Hace mucho tiempo que en el festival de Eurovisión la música no viene siendo lo más importante. Pero por segundo año consecutivo, lo más entretenido no han sido las excentricidades estéticas, sino las polémicas de orden geopolítico. Pero el concurso, que arrancó con censura (Suecia), expulsiones ( Países Bajos ) y amenazas de dimisiones solidarias (Islandia e Irlanda), consiguió mantener el control sobre el escenario sin que se notase la tensión que flotaba en el aire con la participación de Israel. Noticia Relacionada estandar No Yolanda Díaz estudia medidas contra RTVE tras el certamen por «apoyar un acto de propaganda» ABC La ministra de Trabajo espera que la televisión pública no vuelva a apoyar el festival «en estas condiciones»El certamen abrió fuego Marcus & Martinus por parte del país anfitrión, dos Justin Biebers vikingos si es que eso es siquiera imaginable, cuya sincronización no hizo justicia a su condición de gemelos. Ucrania, ganador en 2022 por solidaridad, optó por otro dueto, el de Alyona Alyona & Jerry Heil, que perpetró la inverosimilitud de combinar pop sinfónico-épico y rap, sin complejos y sin pena ni gloria.Del Big 5 al ganadorAlemania, con el ‘ Always On The Run ‘ de Isaak, y Luxemburgo, con el ‘Fighter’ de Tali, demostraron no haberse tomado muy en serio el Eurovisión de este año. Luego llegó la polémica con la ausencia del holandés Joost tras su extraña expulsión, y después, a Israel le tocó actuar con tantos abucheos que poco más recordaremos de su actuación eurovisiva de 2024. Fue al lituano Silvester Belt a quien le tocó calmar los ánimos con ‘Luktelk’, antes de la entrada en acción del dúo que representó a España, Nebulossa.’Zorra’, una canción no tan difícil de entender como algunos han querido que parezca, sonó contundente y con furor entre el público. Casi daba para creerse un posible top10 al final de las votaciones… Justo después, tuvo su gracia ver a un Ignatius Farray y un Pitbull estonios defendiendo el, atención, ‘zombie folk’ de 5miinust & Puuluup. El candidato letón Dons interpretó ‘Hollow’, una balada de las de quedarse dormido y despertarse tras actuaciones después, pero ahí apareció Marina Satti, una chavala a la que seguro que le mola que la llamen ‘la Rosalía griega’. Empezó con un tono altísimo muy arriesgado y su dinamismo tuvo su gancho, pero claro, Rosalía sólo hay una. El cantante de Reino Unido Olly Alexander se dejó la afinación en casa para interpretar un pop de baile insulso a más no poder, impropio de un país con excelsa tradición en el género. Por Noruega, Gåte se marcaron un espantoso techno-rock tan intenstito y sobreactuado que casi causó ternura.’La noia’ de la italiana Angelina Mango recordó bastante al ‘Slo Mo’ de Chanel, y la cantante manejó tan bien los tiempos y la parte a capella que debió bajarse del escenario sintiéndose ganadora. Difícil papeleta para la serbia Teya Dora aparecer después con ‘Ramonda’, otro tostón soporífero para olvidar lo antes posible.Los grimosos Windows 95 y su ‘No rules! mantuvieron la atención de la audiencia como nadie con el juego nudista de uno de los cantantes, que se paseó en pelotas por el escenario sin que se le viesen sus partes en ningún momento, maquillando con tontuna escénica el horror del techno de baratillo con el que tuvieron el valor de presentarse.Iolanda, la representante de Portugal, afinó bien en una puesta en escena minimalista al contrario que Ladaniva, agrupación armenia que armó un buen fiestorro de folk bailongo con tropecientos figurantes sobre las tablas. Sailia Kapsis, de Chipre, emuló a Britney Spears con ‘Liar’, una canción de pop fallido que comete el terrible pecado de no quedarse en la memoria durante más de treinta segundos.La canción de Nemo era más un úmero de circo que una apuesta decidida para ganar ningún concurso, pero pareció calar en MalmöAl suizo Nemo, una mezcla entre Mika, Harry Styles y Jamiroquai, hay que reconocerle sus habilidades actorales. Y aunque su puesta en escena haciendo equilibrios en una plataforma giratoria mientras hacía falsetes pareció más un mal número de circo que una apuesta decidida para ganar ningún concurso, su canción pareció calar en el pabellón del Malmö Arena.Con la balada ‘Veronika’ de Raiven por parte de Eslovenia, tocó volver a pelear contra el sueño. Y los croatas de Baby Lasagna y su pseudometalera ‘Rim Tim Tagi Dim’ se alzaron como unos Rammstein de verbena cutre con sus cañones de fuego y todo. Puro Eurovisión, es decir, con opciones de destacar.Nutza Buzaladze, desde Georgia, optó por un pop de chillidos bastante insoportable; Francia por otra baladita afectadísima, y la austríaca Kaleen proclamó ‘We will rave’ con una mezcla de estilos techno tan vetusta que aquello pareció un viaje a un Eurovisión de los noventa. Al final, no había claros favoritos porque ninguno dejó una huella memorable. Y aun así, chasco de antología para España desde los primeros instantes de las votaciones, en los que enseguida se vio que no íbamos a ningún lado, que Eurovisión no estaba para zorreos a pesar de ser un evento presumiblemente receptivo a ese tipo de provocación, y victoria aplastante para ‘The Code’ de Suiza.
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