinato de John Kennedy en 1963, todos recordarán dónde estaban al enterarse de que Trump pudo haber muerto a tiros. La diferencia es que no tuvieron que esperar días para que las imágenes de este grave caso de violencia política se imprimieran en diarios, o años para que las cadenas de televisión emitieran una grabación granulosa. En minutos, cientos de millones de personas vieron en sus teléfonos el momento en que la bala perforó la oreja del expresidente.El problema, como pronto constataría el presidente Joe Biden en un solemne discurso a la nación desde el Despacho Oval, es que la primera democracia moderna quedaba de nuevo sacudida por otro episodio de violencia política , un problema para nada novedoso. No solo se produjo el asesinato de Kennedy en Dallas en 1963 y el de su hermano Bobby en Los Ángeles cinco años después, cuando aspiraba a la presidencia. Ronald Reagan casi muere a tiros en un hotel de Washington en 1981, terroristas puertorriqueños casi matan a Harry Truman a las puertas de la Casa Blanca en 1950, y Franklin D. Roosevelt casi muere a tiros en Miami en 1933.Dijo el presidente Biden que «no hay lugar en América para este tipo de violencia ni para ninguna violencia, nunca. Punto. Sin excepciones. No podemos permitir que esta violencia se normalice ». El problema, según no pocos expertos, es que la violencia política en EE.UU. no es la excepción, sino una realidad que, aunque no constante, se repite con preocupante regularidad . Desde la muerte de Abraham Lincoln en 1865, cuatro presidentes, de un total de 46, han muerto asesinados en ejercicio del cargo, todos a tiros, a manos de esclavistas, anarquistas, dementes. Todos, con acceso fácil e irrestricto a armas de pequeño y gran calibre gracias a las libertades al respecto que concede la Constitución.Noticia Relacionada estandar Si Nikki Haley culmina su capitulación ante Trump: «Tiene mi más fuerte apoyo, punto»No son solo esos episodios, y otros como la Guerra Civil, los que han puesto a prueba y amenazado con descarrilar uno de los mayores proyectos democráticos de la historia. El presidente Biden lo admitió en su discurso: la violencia política ha alcanzado proporciones epidémicas. La diputada Gabby Giffords fue gravemente herida en un tiroteo en 2011 en Tucson (Arizona), donde murieron seis personas. El diputado republicano Steve Scalise quedó en estado grave en 2017 durante un tiroteo en un entrenamiento de béisbol en Alexandria (Virginia). En el saqueo del Capitolio en 2021 hubo cinco muertos. El esposo de Nancy Pelosi fue atacado y gravemente herido en su casa en 2022 por un intruso con un martillo. Un reciente estudio de la prestigiosa universidad estadounidense de Berkeley afirma que los episodios de violencia política han aumentado significativamente desde la entrada de Trump en política. Esto no implica que el expresidente, ahora víctima, sea la causa de estos problemas. Más bien, esta se atribuye a factores contemporáneos a su presidencia, como un aumento de un intenso partidismo , el auge del identitarismo y el nacionalismo populista, la desinformación y la tendencia a culpar a otros grupos de los propios males. Además, el estudio señala la facilidad para comprar y acumular armas de fuego , incluidos rifles de asalto como el utilizado en el ataque al mitin de Trump.Escalada retóricaDe hecho, no son pocos los expertos que, en este reciente caso, en el que Trump escapó de una bala por un milagroso giro de cabeza, le eximen de culpa. Poco se sabe de los motivos del asesino, que mató a otra persona inocente. Pero lo que expertos en libertad de expresión y retórica política creen, como el profesor de la Universidad George Washington Jonathan Turley, es que «durante meses, los políticos, la prensa y los expertos han intensificado la retórica imprudente en esta campaña en ambos lados. Eso incluye afirmaciones de que Trump estaba dispuesto a acabar con la democracia , desatar escuadrones de la muerte y hacer desaparecer a homosexuales y periodistas». El profesor Turley, que escribe en el diario washingtoniano ‘The Hill’, afirma que «estamos viviendo una era de ira. No es la primera, pero puede que sea la más peligrosa de nuestra historia». Varios miembros del Servicio Secreto protegen a Ronald Reagan tras el intento de asesinato que sufrió en 1981 ABCNo pocos republicanos han acusado a Biden y los demócratas de ser los que han incitado la violencia sobre Trump . Lo hizo el propio candidato a vicepresidente de este último, J.D. Vance , quien, en la recta final en que era considerado para el cargo, sin esperar siquiera a que la Policía se pronunciara en público, denunció: «No es un incidente aislado. La premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario que debe ser detenido a toda costa. Esa retórica llevó directamente al intento de asesinato del presidente Trump». Pero ese argumento para muchos analistas no se sostiene. Los demócratas no hicieron un llamamiento a aniquilar a Trump . Argumentan que lo suyo, como cuando Biden dijo que había que poner a Trump «en la diana», era solo retórica, al igual que cuando el expresidente dijo que podría salir un día a disparar desde su ventana en Nueva York y tendría el apoyo de su partido; como cuando proclamó a las puertas del Capitolio que sus seguidores eran las víctimas de la gran «carnicería americana» a la que iba a poner fin, o cuando ha tachado a sus adversarios de «perros», de «calaña» o de «maleantes». La profesora Garen Wintemute, de la Universidad de California en Davis, cree que «durante más de una década, figuras políticas (incluido Trump) han utilizado una retórica que parece respaldar y promover la violencia , haciendo referencia a la necesidad de remediar las cosas con la Segunda Enmienda [la que permite en la Constitución la tenencia de armas] o la posibilidad de un baño de sangre si los resultados electorales no son de su agrado». Wintemute es directora del Centro de Investigación de la Violencia con Armas de Fuego de California, que hace encuestas sobre el asunto, y sus conclusiones revelan dos realidades alarmantes. Primero, el 25% de los adultos estadounidenses piensa que la violencia física está justificada para avanzar en sus objetivos políticos . Un alarmante 6% piensa que en EE.UU. puede haber una nueva guerra civil inminente. No pocos republicanos han acusado a Biden y los demócratas de ser los que han incitado la violencia sobre TrumpEntre el 1% y el 2% de todos los encuestados piensa que es muy o extremadamente probable que en algún momento en el futuro tengan que disparar a alguien para avanzar en un objetivo político. Basta con que solo uno de ellos aproveche la facilidad de hacerse con un arma y los fallos de seguridad de los cuerpos policiales para llegar a unos metros de un político y dispararle sin problema, como le sucedió a Trump.Eso sí, la profesora Wintemute, que escribe para el diario ‘Los Angeles Times’, afirma también que entre toda la población hay un grupo demográfico en EE.UU. más propenso a la violencia política . Los más dispuestos a recurrir a ella son hombres, jóvenes, con prejuicios y tendencia al racismo, sexismo u homofobia, y además propietarios de armas de fuego. Al menos en varias de esas categorías entra el tipo de 20 años que trató de matar a Trump y que falló por un gesto casual del expresidente.DesencantoOtra de las razones por las que una parte de esta generación apoya la violencia política la ofrece un documental del programa Frontline de la cadena pública PBS, titulado ‘Insurrección Americana’ y emitido con gran éxito en 2022. En él, varios analistas y expertos afirmaban que el asalto al Capitolio en 2021 , que incluyó agresiones a la Policía, amenazas de ahorcar al vicepresidente y la destrucción de despachos y estatuas, fue llevado a cabo por jóvenes veteranos de guerra regresados de Irak y Afganistán, desempleados y desencantados con aquellas guerras y dispuestos a enfrentarse a una supuesta conspiración en el corazón de su nación. Otros se inspiraban en la parafernalia militar de los juegos de guerra con los que han crecido y a los que aún juegan durante su edad madura. Como dijo Elliot Ackerman, exmarine, oficial de Inteligencia de Estados Unidos y columnista del diario ‘The New York Times’, «la euforia de los participantes, el caos de un evento histórico desarrollándose a tu alrededor, la violencia y la presencia latente de la locura; me recordaban al combate». Aquello fue en 2021. En 2024, esas mismas tensiones y divisiones siguen presentes , alimentadas por una creciente desconfianza en las instituciones democráticas. La violencia política no solo persiste, sino que amenaza con convertirse en una constante en el panorama del país .
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