Se anunció envuelto en un halo de esperanza. Deep Sea Vision, una empresa estadounidense de exploración de aguas profundas, detectó el pasado enero una anomalía a casi 5.000 metros de profundidad en el océano Pacífico. Las imágenes de sónar submarino, una tecnología que mapea el fondo marino mediante ondas sonoras, parecían mostrar un pequeño avión sepultado que podía corresponderse con el que pilotaba Amelia Earhart cuando desapareció misteriosamente en 1937.Aunque se guardó en secreto la ubicación exacta del descubrimiento, trascendió que se hallaba a unos 161 kilómetros de distancia de la isla Howland, la minúscula porción de tierra estadounidense entre Australia y Hawai donde Earhart tenía previsto repostar en su intento por dar la vuelta al mundo y batir el récord de circunnavegación. La famosa aviadora de 39 años, la primera mujer que sobrevoló el Atlántico sin escalas y una de las pioneras de la aviación comercial en Estados Unidos, había despegado desde Oakland, California, el 20 de mayo de 1937 en un Lockheed 10-E Electra de 10 pasajeros, acompañada por su copiloto Fred Noonan, de 44 años. Del pequeño aeropuerto de Lae, en Papúa Nueva Guinea, se dirigió hacia la isla de Howland, donde pensaban reabastecerse de combustible. Antes de llegar, Earhart solicitó ayuda al buque Itasca para que le proporcionara por radio la situación exacta de la isla para iniciar las maniobras de aterrizaje. Su contacto, sin embargo, se perdió para siempre el 2 de julio de 1937.Tras dos semanas de búsqueda infructuosa sin hallar el menor vestigio, el gobierno estadounidense les dio por perdidos, aunque la falta de evidencias del accidente alimentó multitud de teorías y especulaciones. Desde entonces, han sido muchos los intentos por desentrañar uno de los enigmas más famosos de la aviación .Las imágenes tomadas por Deep Sea Vision parecían ser una pista sólida sobre la suerte que siguió la legendaria aviadora. Su equipo de arqueólogos submarinos y expertos en robótica marina había buscado en más de 13.400 kilómetros cuadrados durante 100 días y llegó a la conclusión de que la aviadora aterrizó en el agua y de que su nave se acabó hundiendo por las corrientes. Aquella anomalía a 4.900 metros de profundidad ofrecía «la oportunidad de cerrar una de las mejores historias estadounidenses», como afirmó el director ejecutivo, Tony Romeo, al dar a conocer el hallazgo. Sin embargo, la propia empresa de exploración oceánica ha admitido once meses después en un comunicado en Instagram que «desafortunadamente» no se trataba del avión de Amelia, sino «solo una formación de roca natural». La compañía asegura que «sigue buscando – ahora despejando casi 7700 millas cuadradas-». En su opinión, «la trama se complica sin que todavía no haya pruebas de su desaparición» y se pregunta: «¿Se quedó sin gasolina cerca de Howland Island?».
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