José Manuel Beirán, de la canasta a pionero del diván

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José Manuel Beirán, de la canasta a pionero del diván

La vida de José Manuel Beirán (68) es un ejemplo de hacer bien las cosas y de estar en los lugares correctos en los momentos adecuados. Sólo así se entiende que un muchacho de León se hiciese profesional de baloncesto cuando en los sesenta, en su entorno, nadie supiera lo que era una canasta («como mucho poníamos de pie un banco y jugábamos a meter la pelota entre las asas», recuerda). O que su vida cambiase por completo cuando le surgió la oportunidad de acudir a unos Juegos Olímpicos pese a estar de vacaciones y pensando en otras cosas.La vida de ese nadador vocacional se decantó por el básquet inicialmente merced a su estatura (1,96). Con 17 años le fichó el Real Madrid y actuó en los filiales de la época (Vallehermoso, Inmobanco) hasta formar parte de las plantillas míticas de los Corbalán , Martín , Romay o Iturriaga . Alero tirador de los de antes, afinaba la puntería a distancia en unos momentos en los que la línea de triples aún no existía, «lo que era mucho más difícil, porque no tenías la referencia de un punto desde el que tirar y era todo mucho más intuitivo».El Valladolid y el Cajamadrid también disfrutaron de sus habilidades canasteras, pero lo que de verdad le marcó su futuro fue su paso por Los Ángeles 84 , algo que ni de lejos estaba marcado en su calendario. «Mi relación con la selección fue muy curiosa, pues nunca estuve en los equipos inferiores y únicamente acudí una vez, cuando tenía 19 años», relata. Estaba en la India en el verano de 1984 después de una gran temporada con el Cajamadrid y se llevó una sorpresa tremenda: «Al regresar me encontré una carta en el buzón en la que se requería mi presencia para los JJ.OO.», rememora divertido. Claro que no le debió de hacer la misma gracia a Jordi Villacampa, que tuvo que dejarle su hueco en el equipo. «Fue una auténtica faena para él, porque había disputado el preolímpico con el equipo y había conseguido su plaza; pero fue la decisión de Díaz-Miguel y, aunque las formas no fueron las idóneas, sí que creo que yo me merecía estar en esa cita». Por eso, constante y estudioso como pocos, no iba a dejar escapar la ocasión de exprimir al máximo la oportunidad que se le daba. Primero en el plano deportivo («visitamos varias universidades americanas en la preparación y luego jugamos contra los mejores equipos mundiales y Michael Jordan en Los Ángeles; fue algo impagable») y también en el de su vocación académica: la psicología deportiva.Noticia Relacionada NATACIÓN reportaje Si Pau Ribes, de bailar en el agua a la peluquería Sergi Font El barcelonés, un pionero que triunfó en las piscinas, se colgaba ocho medallas en Europeos y ahora triunfa con la navaja como barbero«Yo había estudiado la carrera porque quería dedicarme a ayudar a deportistas como yo que en esos momentos no teníamos ningún apoyo externo», se lamenta. «Hoy en día se habla mucho de la salud mental, pero hace 40 años era casi un tema tabú», explica quien vio en esa cita californiana un mundo abierto para sus conocimientos. «En los Juegos de Moscú 80 los soviéticos ya empezaron a trabajar con psicólogos y desde Los Ángeles también lo hicieron los equipos americanos. Aquí, en España, desgraciadamente ha habido que ir peleando mucho para que nos consideren como una parte más de la preparación de los atletas», comenta. Desde su retirada en Tenerife a los 33 años, no ha dejado de trabajar en esta rama, tanto en el Real Madrid como en distintas federaciones y clubes, y hoy día lo hace con varios golfistas, un deporte que, con el baloncesto, nunca ha dejado de practicar. Unas aficiones que ha transmitido a su hijo Javier, campeón del mundo en China 19. «Nunca le presioné para que jugara a este deporte, igual por eso terminó triunfando en él», bromea.

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