Hoy nadie la recuerda, pero la acción más famosa del Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación –el grupo terrorista hispanoportugués más conocido por sus siglas, el DRIL– fue la ‘Operación Dulcinea’, que consistió en secuestrar un trasatlántico repleto de pasajeros para sembrar el caos e intentar desatar una revolución conjunta contra las dictaduras de Franco y Salazar. Una aventura utópica con unos objetivos prácticamente imposibles de conseguir, pero que tuvo cierto éxito desde el punto de vista publicitario, puesto ocupó las portadas de los principales periódicos del mundo durante varios días. Esta no era su primera acción, puesto que ya habían matado a la que hasta 2020 se consideró por error la primera víctima de la historia de ETA : la niña Begoña Urroz Ibarrola . El asesinato de esta niña de 22 meses permaneció, durante seis décadas, en el ostracismo, sin reconocimiento, sin el apoyo de las autoridades y sin recibir un solo homenaje. El DRIL tampoco asumió su autoría, ni entonces, ni en los cinco años que duró su trayectoria criminal. Esta organización había sido creada en 1959 por exiliados españoles, procedentes principalmente de Galicia, y portugueses. Contaba con dos líderes, uno en cada país: Humberto Delgado y Xosé Velo Mosquera . Entre sus miembros destacaron el capitán portugués Henrique Galvão y José Fernández Vázquez, este último, un exmilitante del Partido Comunista de España y antiguo comandante de la Marina republicana durante la Guerra Civil.Noticia Relacionada Casos sin resolver estandar Si La historia de los asesinos de ETA que jamás fueron juzgados Israel VianaEl asesinato de la pequeña Begoña el 28 de junio de 1960 se produjo siete meses antes de que el DRIL pusiera en marcha la ‘Operación Dulcinea’. La madre había llevado a su bebé con su tía a la estación de Amara, en San Sebastián, donde esta trabajaba en la consigna. «Dejé a mi niña con ella mientras yo iba a un comercio cercano a comprarle unos zapatitos para ir a Navarra. Cuando volví, había un lío tremendo. ¡Había estallado una bomba! Mi hija estaba abrasada y otras personas, entre ellas mi tía, heridas. Fue horrible», contó Jesús Ibarrola a ‘El País’ en 2009. Franco contra ETAEn su momento, el régimen franquista no tuvo dudas sobre la autoría del atentado: un miembro del DRIL había depositado el artefacto en la estación. El diario ‘El Nacional’ de Caracas, además, publicó un artículo con la reivindicación del ataque de uno de sus miembros. Y ya todo estaba dicho en aquellos años en los que surgieron varios grupos terroristas influenciados por la Revolución cubana, que en 1959 había derrocado a la dictadura de Fulgencio Batista y alzado al poder a Fidel Castro. Fue en ese contexto en el que surgieron tanto el DRIL como ETA. Sin embargo, el crimen de Begoña cayó en el olvido y cuando se volvió a recordar a principios de los 90, los independentistas vascos fueron considerados los autores, en vez de este primer movimiento formado por españoles y portugueses que buscaban el fin de las dictaduras española y portuguesa. La ‘Operación Dulcinea’ se fraguó en muy lejos de la Península Ibérica, en Venezuela. En aquellos años, el régimen democrático de aquel país ayudaba a los exiliados españoles y portugueses que luchaban contra sus respectivas dictaduras. El cerebro fue Humberto Delgado y contó con el apoyo de figuras tan importantes como el futuro presidente de Brasil, Jânio Quadros. Las dictaduras, en viloDurante 13 días, los 24 secuestradores del DRIL que participaron en el secuestro consiguieron mantener en vilo a las dos dictaduras y aterrorizados a los 356 tripulantes y 612 pasajeros del trasatlántico Santa María. Todos ellos de nacionalidad estadounidense y holandesa, principalmente. «Era el primer secuestro con fines políticos de un barco de pasajeros en la historia de la marina moderna», explicaba Marco Ferrari en su libro ‘La increíble historia de Antonio Salazar, el dictador que murió dos veces’ (Debate, 2022).La embarcación era propiedad de la Compañía Colonial de Navegación de Portugal y había zarpado de Lisboa el 9 de enero de 1961, para realizar una travesía por la costa centroamericana. El 20 de enero había llegado al puerto venezolano de La Guaira. Los terroristas del DRIL se habían hecho pasar por pasajeros, incluido Henrique Galvão, escritor, dramaturgo y exmilitar destinado a Angola que se había pasado a la oposición contra Salazar. Lo llamaban ‘El Gran Mago’. Dos años antes había huido a Venezuela y pedido asilo político. El plan era atacar el puerto de Fernando Poo, posesión española en el golfo de Guinea, y luego dirigirse a Luanda con la ayuda de los rebeldes locales. Lo primero que hicieron fue cambiar el nombre del barco, que pasó a llamarse ‘Santa Libertade’. Luego pusieron rumbo a Santa Lucía para desembarcar a tres heridos y el cuerpo de un tercer oficial que había muerto durante el tiroteo que se ocasionó en la toma del puente de mando y de la estación radiotelegráfica de la embarcación.ParanoiaA partir de ese momento, ABC publicó numerosas noticias sobre cómo iban las negociaciones con los secuestradores. El diario de ‘El folletinesco Galvão’ detallaba: «Desde hacía veinte años su verdadera profesión era la de conspirador; hombre imaginación calenturienta, la mantenía en actividad erúptica fraguando complots, golpes de mano y atrevidas operaciones como el secuestro de Salazar, que nunca pudo realizarlas. Salía de la prisión para reingresar poco después. De tanto devanar sus sesos en inventos truculentos y fantasías, le sobrevino una aguda crisis nerviosa con reflejos de paranoia».Aunque se desplegó una intensa búsqueda por mar y aire, el trasatlántico no fue localizado hasta el 23 de enero frente a Castries, la capital de Santa Lucía. Un día después, Salazar ordenó la movilización de la Marina portuguesa y pidió la intervención de Gran Bretaña y Estados Unidos, a los que se sumó después Holanda. El DRIL presionó para que el secuestro fuese considerado una acción política y en no tocar los 40.000 dólares que había en la caja fuerte del barco para no ser acusados de piratería.El 26 volvió a desaparecer y, un día después, fue localizado de nuevo a 700 millas de la desembocadura del Amazonas en dirección a África. Una flota estadounidense solicitó negociar por radio con los líderes de la ‘Operación Dulcinea’. Galvão aceptó y el barco puso rumbo al noreste de Brasil. Delgado, por su parte, pidió a las embajadas de Gran Bretaña y Estados Unidos en Brasil, así como al Departamento de Estado en Washington, que sus respectivos países no interfirieran en esta rebelión, pues no tenía nada que ver con un simple acto de piratería.El secuestroEl 31 de enero, a 35 millas de Recife, el almirante Allen Smith se entrevistó durante tres horas a bordo del trasatlántico con Galvão. Delgado, como líder de la oposición portuguesa, no se encontraba a bordo. Ese mismo día, ABC publicaba la siguiente información : «El secuestro del navío ha tomado un intenso cariz político, ignorándose qué sucederá después de la evacuación del pasaje».El 2 de febrero el barco fondeó en Recife, donde Galvão dio una conferencia de prensa junto a Delgado, que había subido a bordo en las últimas horas. Los pasajeros y tripulantes desembarcaron finalmente en medio de una gran multitud y el comando aceptó quedarse en Brasil, donde obtuvieron asilo político. «¡Ya era hora! ¡Qué pesadilla!», comentó a ABC una de las víctimas . «Pensé que no lo iba a poder contar. Fueron unos días de terror que no olvidaré jamás. Un hijo mío de 19 años que me acompaña perdió seis kilos de peso a bordo. Y por negarse a abandonar la cubierta estuvo a punto de ser acribillado. Otro pobre hombre daba señales de haber perdido la razón, y no era para menos», añadía otra .El trasatlántico fue entregado a la Compañía Colonial de Navegación. Días más tarde, la prensa informó de la supuesta conexión de la URSS con el secuestro, señalando incluso al embajador soviético en Marruecos y a algunos políticos africanos. «Es sintomático que los marxistas de este continente presenten la odiosa aventura de Galvão como un símbolo de protesta y liberación. El Kremlin, el bloque soviético y las fuerzas comunistas del mundo vuelcan su propaganda calificando a los agitadores como amigos de las naciones africanas hostiles al colonialismo. Para saturar la envenenada atmósfera de confusión alrededor de esta loca y criminal agresión, Moscú ha afirmado que ‘Galvão está sostenido por los africanos’», podía leerse en el diario ‘El Día’, 3 de febrero de 1961.La desaparición del DRILLa ‘Operación Dulcinea’ no consiguió su objetivo. Franco siguió en el poder has su muerte en 1975 y Salazar hasta 1968, dos años antes de fallecer. Con el secuestro, sin embargo, el DRIL se sumió en una crisis debido a las luchas internas sobre quien debía liderar la organización o sobre si la organización debía seguir cometiendo atentados y sabotajes. En cualquier caso, continuó realizando acciones esporádicas hasta 1964, cuando desapareció definitivamente. Jorge de Soutomaior, uno de los miembros fundadores del DRIL, escribió un libro titulado ‘Yo robé el Santa María’, que no fue publicado en España hasta el año 1978. En 2004 se estrenó el documental ‘Santa Liberdade’, dirigido por Margarita Ledo Andión, en el que se narra el secuestro del trasatlántico. En 2020, una investigación del Memorial de Víctimas del Terrorismo concluyó que el asesinato de Begoña Urroz no fue ETA.
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