Sentado a una pequeña mesa, solo con un micro, un vaso de agua y un escueto cartel recién puesto del PSOE de Madrid, Juan Lobato (Madrid, 1984) empezó a escribir el martes, en la Asamblea, su propio manual de resistencia . La resistencia frente a las presiones de su partido le ha durado poco, pero está decidido a aguantar mucho más para reivindicar una política alejada de las trincheras. Como técnico de Hacienda del Estado tiene un escrupuloso respeto por las formas y la legalidad más rigurosa, y con su citación como testigo ante el Supremo el próximo viernes ha medido cada unas de sus palabras durante toda la semana, en la que se ha visto sorprendido por un tsunami de críticas internas.Lobato ha sido lo más parecido a un verso suelto dentro del sanchismo que domina el PSOE desde hace años. Un perfil crítico, pero no demasiado. Un defensor de las buenas formas en política y del respeto a la ley, pero procurando siempre no ser excesivamente molesto para Sánchez. Siempre se ha quedado a medias, lo que le ha valido que en su partido le miraran con recelo, sobre todo en Ferraz y en La Moncloa, mientras que en el Partido Popular le reprochaban su «falta de valentía». Nunca dio el paso decisivo para plantar cara a Ferraz… hasta el martes. El martes apenas tardó tres minutos en denunciar el linchamiento que había sufrido por parte de su propio partido, insinuar una posible mala práctica por parte de la Moncloa y lanzar un aviso: nada ni nadie está por encima de la ley, tampoco el el PSOE, que, según ha subrayado con insistencia, sigue siendo un partido de militantes. Esa ha sido siempre la palabra clave para él: militantes. Son los que le dieron el apoyo en 2021 para ser el actual secretario general del PSOE de Madrid, en unas elecciones primarias frente al alcalde de Fuenlabrada, Javier Ayala, al que dobló el pulso con el 61 por ciento de los votos. Y son los militantes a los que ha agradecido su apoyo en su carta de despedida. Noticia Relacionada estandar Si Lobato denuncia el linchamiento del PSOE por decir la verdad y no dimite Mariano Calleja El líder del PSM, en una comparecencia sin preguntas, se ha defendido tras las publicaciones de ABC sobre la filtración del caso del novio de Ayuso: «Parece que el malo es quien decide no hacer las cosas mal»Lobato siempre ha tenido presente que él ha estado ahí, al frente del PSOE de Madrid, haciendo oposición directa a Isabel Díaz Ayuso día a día, porque los militantes socialistas le colocaron en ese puesto. Y no Ferraz. Ni La Moncloa. Han sido las bases del partido en Madrid. Y eran ellas a las que quería ligar su futuro en las próximas primarias del partido. Pero no ha podido llegar hasta ellas. Ha sido ese respaldo de la militancia la que le ha hecho sentirse con una legitimidad extra cuando se ha dirigido a sus compañeros de la dirección federal o de La Moncloa y no ha tenido problemas en criticar algunas de las actuaciones del Gobierno de Sánchez, como ocurrió con la ley de amnistía. Eso le generó enemistades dentro del partido, y no pocas ni menores. Pero a Lobato no le asustaba esa rivalidad interna. Él siempre ha visto sano que haya distintos puntos de vista y debate interno en el PSOE. Quizás el PSOE que él defiende no es el mismo partido que gobierna ahora España. En su entorno siempre decían que no es de los que se encogen cuando les señalan desde dentro del partido. Aunque considerara que una batalla era difícil, como la de disputar de nuevo la secretaría general del PSOE de Madrid ante un eventual candidato avalado por Sánchez, Lobato estaba dispuesto a coger el toro por los cuernos y seguir adelante hasta el final. Enfrente, en el PP, los que pelean con Lobato en el día a día le reprochaban siempre su falta de «valentía» por no ser capaz de marcar una línea clara frente al sanchismo a la hora de defender Madrid y a los madrileños. En la Asamblea se veía cada semana: había un freno oculto que le impedía decir lo que realmente piensa de algunas actuaciones de Sánchez y el Gobierno, relacionadas, por ejemplo, con las políticas hacia los independentistas. El portavoz de los socialistas madrileños presume de tener un estilo político muy próximo a la gente y de buenas formas, algo que practicó cuando fue alcalde de Soto del Real, con mayoría absoluta en su última legislatura. Ahí hizo su rodaje como político, y donde llevó a la práctica sus ideas sobre el diálogo con otros partidos de todo signo y la necesidad de llegar a acuerdos con todos, aunque tuviera mayoría. Por eso, lo primero que hizo al llegar a la Asamblea esta legislatura fue tender la mano a Ayuso para alcanzar distintos pactos, y en su partido muchos no lo entendieron. De esa mano tendida ya no quedaba ni el recuerdo en Vallecas.Ahora, Lobato se echa a un lado, pero deja una puerta abierta al futuro y con un mensaje muy claro: «El PSOE es un partido de militantes». Son ellos los que mandan y los que decidirán en las próximas primarias quién estará al frente del partido en Madrid. El actual líder del PSOE, mientras, redacta su propio manual de resistencia frente a un modo de hacer política, basada en linchamientos y polarización, con el que nunca se ha identificado. Resistencia frente a esa división de la sociedad impulsada desde el poder y a favor de manos tendidas, diálogo con el adversario y grandes acuerdos entre izquierda y derecha cuando el beneficiado es el ciudadano.
Leave a Reply