Los tiempos no jugaban este sábado en favor de los cinco acusados por el crimen de Samuel. Tres largos años de instrucción, un juicio de cinco semanas de duración y una de las deliberaciones por parte del jurado popular más largas desde la implantación de este modelo en el sistema judicial español hicieron mella en la aparente calma de los encausados. Tras la llamada a primera hora para notificarles que había veredicto, los gestos fueron otros en la mayoría de los encausados, conscientes de que la resolución del asesinato encaraba su recta final con muchos escenarios abiertos. Había dudas sobre todo en el caso de Catherine Silva y Alejandro Míguez, los menos salpicados por las pruebas y los testigos, y la tensión marcó la jornada, tanto dentro como fuera de la sala.Diego Montaña, el más señaladoDesde el inicio del plenario, Montaña mantuvo una actitud de escucha aunque sin apenas mostrar emociones. La cosa cambió cuando le tocó tomar la palabra y reconoció, entre lágrimas, que de esa madrugada solo conservaba flashes pegando a Samuel. La frase quedó grabada en la mente de los integrantes del jurado, que por unanimidad y sin mostrar atisbo de duda lo consideraron culpable del asesinato. Con la mano apoyada en el rostro, Diego apenas dirigió unas miradas a su letrado. Se sabía, quizás, más dentro que fuera. Conocer la resolución no lo quebró.Kaio Amaral, el más rotoMuy llamativo fue el comportamiento de Kaio Amaral Silva. Pese a ser uno de los acusados que más carga tenía en su contra, la actitud de Amaral a lo largo de las cinco sesiones del plenario fue contenida. Incluso en el momento en el que decidió declarar y contestar a todas las partes. Pero ante la lectura del veredicto, antes incluso de conocer su futuro, el acusado se rompió. Buena parte de la sesión permaneció con el rostro cubierto. Y cuando llegó su parte, se derrumbó por completo, ocultando la cabeza entre los brazos, pegada a la mesa desde la que siguió cada día de juicio durante el último mes. Él es el procesado para el que la fiscal solicita la mayor condena. Un total de 27 años por el asesinato de Samuel y por el robo con violencia de su móvil. Kaio siempre defendió su inocencia, pero el jurado, en una votación de 7 contra 2, lo tuvo claro. Su defensa se basó en que no había tocado a la víctima, un hecho sobre el que su abogado volvió a la salida de los juzgados. «Kaio se ha roto porque es inocente», manifestó el letrado José Ramón Sierra. También argumentó que el hecho de que no fuese por unanimidad «demuestra que el jurado ha tenido dudas». «Nos permite hacer un recurso», reveló.Llumba, no sólo un ‘mataleón’En línea con su actitud a lo largo de todo el plenario, Freire se mantuvo entero ante la presión de saberse condenado, aunque sin poder ocultar su nerviosismo. Los integrantes del tribunal ciudadano no se lo creyeron, y le achacaron las lesiones que Samuel presentaba en el cuello, pero en ese momento él apenas pestañeó. Pese a su juventud, ha sido el acusado que más sereno se ha mostrado no solo ante la lectura del veredicto, sino en su interrogatorio ante el tribunal e, incluso, cuando las pruebas que lo señalaban fueron apareciendo. El jurado tampoco tuvo en cuenta, en su decisión, el presunto consumo de drogas ni sus adicciones. Esa madrugada, dijeron, «lo vimos correr por la calle en las imágenes».Alejandro Míguez, el cómpliceSu papel en la agresión era uno de los que más dudas suscitaba. La defensa de Míguez se abrazó a que ningún testigo lo vio pegar a Samuel, y a que no hay ni un solo fotograma que así lo demuestre. Pero los jurados atendieron la alternativa que les dio la fiscal, al introducir la figura del cómplice al asesinato de forma subsidiaria. No había argumentos suficientes para condenarlo por la muerte, pero sí para no dejarlo ir. Esa fue la lectura que, por unanimidad, realizaron los miembros del tribunal, que asumen que Míguez formaba parte de la unidad de acción y que entró y salió rebotado en varias ocasiones del tumulto que se llevó a Samuel. Su letrado esgrime que su rol es similar al de Catherine Silva, pero sus condenas no, por lo que pedirá una rebaja de pena sustancial: de los 13 que le pide la fiscal, a los 7 con los que se contentaría la defensa. Míguez escuchó atento las palabras del portavoz del tribunal, negando a veces con la cabeza, y sin la libreta que lo ha acompañado durante todo el plenario.Catherine Silva, la única exculpadaEs la única que podrá pasar página tras el fin del juicio. Sus reacciones duranta la dilatada y enrevesada lectura del objeto del veredicto demostraron que tardó en entender que quedaba exenta de toda responsabilidad. Cuando se supo libre, rompió a llorar por la tensión y salió a airearse. Después, volvió más repuesta a la bancada que ocupó durante casi cinco semanas. Su exnovio, a su lado y ya condenado, no le dirigió ni una mirada. Tampoco ella. El contacto entre el ex grupo de amigos que compartía aficiones, fiestas y quedadas fue nulo durante todo el plenario. Una frialdad que ni el contundente veredicto fue capaz de desmontar.
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