Morante, hacedor del milagro a la verónica, se lleva la bronca; Manzanares se encuentra con Magistrado, el toro supremo

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Morante, hacedor del milagro a la verónica, se lleva la bronca; Manzanares se encuentra con Magistrado, el toro supremo

Fue hace un año cuando en esta Plaza Real vistió por primera vez el traje de luces tras anunciar en una epístola su inminente r etirada de los ruedos . Volvía vestido de calle, ahora colocado en el burladero de los ganaderos . Junto a él, su hijo, un chavalín con la misma cara y cuerpo de aquel Julián López que revolucionó la tauromaquia vistiendo el traje de corto en Chinchón. El padre no ocultaba su inquietud. Con la mirada perdida y el pelo alborotado de tanto que tiraron sus nervios. Se veía más a su cigarrillo electrónico que a él, casi escondido bajo las tablas. En el cartel, tres toros de El Freixo , la aventura ganadera de El Juli, con Morante como ministro de su ordenación ganadera . Que no es que fuera su primera vez, pero sí la de mayor responsabilidad. E n la Plaza Real, con el rey de los toreros . Tropical, el primero de sus pupilos, no había gustado durante la mañana. Las cuadrillas pidieron quitarlo, pero unas palabras del ganadero bastaron para salvarlo. « Confiad en él, que puede funcionar », cuentan que dijo. Y salió el del Freixo. De manos recortadas y largo esqueleto. Como su cuello, hecho para inclinarse sobre los bajos de los engaños. Que fue lo que hizo desde su enrazada salida, cuando más apretaba el ardiente levante gaditano. Morante, como cuando El Juli estaba en activo, n o parecía fiarse de é l. Dos veces mandó a Tropical a la consulta de Pedro Iturralde, que le dio jarana hasta hacerlo pastueño. Así quedó este primero, que doblaba su cara en una suerte de superlenta. Y así fue el quite a la verónica de Morante, la obra maestra del verano . Cuatro lances tallados sobre cedro con gubia y cincel, cuatro esculturas del arte pagano del toreo. Volaba el verde limón de su capa como volaba la emoción de la plaza, descamisada ante una nueva obra excepcional del gran genio. Giraba el torero sobre sus lances como a continuación giró durante su barroco inicio genuflexo, esperando la llegada del animal, atacando en un final que abrochó con un decimonónico molinete. Muy cerquita del bicho se puso Morante, prácticamente sin tocar ni forzar la embestida en ese prólogo; más inflexible conforme fue soltando la carita el animal, que manchaba de esa manera su bonito conjunto. Como Morante volvió a manchar con la espada su obra genial. « Coge la escopeta », le dijeron. Hace un par de días elogié en un coloquio del Club Vistahermosa el bonito homenaje que en Toros Para Todos habían preparado en recuerdo a Pepe Luis Vázquez . Confesaba el de San Bernardo en una divertida entrevista cuál fue el consejo que Rafael el Gallo le dio a su padre para quitarse pronto a los toros que no viera claro: pasarlo de lado a lado, darle tiempo entre pases y hacer gestos de negación con la cara para predisponer al tendido. No fue precisamente eso lo que hizo el de La Puebla con el manso y violento cuarto, con el que rápidamente quiso escuchar los cascabeles de las mulillas aunque antes tuvo que pasar por el mal rato de los pitos. Largos y molestos. Una bronca en toda regla. La gente, que ya había olvidado su monumento a la verónica. Hay gente ‘pa to’. Otra luz iluminó a la cuadrilla de Manzanares cuando a las doce de la mañana sacaron la bolita con los números 18 y 114 apuntados sobre un papel de fumar. Pincelado y Magistrado , la dulzura del Freixo y la bravura suprema de Jandilla. Un lote de puerta grande. De tres orejas, que son las que cortó el alicantino en una de sus grandes tardes de la temporada, elevado sobre la excepcionalidad de dos toros de bandera. El primero, que camuflaba su quebrada percha tras su bonita y recortada cara, fue el mejor de Julián López, aunque luego el sexto quisiera echarle un pulso final. Más medido con él Manzanares, que no lo destapó hasta bien entrada la faena. Un toro de los años ochenta o noventa , por su dulzura, por sus formas. Fue a más el conjunto, como el toro. « Piensa que es Puigdemont », le dijeron cuando montaba la espada. Más importante fue Magistrado, el guapo quinto de Jandilla que merecía una pletórica vuelta al rued o, como pletórica fue su lidia. Sublimación de la bravura, entregado y vibrante, vehemente en cada embestida, sin perder un ápice de su calidad, ritmo y profundidad hasta su final. Fue ésta la faena más compacta de Manzanares, poderoso y largo sobre su inherente empaque. Pablo Aguado y Manzanares salieron a hombros de la Plaza Real Circuitos TaurinosMás irregular fue la bolita de Pablo Aguado : del áspero y exigente tercero al acaramelado sexto. De la seriedad y equilibrio del de Jandilla, que subió varios peldaños la categoría en la presentación, a la bondad del último del Freixo, otro toro rebosante de estilo. Como la faena del sevillano, que pasó de tener la garganta seca después de su compromiso con el tercero a dibujar lo más bonito de su concepto en un pletórico final que inició con varios de sus lances más personales : con las dos manos al compás. Aunque más reseñable fue su tarde con la espada, soberbia la del tercero: haciendo la cruz por derecho . Como derecho mató al sexto. Temporada de verano Plaza Real de El Puerto de Santa María. Sábado, 10 de agosto de 2024. Tres cuartos de plaza. Dos horas y quince minutos de festejo. Se lidiaron toros de Jandilla (3º, bravo y sin entrega; 4º, manso y violento; 5º, excepcional en su interminable bravura, calidad y transmisión) y El Freixo (1º, con buen estilo aunque soltando la carita; 2º, con ritmo y dulzura; 6º, con buen estilo). Morante de la Puebla, de púrpura y oro. Pinchazo y casi entera (ovación); estocada (bronca). José María Manzanares, de burdeos y oro. Estocada casi entera y trasera (oreja); estocada larga delantera (dos orejas). Pablo Aguado, de sangre de toro y oro. Estocada (oreja); estocada (oreja).

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