España es uno de los países con mayor nivel de riesgo de la Unión Europea, especialmente en el litoral mediterráneo, y más aún en el sureste peninsular, una zona densamente poblada y en crecimiento demográfico. Lugares que se enfrentan al mismo tiempo a la amenaza de inundaciones, desertización, incendios forestales y terremotos.Lorca , en Murcia, es recordada por el terremoto de 2011 que causó la muerte a nueve personas. No hace tanto, en 1973, sufrió la riada más letal del siglo XX. Entre 1996 y 2015 se quemaron más de 700 hectáreas de sus bosques en un centenar de incendios. Como gran parte del sur y este peninsular, tiene un elevado riesgo de desertización por la escasez de lluvias y las altas temperaturas. Y, sin embargo, su población no ha dejado de crecer. Con cien mil habitantes, el doble que en los años sesenta del siglo XX, es la tercera ciudad de la Región de Murcia .La historia de Lorca no es única. La historia del levante español, y más aún del sureste peninsular, se cuenta por desastres naturales. En la región confluyen una peligrosidad sísmica elevada por ser una zona de contacto de las placas tectónicas; lluvias torrenciales por la cercanía de relieves jóvenes próximos a la costa; calimas y olas de calor, con elevado riesgo de incendios, por la llegada frecuente del aire sahariano debido a la cercanía al norte de África; y precipitaciones escasas. Todo en una zona extremadamente poblada y en crecimiento, atraída por las actividades económicas de la costa, con un urbanismo que no siempre ha respetado el riesgo.«Históricamente ha habido un respeto al medio natural en el sureste ibérico y su comportamiento a veces extremo», explica Jorge Olcina , catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante. «Los iberos, los romanos y la civilización islámica, por ejemplo, implantaron las ciudades cerca de los cursos de agua, pero dejando espacio suficiente para que no les afectarán las crecidas fluviales. Este respeto se mantuvo hasta los años sesenta del siglo XX, en el que el crecimiento económico moderno y acelerado comenzó a implantar actividades y áreas residenciales en áreas de riesgo, especialmente de inundación, pero también de deslizamientos, y de peligrosidad sísmica», expone. «En la actualidad hay un desconocimiento profundo del carácter de riesgo del litoral mediterráneo en su conjunto por parte de la población. Y a ello se une que a la administración, especialmente local, no le gusta tratar el riesgo como un aspecto propio del territorio del sureste ibérico . De manera que se vive en un desconocimiento social profundo de esta cuestión. Que no se soluciona, porque tampoco tenemos educación para el riesgo que pudiera informar a la sociedad que allí vive», lamenta Orcina.InundacionesNadie puede saber cuándo, dónde y cuánto va a llover con la antelación suficiente como para evitar todos los desastres; pero sí se sabe perfectamente por dónde va a correr el agua cuando ocurra el aguacero y el desbordamiento del cauce. El conocimiento de su curso es tan preciso que hay mapas oficiales que delimitan metro a metro por dónde va a romper la escorrentía en las áreas de mayor riesgo. Son las zonas inundables. Cuatro millones de españoles están expuestos al peligro; pero no todos son conscientes de vivir en un terreno con riesgo, más o menos elevado, de sufrir el fenómeno natural que más destrozos, daños económicos y muertes causa en España cada año.Las lluvias torrenciales, el calentamiento del agua del mar Mediterráneo, el relieve y la tipología de los terrenos hacen de las cuencas del Júcar y del Segura unas de las zonas más afectadas históricamente por las inundaciones. La deforestación por causas climáticas o por acción humana es un factor más, puesto que eliminan la retención de agua.Incendios forestalesEl número de incendios forestales en España es muy elevado en comparación con el resto de países de la UE, una media de 80 al año con consecuencias para la población; aunque también hay que tener en cuenta que es el segundo país en extensión de superficie forestal. Entre 1961 y 2016 se han quemado en España la superficie equivalente al 15% del territorio, casi la superficie de Castilla-La Mancha, según datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Las áreas calcinadas se concentran en las regiones del norte, especialmente Galicia . Destacan también Castilla y León, Extremadura y Castilla-La Mancha, y las consecuencias en el litoral mediterráneo y los dos archipiélagos.«En los últimos años los incendios forestales están experimentando un desarrollo singular en el contexto del calentamiento climático, provocando efectos en muchas ocasiones catastróficos», explica Olcina. «La fase de extinción del fuego que existe en España es de las mejores que hay en el conjunto del mundo. Pero lo que quedaría es ‘apagar’ los fuegos en la fase previa, esto es, con un tratamiento adecuado del monte en los meses previos a los de verano, cuando el riesgo es mayor», expone. DesertizaciónLas prolongadas sequías , un fenómeno extremo recurrente en España, con altas temperaturas en verano y en ocasiones fuertes vientos, no hace sino potenciar los riesgos. «En su conjunto, falta un tratamiento integral del riesgo para todos los peligros existentes. Cada vez tiene menos sentido abordar sólo las inundaciones o los terremotos, cuando el territorio es el mismo y está afectado por todos esos peligros señalados a la vez. Es necesario un enfoque integral», apunta Olcina.«De momento no se están dando los pasos necesarios. Sería obligatorio que todos los municipios españoles de más de dos mil habitantes elaboraran planes de adaptación al cambio climático que fueran transversales a todas sus acciones de gobierno local, y especialmente en la parte urbanística. Las ciudades deben adaptarse a las nuevas condiciones climáticas que ya se están registrando y a las que la modelización climática científica indica que se van a producir en las próximas décadas. La DANA de Valencia puede ser un antes y un después en la consideración del respeto al medio natural y al proceso de cambio actual que le influye», señala Olcina. Si la gran riada de Bilbao en los años ochenta del siglo XX dio como respuesta la creación de la Protección Civil moderna, las inundaciones de Valencia deberían conducir hacia un cambio de modelo para afrontar los retos del siglo XXI, espera Sofía González , geógrafa y técnica de Protección Civil experta en gestión de riesgo de desastre. Un modelo enfocado no sólo en la respuesta a la emergencia, sino también en la gestión de reducción de riesgos con planes integrales ante los peligros naturales que amenazan España: inundaciones, desertización, incendios, terremotos y erupciones volcánicas.«En España tenemos planes de emergencia de riesgos, pero no planes de gestión», lamenta González. «Un plan de gestión de riesgo implica medidas para evitar, reducir y responder a riesgos. En España, por transposición europea, hay planes para inundaciones, pero no para el resto de peligros naturales». «Una cosa es el peligro y otra es el riesgo», explica González. «El riesgo es el daño que esperamos si el peligro se materializa. Depende de la exposición y los elementos susceptibles de ser dañados. El desastre es la consecuencia del riesgo», expone González. «Un desastre siempre es un fracaso. Siempre buscamos culpables, pero hay que ser proactivos para analizar y que no vuelva a ocurrir», afirma. «Esto va de prevención; pero cuando no tienes evidencia de que el riesgo es inminente, son decisiones difíciles, porque afectan a la economía», reconoce. González estuvo implicada en el estudio de gestión de riesgos posterior al desastre de Lorca. El terremoto de Lorca, en Murcia, en 2011, no fue de magnitud devastadora (5,1), pero ocurrió justo debajo de la ciudad a poca profundidad, con una intensidad VII. El 80% de los edificios quedaron dañados, aunque solo uno colapsó durante el seísmo.TerremotosLa actividad sísmica en España es intensa, especialmente en el sureste de la Península. Las sacudidas principales, con terremotos destructivos, ocurren en el sur por el movimiento de las placas tectónicas Euroasiática y Africana. La segunda zona de riesgo está en los Pirineos, por la colisión de las placas Ibérica y Europea. Los terremotos no se pueden evitar y ni siquiera predecir, pero sí se pueden contener sus efectos destructivos. Todo depende del grado de vulnerabilidad de las construcciones. Desde finales de los años sesenta del siglo XX, España regula la construcción con normas sismorresistentes. La actual, vigente desde 2002, está en revisión. Entre otros puntos, la nueva norma recogerá el nuevo mapa de peligrosidad, elaborado por IGN, que amplía las zonas de riesgo por las evidencias recogidas en los sucesivos estudios sísmicos.La elevada construcción en las últimas décadas , con la norma de construcción sismorresistente de obligado cumplimiento en las zonas de peligrosidad sísmica, ha reducido el riesgo, especialmente en el sur y sureste de la Península. Aunque el año de construcción es un buen indicador para evaluar el riesgo, por las técnicas empleadas y la ausencia de normativa vigente en la época, no es el único factor a tener en cuenta. El material de construcción, el tipo de suelo, el número de alturas, además de la peligrosidad de la zona, determinan la vulnerabilidad de la construcción. La combinación fatal es una estructura deficiente y un suelo blando. VolcanesAunque la España peninsular presenta evidencias de un volcanismo antiguo (Gerona, Ciudad Real, Murcia), las islas Canarias son las únicas con actividad geológica reciente, y la única región con obligación de contar con un plan de emergencia para riesgo de erupciones. Al peligro propio de la erupción se añaden condicionantes específicos de Canarias que amplifican el riesgo, como su posición ultraperiférica, la insularidad y la morfología del relieve de acusadas pendientes, según detalla el marco eficaz de gestión del riesgo de catástrofes en España, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Los factores demográficos propios de Canarias potencian el riesgo para los residentes como el asentamiento disperso de la población autóctona y la concentración de población turística de orígenes culturales diversos. «Es necesario incrementar la conciencia de la población. También tienen que aprender a salvarse a sí mismos, a conocer los riesgos y saber cuál es un lugar seguro», explica González. Uno de los aspectos centrales de la estrategia comunitaria de la Unión Europea ante emergencias es la incidencia en concienciar a la población.Noticia Relacionada visual Si Áreas inundables ¿En qué zonas de España puede repetirse este fenómeno? Luis CanoEn España, recientemente se ha puesto en marcha la creación de un grupo de trabajo interministerial de Protección Civil para integrar el Marco de Sendai de Naciones Unidas para la reducción de riesgos de desastres con las prioridades de comprender el riesgo de desastres, fortalecer la gobernanza, favorecer la inversión, y aumentar la preparación para una respuesta eficaz y facilitar la reconstrucción. A pesar de la repetición de desastres, los pasos son lentos, como confirman los expertos. Como afirma Olcina: «Mucho me temo que después de unas semanas de impacto de lo ocurrido, pasadas las navidades próximas ya apenas nos acordaremos de la tragedia vivida. Y volveremos a recuperar nuestra máxima en la actuación frente a estos desastres naturales: España solo actúa a golpe de desastre, de emergencia. Cuando lo fundamental es actuar en la fase previa, con medidas de prevención y de reducción del riesgo que minimicen los efectos de eventos extremos como el ocurrido en Valencia».
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