Homilía al ausente: más despedida que triunfo

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Homilía al ausente: más despedida que triunfo

Los fieles descendían de los autobuses con el ánimo con que lo harían si Pintor Rosales fuese Lourdes . La media de edad andaba también por la esperada en una peregrinación mariana organizada por la Federación Española de Centros de Día: elevadita. Lo que, bien mirado, tiene mérito, que el día estaba desapacible y amenazaba lluvia. Las señoras, previsoras, iban armadas con paraguas plegable y, los señores, sin chaleco, que es de fachas. Yo esperaba encontrarme con más autocares, la verdad.Una amable señorita con traje y sonrisa de partido se acercaba al grupo que tomaba café en la mesa de al lado de la mía, unas doce ruidosas personas que habían madrugado mucho. Les preguntaba la joven el número de autobús, la ciudad de la que venían y lo apuntaba. Se notaba que era todo una improvisada movilización ciudadana, espontánea y sobre la marcha , que no respondía a ningún tipo de organización. Noticias Relacionadas estandar Si Los jueces recuerdan que ni Sánchez ni su mujer Begoña Gómez «están al margen de la ley» Nati Villanueva estandar No Montero dirige la súplica al secretario general: «Te queremos, merece la pena que ganen los buenos» Mariano AlonsoAl tercer sobresalto por grito de señora escandalosa me he ido . Desconocía que, en apenas dos horas, aquellos agudos chilliditos me parecerían, en comparación con el «quédate» de Quevedo coreado por la muchedumbre, un bálsamo para los oídos. Comenzaba a llegar más gente, sin descender en ningún momento la media de edad, y llenaban el tramo de la calle Ferraz que va de Buen Suceso a Marqués de Urquijo. Mucho paraguas primero, mucha bandera del PSOE después , mucho «España socialista», mucho « Pedro no se va» . Un señor con dos rosas y un cartel que rezaba «Sánchez, contigo» se subía a un banco (los demócratas no respetan el mobiliario urbano, me temo), una señora vestida de rosa chicle con una pegatina del PSOE en la frente empujaba a los presentes como si se acabara el inexistente catering del acto, un señor más allá levantaba el «Manual de resistencia» que firma pero no escribe el presidente que se va pero no. Los de Asturias, al fondo. Un poco más allá, Valencia y Euskadi. La Rioja, justo delante. Un señor mayor al que alguien, por alguna razón que desconozco pero que no era el sentido común, le había dado un altavoz, gritaba «fascistas, que sois unos fascistas» . He pensado que se había hecho un lío, convencido de que estaba en una protesta contra Sánchez en lugar de en una contra la oposición. Y gritarle «fascista» en medio de un montón de progresistas añosos es como echarle agua a un gremlin y alimentarlo después de las doce. Ese señor peligraba. Dispuesta estaba a brindarle mi ayuda en un momento dado y explicarle el equívoco: que allí se estaba a protestar contra los que no mandan y jalear a los que sí. Pero no, una señora rubia muy del PSOE asentía entusiasmada mientras él seguía gritando, esta vez que Vox y el PP lo que querían era incordiar a Sánchez . Incordiar, qué verbo más bonito. Y qué fino el señor en su análisis: Sánchez no quiere que le incordien. Según la RAE, incordiar es el acto de molestar o importunar. Reparen en la levedad del término, en lo ligero de la ofensa. Y en lo sabio que era el señor del altavoz al utilizar ese vocablo y no otro. La cosa, de momento, no pintaba multitudinaria, pero sí pintoresca.Calculo, a ojo de buen cubero, que en el momento álgido de la convocatoria habría unas cuatro mil almas bellas en Ferraz. Me pongo generosa en mis cálculos porque yo, por la democracia, lo que haga falta. Y si algo me ha quedado claro hoy son dos cosas: que Pedro Sánchez es la democracia misma (me lo ha dicho una señora mientras su amiga le decía que conmigo no hablara) y que el pueblo son ellos (me lo ha dicho un señor de La Rioja que no ha sabido decirme, sin embargo, qué éramos todos los demás). Los enfervorizados asistentes gritaban «Pedro, quédate». Y lo hacían a una pared tras la que no estaba Pedro, que a saber dónde estaría. Me recordaban a esos ancianos analógicos que le escriben «guapa, dime algo» a las actrices jamonas en sus cuentas oficiales en redes sociales. Entre la ternura y la vergüenza ajena, me tienen.Otra cosa que he aprendido es que si algo decae (una reunión, una fiesta, un evento) no hay nada como levantar un micrófono con el logo de este periódico para exaltar los ánimos. Las señoras a mi alrededor, que bien podrían ser mis tías abuelas y plantarme amorosas un beso en la frente, mutaban de pronto en tarascas con tourette. Una de ellas, de apariencia a priori inofensiva, casi afable pero con la socialdemocracia bullendo en las venas (y en la chapa, y en la bandera, y en la gorra), me endiñaba tremendo empujón al grito de «¡hacer el favor de respetar a las personas humanas!». Así, conjugando mal el imperativo y puntualizando la cualidad irrenunciable de la humanidad. Cuarto descubrimiento del día: no soy persona. Por eso el empellón no cuenta como falta de respeto, porque no lo merezco.Luego ya me han zarandeado un poco (sin querer, seguro), me han pegado una pegatina en el pelo (una que pone «PERRO SANXE» con el dibujo de un perro vestido de superhéroe) y un moco en el micro. Esto último me ha dado un poco de asco, lo confieso. Pero el señor estaba muy orgulloso de obstruir una de sus fosas nasales presionando con el índice, coger aire por la boca y lanzar por el orificio libre una desagradable secreción que ha impactado en la esponja. Una que luego yo, por su culpa, he ido acercando a las bocas de otros socialistas y demócratas cuando les preguntaba cosas. De fondo, a modo de homilía, la oda constante y desprejuiciada a un Sanchez ausente, que sonaba más a despedida que a triunfo.Luego ya la exaltación del socialismo, de la democracia, del pueblo unido jamás será vencido, de la resiliencia y de un montón de cosas. Todas buenas. Quevedo y Ana Belén por la megafonía, con la internacional se han levantado los puños y los corazones, los ministros se han acercado al pueblo , porque pueblo son, y les han hecho paseíllo, a Loles León le ha parecido todo muy bonito. Un cierto aire a quiero y no puedo, a falta de fuelle, sobrevolaba el acto. Si la exhibición de músculo y el clamor popular (Pedro, aguanta. Sé fuerte) consiste en llenar tramo y medio de Ferraz de señores de mediana edad gritando melancólicamente «no pasarán», la cosa pinta reguleras. Las campanas tañen a muerto, diría. Pero con Sánchez, cualquiera sabe .

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