Entradas a 450 pesetas para un concierto mítico al que ayudó hasta Raphael

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¡Qué noche la de aquel día! La frase que da título a una conocida canción, un álbum y una película de los Beatles es perfecta para definir lo que ocurrió en el mítico concierto que la banda británica dio en la capital en el verano de 1965. Unos pocos de miles de madrileños presenciaron la actuación que, durante poco más de media hora, trajo el último grito en música y estética a una capital de España aún el pleno letargo.Los cuatro componentes del grupo tal vez más famoso de todos los tiempos aterrizaron en Madrid el día 1 de un tórrido mes de julio. Llegaban expectantes a una ciudad que entonces estaba fuera de todos los circuitos de la música moderna. A pesar de que el régimen no tenía intención ninguna de aupar a aquellos melenudos, entre muchos jóvenes cundía el entusiasmo ante la perspectiva de ver y oír a sus ídolos. De hecho, varios cientos se colaron en el aeropuerto de Barajas y sorprendieron con sus gritos de entusiasmo a Ringo, Paul, George y John según se abrió la portezuela del avión y comenzaron a bajar la escalera.Noticia Relacionada estandar Si El día que Yoko Ono enseñó a inhalar heroína a John Lennon y otros mitos de la historia oral de los Beatles David MoránSe alojaron en el Hotel Gran Meliá Fénix, y allí mismo les organizaron una rueda de prensa y un curioso acto del Instituto Sherry, con unos barriles de fino que firmaron los artistas, y un intento bastante aceptable de John Lennon de escanciar vino con una venencia. Los periodistas se arremolinaban en torno a los cuatro de Liverpool, que se repanchingaron sobre un sofá tapizado a rayas y no dudaron en caer en todos los tópicos del typical Spain, incluido el clavel en la boca que se colocó Paul McCartney.Al día siguiente, 2 de julio, a la caida de la tarde, pisaban (metafóricamente) los músicos la arena de la Plaza de Las Ventas. Lo hacían ante un público heterogéneo de unas 12.000 personas. Casi todas jóvenes, pero también -según mostró el NO-DO- algunos más talluditos, e incluso se vieron familias con bebés en carritos.Dos jornadas históricas Arriba, los Beatles en el Hotel Fénix, en un acto en el que probaron el vino fino. Abajo, izq., la plaza de Las Ventas poco antes del inicio del concierto. Dcha, los fans en pleno éxtasis durante la actuación EFE/ÁLVARO GARCÍA PELAYO Y JAIME PATOComo teloneros, actuaron grupos como The Rustiks, Freddie Davis y Los Pekenikes. Pero la fiebre por los Beatles no admitía demoras ni paños calientes, y así lo dejaron sentir los asistentes, que coreaban el nombre de su grupo icónico. Hasta que salieron al escenario.Previamente, en las entradas se había producido un exhaustivo control para evitar cualquier altercado, lo que incluía cerrarle el paso a quienes consideraban con pintas ‘raras’. Había muchísima policía. Las entradas costaban entre 75 y 450 pesetas, para un concierto de apenas tres cuartos de hora. Entre su repertorio de aquella noche, clásicos como ‘Twist and Shout’, ‘Can’t buy me love’ o ‘A hard day’s night’.La prensa de la época se empeñaba en quitarle fuerza a los melenudos Beatles y a sus seguidores, hasta el punto que Blanco y Negro titulaba: «Frenesí y pocos años», para referirse a aquel mítico concierto. «No debemos exagerar el alcance de este fenómeno», decía entonces el cronista, de un grupo que ya por aquellas fechas había vendido 10 millones de discos en cinco años en el mundo. Pero el revuelo que causó la visita era evidente; hasta el punto que hubo algunos elementos domésticos que se apuntaron al río revuelto: a las puertas de la plaza de toros de Las Ventas apareció Pirulo, el famoso cambiador de cromos de El Retiro, con una pancarta en la que rezaba: «Los tenemos que pelar, Pirulo pide una oportunidad». Como se ve, una de las obsesiones del momento era el estilismo capilar de los de Liverpool.MÁS INFORMACIÓN De las ratas a las garrapatas: 125 años del servicio de control de plagas en Madrid Pirulo, el ‘Robin Hood’ madrileño que vendía chucherías y cambiaba cromos en El RetiroQuienes conocen aquello han contado los entresijos de aquel concierto, que fue fruto de mucho esfuerzo de algunos e hizo necesario bajar el caché de los artistas, a cambio de recortar el tiempo de su actuación, y gracias a la aportación que realizara Raphael, el cantante. El periodista musical José Luis Álvarez refleja en su libro sobre el asunto, ‘The Beatles en España’, que fue quien convenció al mánager del grupo, Brian Epstein: cuando éste le argumentaba que los Beatles sólo habían vendido 3.800 discos en España,el periodista musical le rebatió que «sólo había en el país 1.500 tocadiscos, así que 2.000 personas los habían comprado sin tener siquiera dónde ponerlo». Pero hasta el último momento, hubo que superar obstáculos, y tal vez uno de los más serios fue la falta del permiso del Ministerio del Interior para celebrar el concierto, que estaba pendiente a pocos días de celebrarse el evento. Entonces, el 12 de junio de 1965, la Reina de Inglaterra, Isabel II, nombró a los cuatro Beatles miembros de la Orden del Imperio Británico; parece que este reconocimiento fue el empujón definitivo para convencer a las autoridades españolas de que la autorización debía tramitarse.

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