Cuatro expertos desvelan en ABC los errores históricos de ‘Gladiator II’

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Cuatro expertos desvelan en ABC los errores históricos de ‘Gladiator II’

Luces, cámara… y de cabeza a la arena del anfiteatro. Es viernes por la noche en la capital, aprieta el fresco y, frente a la parada de metro, aguarda Alfonso Mañas. Este doctor en Historia del Deporte con tesis sobre la gladiatura y autor de ‘Gladiadores, bestias y condenados’ (Almuzara) se ha ofrecido voluntario para guiarnos en viaje trepidante: uno a través de los aciertos y los errores históricos de la película del momento, ‘Gladiator II’ . «Es la segunda vez que la veo, así que vengo preparado», admite en la fila que da acceso a la sala.Nosotros también hemos hecho los deberes. Ha pasado ya una semana desde que Ridley Scott estrenara la continuación de su obra magna, tiempo más que suficiente para hacer acopio de información. En estos días, por la grabadora de ABC han desfilado otros tantos expertos prestos a desvelar los secretos de ‘Gladiator II’. Y lo cierto es que no han dibujado un buen panorama. Fernando Quesada , catedrático de Arqueología por la Universidad Autónoma de Madrid, ha sido el más optimista. A cambio, María Engracia Muñoz-Santos -historiadora y doctora en Arqueología Clásica- y Fernando Lillo Redonet -doctor en Filología Clásica- no han ocultado su desagrado. Los también autores de ‘Gladiadores, valor ante la muerte’ (Desperta Ferro) la han tildado de «rotunda decepción».«Solo lamento que tengas que ir a verla», bromeaba Lillo a través del teléfono solo unas horas antes de que pusiéramos rumbo al cine. Después, y mientras se apagan las luces, sacamos libreta y bolígrafo para dar fe de lo malo y lo bueno.Avanza el largometraje entre errores y discordias, pero también espadazos; ‘Gladiator II’ es una montaña rusa de emociones. En la oscuridad del cine, Mañas señala la pantalla. «¡Aquí vienen las ‘naumaquias’!». Scott nos regala una escena para el recuerdo: galeras que combaten en un Coliseo a rebosar de agua. Casi se huele la humedad. Y en esas, recordamos las palabras de Quesada: «Históricamente existieron, aunque hay muy pocas documentadas. La primera la organizó Julio César en el 46 a. C. También lo hicieron Octavio Augusto y Claudio, este último en el lago Fucino». Silban las flechas, arden las velas… y sí, vemos tiburones hambrientos que suspiran por presas.Naumaquias imposiblesLa espectacularidad de las ‘naumaquias’ de Scott es innegable. «Me ha gustado cómo la ha desarrollado. La idea de que se utilizaban buques más reducidos es interesante», nos decía Muñoz-Santos también a través del teléfono. Mañas, por su parte, celebra que «sea la primera vez que se recrea algo así en el cine». En sus palabras, es acertado que el director «haya puesto solo dos galeras grandes junto a varias barcazas más pequeñas», pues las medidas de la arena del Coliseo «apenas superaban los 76 por 44 metros». Pero admite que es imposible que, en el siglo III d. C., se celebraran en este anfiteatro. La razón nos la adelantaba Quesada: «Domiciano, nacido en el I d. C., construyó una serie de túneles subterráneos debajo para albergar a los animales y a los esclavos. A partir de entonces se dejaron de hacer allí porque el suelo corría peligro de derrumbarse por el peso del agua».No es el único problema de Scott. Lillo, con sorna, afirmaba que «los que luchaban en este tipo de espectáculos no eran gladiadores, como se ve en la película, sino reos y condenados a muerte». Las fuentes clásicas no dejan dudas: cuando César organizó la primera ‘naumaquia’ incluyó a 1.000 combatientes y a 2.000 remeros, el grueso de ellos, prisioneros de guerra. Con todo, Mañas es optimista y, en voz baja -no quiere molestar al resto de la sala-, sostiene que, si este fallo nos ha permitido disfrutar de una batalla naval en la gran pantalla, bienvenido sea.Noticia Relacionada «No eran chicos de gimnasio» estandar Si Investigadores destruyen las mentiras sobre los gladiadores Manuel P. Villatoro Fernando Lillo Redonet y María Engracia Muñoz-Santos desvelan en un nuevo ensayo la verdad de la gladiaturaCon lo que no han sido tan laxos nuestros expertos es con los famosos tiburones. Muñoz-Santos, cuya tesis está centrada en los animales utilizados en los espectáculos romanos, nos advertía de que jamás se lanzaron escualos al agua del Coliseo. Mañas, a cambio, suscribe que cronistas como Suetonio «confirman que Nerón utilizó en su anfiteatro de madera ‘monstruos marinos’», pero cree que se refiere, como mucho, a «focas, leones marinos o morsas». La espectacularidad, una vez más, ha podido a Scott. Llevaba razón Lillo en la entrevista previa: «¿Qué le hubiera costado poner cocodrilos, que eran transportados desde Egipto y resistían mejor el viaje?». Nosotros tampoco lo entendemos.Monos y tiburones asesinosEl coautor de ‘Gladiadores, valor ante la muerte’ nos desvelaba también que las fieras que muestra la película habían sido el centro de otras tantas polémicas, y ahora entendemos el porqué. «¡Es absurdo que haya una batalla contra monos en un anfiteatro! Eso es ciencia ficción». Los espectáculos en los que se utilizaban fieras, nos decía Muñoz-Santos, eran las ‘venationes’, y en ellas no participaban gladiadores: «O se enfrentaban animales contra animales, o animales contra ‘venatores’. Estos últimos eran cazadores equipados con una lanza. A veces se montaba una suerte de escenario que emulaba una selva, y en ella se simulaba una cacería».¿De dónde diantres ha sacado entonces Scott la idea de los monos? Desde la butaca, Mañas cree haber llegado hasta el corazón del mito: «Es una leyenda que se extendió con la novela ‘Those about to die’, publicada en 1958. El autor, Daniel P. Mannix, incluyó un episodio en el que un grupo de babuinos violaba a mujeres en la arena. Los americanos se lo tomaron al pie de la letra y lo han extendido a series como ‘Roma’, de HBO». La realidad es que las fuentes no nos hablan de ellos. Ni siquiera eran utilizados en las ‘damnatio ad bestias’, las ejecuciones de condenados a muerte con animales. Pero los macacos se quedan en una anécdota cuando llega la escena más controvertida de toda la película: el dichoso gladiador a lomos de un rinoceronte. Denzel Washington, como Macrino ABCCuesta ser optimista… Es imposible no recordar las palabras de Muñoz-Santos: «Un grupo de gladiadores jamás se habría enfrentado a un rinoceronte. Habrían sido ‘venatores’». Aunque el mayor fallo, según la misma experta, Quesada y Lillo, es que Scott haya puesto a un jinete encima. Sin embargo, Mañas ofrece una visión que, sabe, irritará a sus colegas: «¿Es una imprecisión? Sí, pero no me parece tan descabellado. Es un mamífero muy inteligente y no es difícil montarlo. Plinio el Viejo escribió que a los elefantes se les hacía caminar sobre cuerdas y bailar… ¿Tan raro es que se domesticara a una de estas bestias?». No opinamos.’Venationes’, ‘naumaquias’… ¿Dónde diantres quedan, entonces, las batallas gladiatorias? Lillo no lo dudó un segundo cuando le entrevistamos: «Es una película en la que apenas las hay, lo mismo que gladiadores precisos a nivel histórico». Mañas está de acuerdo con sus colegas en que había diferentes tipos de luchadores, cada uno equipado de una forma concreta y con un estilo de combate documentado; y añade que el director se ha pasado por el Arco de Constantino todos y cada uno. Una vez más, Lillo acertó al señalar que «por mucho que mires, no encontrarás un reciario ni un murmillo».No es lo único. En el filme, los cascos y los escudos -básicos en la arena- brillan por su ausencia y las espadas cortan sin pudor cabezas y manos de un tajo. «Eso es imposible», dice Mañas. La guinda es que la película no muestra a los dos árbitros que dirigían los combates.En su momento le preguntamos a Lillo por el error que más le escoció al ver la película, y lo tuvo claro: «Siempre ponen a un gladiador con un hacha , y ni una sola fuente nos confirma que las utilizaran. Es falso». A Muñoz-Santos le costó elegir, pero se decidió: «¿Solo uno? Han utilizado cascos de la época republicana a pesar de que la película está ambientada en la era imperial». El de Mañas ya lo sabemos, pues lo ha repetido varias veces durante la película: las sandalias. «Combatían descalzos, lo confirman las crónicas y los relieves. Así tenían una mejor percepción del terreno», desvela. Luego, señala a la pantalla: «¡Mira, si es que les ponen unas que no son ni de época!».Locos emperadoresLos emperadores son la siguiente parada dentro de esta colosal red ferroviaria de «errores». Por mucho que diga Scott, pasaron muchos más años entre la muerte de Marco Aurelio y la llegada al poder de Geta y Caracalla . La historia, esa que ha quedado sobre blanco en las fuentes, sentencia que fue en el 211 d. C. cuando murió Septimio Severo y el imperio quedó al frente de sus hijos. Mañas nos da un codazo, toca apuntar en la libreta: «En la película parece que se toleraban, pero no. Partieron el palacio para no verse y hasta tenían criados diferentes para evitar ser envenenados por el otro. Solo se reunían para tratar asuntos de estado, y siempre sin armas».Tampoco es correcto tratar a Caracalla como un enfermo mental. Aunque el cronista Dion Casio arremetió contra él y le describió como un cobarde, ni estaba loco, ni nombró cónsul a un mono. «Es un guiño a Calígula, que sí lo hizo con su caballo», completa Mañas. Quesada también salió en su momento en defensa del personaje interpretado por Fred Hechinger: «Ha tenido mala fama, pero construyó grandes termas y extendió la ciudadanía romana». Por descontado, no murió como se explica en la película. La realidad es que fue asesinado por sus hombres el 8 de abril del 217 d. C. mientras se dirigía hacia una campaña militar. «Fue por orden de Marco Opelio Macrino, sí, pero no lo hizo con sus propias manos», completa el autor de ‘Gladiadores, bestias y condenados’.Noticias Relacionadas estandar No TURISMO DE CINE Las localizaciones en las que se recrea la Antigua Roma en Gladiator II Rocío Jiménez estandar No Pódcast | La verdad tras ‘Gladiator II’: ¿cuáles eran los tipos de gladiadores y qué armas portaban? Manuel P. VillatoroDos horas y pico después, las luces vuelven a la sala. Nos esperamos lo peor. ¿Qué le habrá parecido a nuestro acompañante? «Tiene sus cosas buenas», responde. Nuestra mueca de asombro ha debido ser tan grande como el Coliseo, pero el experto se justifica: «Capta muy bien la atmósfera de cómo eran aquellos espectáculos. También muestra de forma acertada esa idea tan extendida en la época de que el ser humano no es dueño de su destino». Y apunta un detalle que honra al equipo de documentalistas de Scott: «Hay una escena en la que se ven unas inscripciones con los nombres de varios gladiadores. Son similares a las que se hallaron en los muros de Pompeya».Algunas luces dentro de otras tantas sombras. Aunque Mañas promete encontrar más: «¡La volveré a ver la semana que viene, cuando vuelva a Granada!».

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