Irving Penn, entre un Stradivarius y un bisturí

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Irving Penn, entre un Stradivarius y un bisturí

Esta es una crónica que tenía todas las papeletas para no haberse escrito. Los astros se alineaban en contra. Las cuarenta personas que el jueves por la tarde viajábamos a La Coruña para visitar la exposición de Irving Penn (incluidos periodistas extranjeros) veíamos incrédulos cómo a medio metro de la pista del aeropuerto de la ciudad, el avión alzaba el vuelo y se dirigía de nuevo a Madrid. Al parecer, un temporal con fuertes rachas de viento y alerta naranja desaconsejaba el aterrizaje. De vuelta en Barajas, y aún con el susto en el cuerpo de la accidentada ida y vuelta, segundo intento. La opción, coger un tren desde Chamartín. A estas alturas había ya dos docenas de deserciones. Una vez en la estación nos informan de que no hay billetes. La yinkana continúa y, tras un día perdido, unos tercos periodistas (ya muy pocos) decidimos volver a Chamartín a las ocho de la mañana de este viernes y, tras cuatro horas y media de viaje, y media más de retraso de propina, llegamos al fin a La Coruña. Si esto no es pasión por Irving Penn…La exposición del centenario de su nacimiento, ‘Irving Penn: Centennial’ , fue celebrada en 2017 en el Metropolitan de Nueva York , museo que atesora la colección más importante del fotógrafo, gracias a varias donaciones. Aquella muestra, organizada en colaboración con la Fundación Irving Penn, pasó por París, Berlín, Sao Paulo, San Francisco y llega ahora al Centro MOP en el Muelle de Batería de La Coruña. Es la cuarta exposición celebrada en este espacio por la Fundación Marta Ortega Pérez , tras las dedicadas a Peter Lindbergh en 2021 , Steven Meisel en 2022 y Helmut Newton , el año pasado. Hasta el 1 de mayo, reúne 175 fotografías de Irving Penn. Abarca toda su carrera, desde los años 30 hasta su muerte, y están presentes todos los géneros que trató, que fueron muchos. Decía que la cámara de fotos era parte un Stradivarius y parte un bisturí. Irving Penn (Plainfield, 1917-Nueva York, 2009) la adiestraba según «retratara a un afilador de cuchillos, la cabeza de Giacometti o a una modelo vestida de Dior». Su primera cámara, en 1938, fue una Rolleiflex de doble objetivo y formato cuadrado de 57 por 57 milímetros, que usó toda su carrera. La llevaba a la altura de la cintura, no se parapetaba tras el objetivo. Una similar se exhibe junto a un autorretrato con ella al comienzo del recorrido. De izquierda a derecha, Pierpaolo Piccioli, Linda Evangelista y Marta Ortega, en la exposición Saskia LawaksFue uno de los grandes nombres de la fotografía . Penn creó un valioso registro de la historia cultural del siglo XX . Por su objetivo pasó, y es literal, lo más granado de la pasada centuria: John Fitzgerald Kennedy, Orson Welles, John Cage, Alexander Calder, Truman Capote, Max Ernst, Groucho Marx, Aldous Huxley, Colette, Louis Armstrong, Duke Ellington, Audrey Hepburn, Man Ray, Picasso, Dalí, Yves Saint Laurent, Simone de Beauvoir, Dora Maar, Balthus, Cantinflas, Schiaparelli, Miró con su hija Dolores, De Kooning, Leonard Bernstein, Ionesco, Hitchcock, Le Corbusier, Tàpies, Nureyev, Bacon, Arthur Miller, Elia Kazan, Duchamp, Fellini, Nabokov, Borges, Leonard Cohen, Woody Allen, Kundera, Avedon, Mailer, Umberto Eco, Pavarotti, Baryshnikov, Joan Didion, Rauschenberg, Anaïs Nin, Almodóvar, Grace Jones, Bowie, Versace, Louise Bourgeois, Robert De Niro, Zaha Hadid, Spike Lee, Al Pacino, Scorsese, Elton John, Mike Jagger, Nicole Kidman… La lista, además de apabullante, es interminable. Fotografió el vestuario de ‘La Guerra de las Galaxias: la amenaza fantasma’ para ‘Vogue’, retrató a Catte Blanchett como la Reina Isabel I de Inglaterra vestida por Nicolas Ghesquière, y hasta a la mismísima cerdita Peggy . Nadie se resistía a posar para el maestro. Noticias Relacionadas estandar Si Miquel Barceló: «No he dejado de admirar a Picasso, ¿y qué hago?» Natividad Pulido estandar Si Ai Weiwei: «No son tiempos fáciles para el arte» Natividad PulidoMujeres Arriba, ‘Naomi Sims con mantón’, Nueva York, ca. 1969. Sobre estas líneas, a la izquierda, Marlene Dietrich, Nueva York, 1948. A la derecha, ‘Mujer con tocado de gallina (Lisa Fonssagrives-Penn)’, Nueva York, 1949 © The Irving Penn FoundationPoco interesado en el lujo, nunca tuvo la intención de ser fotógrafo de moda. «Siempre sentí que lo que hacíamos era vender sueños, no ropa », decía Penn. Pese a ello, revolucionó la fotografía de moda, poniendo a las modelos sobre fondos neutros. Estableció nuevos estándares de excelencia artística y técnica, sin escenografías elaboradas. Trabajó con las modelos que él mismo elegía: Régine Debrise, Jean Patchett, Bettina Ballard y, especialmente, Lisa Fonssagrives , exbailarina sueca que emigró a Estados Unidos en 1939 y acabó convirtiéndose en su esposa, tras divorciarse de su primer marido, también fotógrafo. Elegante y siempre impecable, fue la primera top model , la modelo de alta costura mejor pagada y admirada de la época. Cuentan que estudió los cuadros del Louvre para aprender a moverse según el traje que llevara. Sus retratos tomados por Irving Penn son espléndidos. Fotografió campañas para los mejores diseñadores: Balenciaga (para Penn, era «un maestro de la arquitectura de la moda»), Issey Miyake (sus creaciones le estimulaban y mantuvieron una estrecha colaboración de 1986 a 1999), Christian Dior, Yves Saint Laurent, Karl Lagerfeld para Chanel, las fantasías neogóticas de John Galliano para Dior… No cree el comisario de la muestra, Jeff L. Rosenheim , responsable del área de fotografía del Met, que hubiera una relación de amor-odio entre Penn y el mundo de la moda: «No vivía en ese mundo, pero entró en él literalmente por su matrimonio. Seguramente, si no hubiera conocido a Lisa, su relación con la moda habría sido distinta». ¿Era tan democrático que cuidaba por igual sus fotos de moda y las de las colillas de los cigarrillos? «Convenció a las revistas para hacer cosas distintas. Las transformó. Usó el mismo telón para todas sus fotografías. Sí, fue un gesto democrático. Para él, las modelos eran unas trabajadoras más, y sus herramientas eran la cara, el cuerpo, la ropa…». Para sus retratos de celebridades, de gran intensidad psicológica, Irving Penn instaló en el centro de su estudio en Nueva York en 1948 dos plataformas planas, creando un estrecho rincón que resultaba hostil a los modelos: acostumbrados a entornos más lujosos, estaban en tensión , se sentían atrapados . «No dejó comodidades a sus retratados. Era un drama estar ante el maestro. No había distracciones, ni música. Apenas hablaba. Solo utilizaba el tacto. Lo hacía de forma sutil y elegante. Era un gran observador. Penn les tiende una trampa física y psicológica . Los ponía en un vacío para ver cómo se desenvolvían. Tenía una falta de respeto por lo que son, pero los respetaba por cómo son. Pasaban cosas interesantes en su estudio», advierte el comisario. Se ha recreado ese rincón en la muestra. Además, se exhibe el viejo telón de fondo, manchado y deshilachado , con el que creaba su fondo neutro para sus retratos. Lo llevó de estudio en estudio y aparece en algunas de sus fotografías más célebres. Georgia O’Keeffe pidió que destruyera su retrato. Marlene Dietrich quiso darle instrucciones de cómo debía colocar la luz. «Mira, en esta exposición tú serás Dietrich y yo el fotógrafo», le dijo a la diva, que, enfurecida, aceptó a regañadientes. Picasso solo le concedió diez minutos para retratarlo en La Californie, su casa en Cannes. Tiempo suficiente para inmortalizarlo con capa y sombrero en una de sus imágenes más icónicas. Con solo un ojo iluminado, su mirada fulmina. Penn animaba a sus retratados a salir de su coraza. Se documentaba sobre ellos, tomaban café, charlaban… Dicen que tenía la perseverancia de un jugador de póquer. Creía que el proceso creativo era como hacer el amor: no te funciona bien si no le funciona también a la otra persona. Logró que Miles Davis se quitara las joyas y su ropa llamativa. Al terminar la sesión, besó en la boca a Penn. Lo de Ingmar Bergman fue peor. Acabó exhausto. Y justo en un descanso lo pilló con la guardia baja, frotándose los ojos, y logró la foto deseada. En 1965, Penn viajó a España para retratar a la comunidad gitana. Fotógrafo todoterreno Arriba, ‘Ángel del Infierno (Doug)’, San Francisco, 1967. Sobre estas líneas, a la izquierda, autorretrato, Cuzco, 1948. A la derecha, ‘Amapola oriental simple’, Nueva York, 1968 © The Irving Penn FoundationSiguiendo con los retratos, hizo una serie, la más extensa, con trabajadores de pequeños oficios con sus herramientas en París, Londres y Nueva York: cocineros, camareros, pasteleros, carteros, chatarreros, maquinistas, bomberos… Para Penn, esta combinación de carniceros, panaderos y referentes de la alta costura era como «un menú equilibrado» . Influido por el surrealismo y su pasión por el arte primitivo, también realizó retratos etnográficos tomados en sus numerosos viajes por el mundo: comenzó con los indígenas quechuas de Cuzco (Perú) y acabó en Marruecos, donde inmortalizó a las guedras tapadas de pies a cabeza. Pero los bodegones eran su verdadera vocación. Los fotografió exuberantes, repletos de símbolos. Los primeros eran acertijos: letreros, pintadas en paredes, señales de tráfico… Después, fruta, comida congelada, flores, cartas, dados, objetos personales, desechos… Además, firmó exquisitos y atrevidos desnudos femeninos abstractos , de una belleza no convencional. Cada vez más voluptuosos y carnosos (recuerdan a los de Rubens y a los de Lucian Freud ), despojados de puritanismo, fotografía muy de cerca, y como a cámara lenta, pechos, vientres, caderas… Nunca la cabeza. Parecen esculturas. Alguna recuerda a la paleolítica Venus de Willendorf. Fueron rechazados por la crítica, incluso por Edward Steichen. Penn, decepcionado, guardó aquellas imágenes. A todo ello se suman campañas publicitarias de cerveza, whisky, coches, comida, café, vaqueros, jabón, cosmética… Y elevó las colillas de cigarrillos a la categoría de objeto artístico. Mandaba a sus ayudantes a recogerlas en el Soho. Expuestas por vez primera en el MoMA en 1975, fueron incomprendidas, al igual que sus desnudos. Comenta el comisario que Penn era muy meticuloso y perfeccionista, controlaba hasta el mínimo detalle: «Quería que la foto fuera perfecta e imperfecta». Sobre su relación con Richard Avedon , comenta que eran opuestos: «Penn buscaba gravedad y compostura; Avedon, que todo estuviese desestabilizado. A Avedon le gustaba llamar la atención, a Penn no. Era más íntimo y privado. Cada uno encontró fuerza en la obra del otro. Eran rivales amistosos , pero las editoras de las revistas para las que trabajaban los convirtieron en rivales superficiales». Comentan quienes lo conocieron que Irving Penn quería tener el control de todo , no dejaba nada al azar. Antes que ver publicada una imagen mediocre, prefería destruirla. No buscaba la fama. Se desafió a sí mismo . Lo retratan como un artista por encima de todo , atemporal, un genio, una de las mayores leyendas e iconos. Dice John Galliano en una de las pantallas al inicio de la muestra, que «estar con él era una experiencia religiosa ». Lo veía como un monje. La exposición del centenario Algunas de las imágenes de Irving Penn presentes en la exposición, que proceden de los fondos del Metropolitan Museum de Nueva York, que atesora la mayor colección del fotógrafo gracias a donaciones EpComo viene siendo habitual, Marta Ortega reunió a rostros conocidos en una fiesta previa a la inauguración. Entre los invitados este año, las modelos Linda Evangelista, Eugenia Silva, Lucie de la Falaise, Caroline Trentini y Malgosia Bela; la actriz Marisa Berenson, que posa para Penn semivestida por Ungaro en una fotografía presente en la exposición; los diseñadores Pierpaolo Piccioli y Samuel Ross, el arquitecto David Chipperfield, el fotógrafo Nick Knight y el director de cine Luca Guadagnino. No faltó Tom Penn, hijo del fotógrafo y director ejecutivo de la Fundación Irving Penn. Para la presidenta de Inditex, Irving Penn «es un nombre que conjuga un mundo de excelencia fotográfica sin igual . En manos de Penn, lo cotidiano se convierte en extraordinario y revela la profunda belleza de la sencillez . Su perdurable legado reside en la capacidad de sus fotografías para estimular nuestra imaginación cada vez que las vemos. Esta exposición es una maravillosa odisea a través de la lente de uno de los más grandes profesionales de la fotografía, una celebración del arte de la creatividad». Define a Penn como «un gran innovador que transformó el retrato de la alta costura en un arte atemporal. Era un maestro artesano que quería mostrarnos los huecos en los que el glamur se funde con lo cotidiano». Sus fotografías, dice, «despiertan nuestra imaginación. Fue uno de los alquimistas más dotados de la fotografía. Siempre en busca de la perfección, logró tener un sello propio ». Estadounidense de padres rusos judíos -su padre era relojero y su madre enfermera-, Penn era un hombre tranquilo, sensible, discreto, reservado, disciplinado, celoso de su vida privada, silencioso, solitario, empático, honesto. El béisbol fue su primer amor . Soñaba con ser jugador profesional. Quería ser pintor, pero no le gustaban sus cuadros y acabó atrapado por la fotografía. En México destruyó todas sus pinturas, pero conservó sus fotografías. Su padre espiritual y estético fue Alekséi Brodóvich , diseñador gráfico ruso emigrado y director artístico de ‘Harper’s Bazaar’. También fue decisivo en su carrera A lexander Liberman , director de arte de ‘Vogue’, e igualmente ruso exiliado. Tras 66 años ligado a ‘Vogue’ , revista para la que hizo más de 150 portadas (la primera fue un bodegón), las fotografías de Irving Penn son objetos de colección en los mejores museos del mundo. Murió el 7 de octubre de 2009 en Nueva York. Fue un genio , cuyo legado aún perdura hoy. Su obra, que deslumbra en La Coruña, sigue siendo tan relevante y poderosa como hace décadas.

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