Apenas 60 kilómetros separan a la España de los extremos: la de la población envejecida, despoblada y con un futuro incierto , y la de la juventud, el crecimiento demográfico y las oportunidades. Ventosilla y Tejadilla –que pese al nombre compuesto es un único pueblo– tiene, según el INE, la media de edad más alta del país: 75,12 años. La vecina Hontanares de Eresma , la más baja: 34,66 años. Ambas están en Segovia y representan la cara y la cruz de nuestra evolución demográfica.«En el caso de estos dos municipios en concreto creo que la palabra clave es accesibilidad . Hontanares de Eresma está muy cerca de Segovia, la mayor parte de la gente trabaja en la ciudad o en otros núcleos del área, pero vive allí», afirma Rosario Sampedro , profesora de Sociología de la Universidad de Valladolid y especialista en estudios rurales. «En Ventosilla y Tejadilla , lo que nos encontramos es un prototipo de pueblo que no ha podido frenar un proceso que ya es secular , que es la pérdida de población, con todos los procesos de urbanización, de industrialización, de España.(…) Ha perdido gente joven, mujeres y capacidad de renovación genésica. Gran parte de las áreas rurales en España son auténticos geriátricos »Por extremas que puedan parecer ahora las realidades de estos dos municipios, a principios del siglo pasado ambos ofrecían una instantánea muy similar : rondaban los 200 habitantes y su motor económico era la agricultura . Sin embargo, la instalación de la línea de ferrocarril que unía Segovia con Medina del Campo –pasando por Hontanares de Eresma-, provocaron que éste fuera ganando vecinos, mientras Ventosilla y Tejadilla comenzaba a sufrir los efectos del éxodo rural. De hecho, el último nacimiento inscrito en el libro de registros del pueblo más viejo de España data del 4 de junio del 72, hace más de 40 años.«Este ya no está ni empadronado aquí» dice Antonio Otero, alcalde de Ventosilla y Tejadilla, mientras revisa esa última anotación. «Se confirma entonces, soy el más joven del pueblo », afirma con una media sonrisa. De 45 años, este fontanero e instalador de calefacción, llegó a la localidad en 2021. «Venía buscando con mi mujer una casita para fines de semana, para escaparnos un poquito. Al final, nos salió un trabajillo aquí al lado , y nos quedamos», explica.Ventosilla y Tejadilla Arriba, Antonio Otero, alcalde. Abajo a la izquierda la población habitual del pueblo. A la derecha, Anacleto García y su mujer. Isabel PermuyEllos dos junto con otros seis vecinos, todos ancianos, son los que conforman la población permanente del pueblo. «Ahora mismo, hasta la primavera, estamos unas ocho personas , aunque censadas en el padrón hay 18». Lo contrario sucede en Hontanares de Eresma, donde los residentes –más de 2.000- superan ampliamente a los censados: 1.602 . «Realmente, gente de aquí, del pueblo de toda la vida, son unos pocos vecinos contados », señala Javier García, su alcalde.No en vano, este municipio del alfoz segoviano ha multiplicado por 10 su población desde el año 2000. Los nuevos habitantes llegaron atraídos por promociones de vivienda con precios bastante más competitivos que los de la capital. «Cuando me quise comprar una casa, tocó la lotería íntegra en Segovia y ¡parecía que nos había tocado a todos! Pero no era así, y eso hacía muy difícil comprar un piso», comenta un vecino, Alberto Jerónimo, mientras recoge a su hija Mar del cole. «Vimos que aquí estaban construyendo y pudimos comprar sobre plano, fue fácil y cómodo de pago. Estoy muy contento con la decisión, la verdad».«Aquí ha habido gente que ha comprado chalés por 70.000 euros », cuenta María Vallejo, regente del segundo bar que acaba de abrir en Hontanares de Eresma. «Cuando empezó el boom de la construcción fue cuando se subieron un poco a la parra los precios. Yo pagué 100.000 más por ejemplo », recuerda. Son sólo dos ejemplos del tejido social del municipio más joven de España, donde los más numerosos , según datos del portal estadístico de la Junta de Castilla y León , son los oriundos de la ciudad de Segovia y provincia, que suponen el 43% del total de la población . Por detrás se sitúan los propios hontanariegos que representan un 23%, aunque si se tiene en cuenta sólo a los mayores de 16, la cifra cae hasta el 5%. Esa diferencia en el dato refleja precisamente el florecimiento demográfico del pueblo: con una tasa de natalidad del 10,1 por mil, se sitúa muy por encima de la media de la provincia (6) y de España (6,7). De hecho, los menores de 16 superan ampliamente a los mayores de 65 : un 27% frente a un 6%. Algo que contrasta con los datos a nivel nacional, donde los ancianos suponen un 20,1% mientras los infantes un 14,7%.«Si sólo tienes un hijo, eres el raro»«Aquí siempre se ha dicho que la media de niños por casa es mínimo dos , si sólo tienes uno, eres el raro. Hay quien tiene tres, cuatro, ¡hasta cinco!», dice entre risas Vallejo, segoviana y madre de dos hontanariegos de 12 y 9 años. «Aquí los niños están muy bien, tienen mucha libertad, salen solos a la calle. Nos da mucha tranquilidad porque todo el mundo se conoce».Fue esa tranquilidad la que chocó y atrajo a Itziar Muñoz la primera vez que puso un pie en el pueblo. Venía del «barullo de Madrid», pero hace un año y medio el trabajo de su pareja en un pueblo cercano, Valverde del Majano, les llevó a buscar un piso en la zona, «vimos uno que nos gustó y al día siguiente estábamos aquí». Hace ocho meses nació Manuel, que vino a confirmar que habían acertado con su decisión.«Tengo una guardería enfrente de casa , la gente es muy simpática y creo que Manuel va a tener muchos amiguitos aquí. Va a tener la escuela cerca, la pista de fútbol, de baloncesto… Además hay muchos parques y ¡están casi todos llenos!», afirma alegre.El ciclo de la vidaMuchos de esos árboles a los que hoy se suben la multitud de niños que pueblan Hontanares de Eresma, también los trepó Lino Calle a principios del siglo pasado. «Nací en este pueblo el año que estalló la guerra, en 1936. Justamente cuando andaban dos avionetas de las que había entonces dándose caña por encima del pueblo», afirma en tono jocoso, y pasa a relatar los múltiples lugares en los que ha vivido: Cataluña, Francia, Holanda… En este último estudió periodismo: «hice el primer programa de radio en español de Holanda», rememora orgulloso. «Después de recorrerme medio mundo, decidí venirme a mi pueblo a para jubilarme aquí, buscaba tranquilidad». El comportamiento de Lino no es un hecho aislado: «Hemos observado que la residencia rural tiene mucho que ver con el ciclo de vida », explica Sampedro. «En general a la gente joven le gusta vivir en la ciudad, pero en el momento en que uno empieza ya a formar la familia, empieza a pensar: ‘pues igual viviría mejor en mi pueblo’. Es cuando hemos visto en nuestros estudios cualitativos que hay mucha gente que se plantea volver. ¿Qué pasa cuando lo hace? Que igual no hay viviendas suficientes, no hay oportunidad de trabajar allí o trabajar desde allí. Y entonces dicen: ‘Me encantaría, pero ya no, volveré cuando me jubile ‘».Precisamente, eso fue lo que le pasó a Raquel García. El día que acudimos a Ventosilla y Tejadilla está ayudando a sus padres, los más ancianos del pueblo, con varias gestiones. «Yo no estoy empadrona aquí, lo estuve muchos años hasta que me tuve que ir por cosas de trabajo», afirma mientras participa en una animada partida brisca con sus vecinos. «Eché para trabajar en varias residencias del entorno, pero no me llamaron, me tuve que ir a Madrid».Un pueblo es…Las dos localidades de España más extremas en lo que a edad se refiere ofrecen también estampas antagónicas en cuanto a población , ritmo de vida, oportunidades, servicios… Ambos son pueblos, pero con atributos muy dispares. «Cada vez es más difícil definir qué es rural y qué es urbano», apunta Sampedro. «Fundamentalmente desde los años 80 del siglo pasado, el medio rural es un trasiego de gente . Es decir, no encontramos un mundo rural ni un mundo urbano separados, sino que el mundo rural y el mundo urbano están cada vez más conectados», reflexiona.Ese vaivén de personas se puede palpar en ambas localidades. En un paseo por Ventosilla y Tejadilla salta a la vista que está preparada para acoger a una población mucho mayor de los ocho que viven habitualmente: casas bien cuidadas, un campo de fútbol, columpios o –irónicamente- un centro de la juventud, actúan como chivatos de que hay más vida de la que se puede intuir en una mañana fría de noviembre. «En verano igual nos vamos a las 250 personas aquí, sobre todo en agosto que es cuando más gente hay», cuenta Miguel Sánchez, un vecino, mientras le exhortan, entre risas, para que eche carta. «Ahora, para el día 7 de diciembre, hay una comida y esto se pone a tope, se hace una fiesta en la que comemos cordero, y se les cuentan a los críos nuestras tradiciones».«Hay muchos pueblos que durante el invierno están con muy poquita población y que en vacaciones se llenan de gente, de lo que llamamos ‘población vinculada’», explica Santamaría. «Esa gente es del pueblo, no vive allí, pero es del pueblo también. Regresa periódicamente , lo mantiene con vida, su memoria, sus casas, sus fiestas…»Arriba, Javier González, alcalde de Hontanres de Eresma. Abajo, Itziar junto a su hijo. A la derecha, niños saliendo del colegio. Isabel PermuyPor su parte, en el caso de Hontanares de Eresma, ese intercambio entre lo rural y urbano se siente a diario: «Coges el coche y en diez minutos estás en Segovia, para hacer la compra, para dar un paseo o para ir al hospital», relata Itziar. De hecho, el grueso de la población del municipio trabaja o bien en el polígono industrial del pueblo aledaño, Valverde de Majano, o bien en Segovia. « No tenemos industria, hay un par de agricultores y ganaderos, pero no generan empleabilidad», señala Javier García, quien no obstante, asegura que la definición de «pueblo dormitorio» ya está lejos de lo que hoy representa Honanares de Eresma. «En un primer momento, hace 20 años, no había servicios, no había guardería, no había campamento, no había colegio, no había centro comercial con supermercado…La gente para hacer cualquier cosa tenía que coger el coche y dirigirse a la capital», recuerda. «Hoy en día, la gente que hemos venido nueva nos consideramos tan hontanariegos como nuestros hijos , hemos hecho pueblo. Todo el sector servicios ha evolucionado de una manera considerable y tenemos todo lo necesario».Huyendo del estigma de «pueblo dormitorio»Un ejemplo de ese desarrollo es el centro de Yoga y masajes que abrió Mayte junto a su marido Ismael hace unos meses. En un local cuidadosamente decorado, nos recibe esta segoviana de 39 años y madre de dos hijos: «Los vecinos han respondido muy bien. La gente está necesitada de espacios en los que puedan relajarse», dice satisfecha por haberse decidido a abrir lo que define como «el proyecto vital de mi familia».Su familia llegó a Hontanares de Eresma tras la pandemia, «buscando un espacio más grande donde pudiéramos cuidar a nuestros hijos y que pudieran hacer unas vidas un poquito más libres», relata. «Fue muy al azar. Buscábamos un pueblo y cayó justo aquí, pensábamos que iba a ser más pueblo dormitorio y hemos encontrado aquí también una raíz y amigos».Hontanaes de Eresma Arriba, niños jugando en el frontón. Abajo a la izquierda, Mayte, profesora de Yoga. A la derecha, María, hostelera. Isabel PermuyDe hecho, fue precisamente esa vida que rebosan las calles del municipio la que les animó a abrir su negocio. « Es un pueblo joven que en el que además la clase social es muy similar, somos todos muy de clase media, no hay muchas diferencias entre los de arriba y los de abajo», opina. María Vallejo también encontró una oportunidad en Hontanares de Eresma. «Esto era un pueblo dormitorio, no había vida, pero ahora se está consiguiendo que la gente salga , esté por aquí por la tarde. Los niños tienen muchas actividades ». Todo ello, le llevó a abrir el pasado abril un bar canario, ubicado en la zona nueva: «Vimos la necesidad de hacerlo porque solamente había un bar, y la gente estaba pidiendo tener un poquito más de variedad».Las dificultadesSin embargo, pese a esa evolución, los vecinos lamentan varias deficiencias en los servicios, la más llamativa, la falta de un pediatra : «Tenemos que trasladar a nuestros hijos a Segovia para que les atiendan, por eso mucha gente no se empadrona aquí», denuncia Vallejo. «Con menos de 3000 cartillas sanitarias, no te ponen un pediatra en el consultorio local», lamenta González. «El ser el pueblo más joven de España no se puede quedar en meros titulares, les traslado a las administraciones que nos ayuden. No dejamos de ser un pueblo con recursos muy escasos en los tributos de los propios ciudadanos, que tampoco llegan a todo lo que queremos o lo que nos hace falta».El déficit de asistencia médica es un problema que también sufre el pueblo más anciano de España: «El médico viene una vez al mes , y sólo si hay una llamada. Si no, tenemos que desplazarnos a Sepúlveda», lamenta Otero. En este sentido, Sampedro define la situación de Ventosilla y Tejadilla como «un círculo vicioso» : «Pierden población, no es rentable mantener servicios, por lo que cierran y pierden más población…».Así, las tres grandes necesidades del medio rural serían las de contar con un «buen transporte público, escuelas abiertas y médicos accesibles» . «Eso es lo básico para fijar población, para que la gente decida instalarse en el medio rural». Sin embargo, la gran demanda, asegura Santamaría, sería la « crear las condiciones para que la gente pueda vivir y trabajar» . «No sólo estar ahí durmiendo o estar ahí en verano, sino mantener una población estable y permanente. Eso es complicado porque el medio rural tiene el problema de cómo generar empleo cualificado».«Este ya no es mi pueblo»Cuando Lino Calle volvió a su pueblo buscando pasar una jubilación tranquila, la imagen que se encontró estaba muy alejada de aquella que guardaba en su memoria. «Mi pueblo ya no es mi pueblo. (…) Ya no se duerme en la era, ni se guarda el melonar, las mozas de mi pueblo ya no van al río a lavar…», se lanza a recitar. « Es una poesía que escribí cuando me acordé de mi pueblo , que tenía 100 vecinos, 100 almas», señala. Los más ancianos Arriba, Anacleto García, en Ventosilla y Tejadilla. Abajo, Lino Calle (izq.) y Pedro Blanco (dcha) en Hontanares de Eresma Isabel Permuy«¡Y ahora somos 2000!» , le responde animado su amigo, Pedro Blanco, apodado «el catalán». Tiene 90 años «bien cumplidoa», lo que le convierte en el más anciano del pueblo más joven de España . Llegó a Hontanares de Eresma hace 18 años de una forma muy fortuita: «Fui a ver a un familiar a Segovia y paseando por la calle José Zorrilla, vi que se vendían chalet por aquí. Ese mismo día me trajeron a verlo y lo compré».«Antes no había nada, pero al construir toda estas urbanizaciones, pues se llenaron rapidísmo», recuerda Blanco. «Antes no sabíamos el cumpleaños de todos y ahora no conocemos a nadie», remacha Calle. «Bueno, a mí y a él nos conocen todos porque somos los más viejos », continúa. «Viejos, no. ¡Mayores!», le corrige Blanco en tono alegre. Ese sentimiento de nostalgia también lo comparte a unos pocos kilómetros el vecino más longevo de Ventosilla y Tejadilla , Anacleto García: «Tengo 88 años y nací aquí, me crié aquí y vivo aquí», relata con orgullo, aunque no puede evitar cierta añoranza por los tiempos pasados. «Antes todos éramos labradores, mucho o poco, todos teníamos tierras . Ha cambiado mucho el pueblo, todo está parado y ahora no hay nada más que enebros y árboles de todas las clases », relata señalando con su bastón una zona de bosque, «antes todo eso estaba arado».«Los pueblos van cambiando, van transformándose», reflexiona Santamaría, que señala dos realidades que perviven en el mundo rural: la de los pueblos que se desangran demográficamente y los que consiguen crecer apoyándose en un núcleo urbano. «Algunos están recuperando población, pero no es la que era hace 50 años: a veces son jóvenes profesionales que trabajan en la ciudad, a veces es población de origen inmigrante… Es un mundo rural totalmente diferente al de aquellas personas que se fueron hace años a las grandes ciudades».La importancia del puebloPese a la transformación de las zonas rurales, hay un nexo común entre la mayoría de los que las habitan: la convicción de que están desarrollando su vida en el lugar adecuado. « Hoy vivir en Hontanares de Eresma es calidad de vida , tenemos tranquilidad, tenemos campo, tenemos prácticamente todos los servicios necesarios para que cualquiera», subraya su alcalde.Arriba, Mariano, de Ventosilla y Tejadilla con su tractor al fondo. A la izquierda, la iglesia de Ventosilla. A la derecha, niños jugando en Hontanares de Eresma. Isabel PermuyLa misma sensación comparte su colega en el otro extremo demográfico: «A mi mujer y a mí nos gusta mucho la tranquilidad y la naturaleza. Los animales y el entorno. Para mí es un sitio privilegiado (…) Somos muy poquitos, pero sabemos todos que estamos ahí para lo que necesitemos », cuenta el alcalde de Ventosilla y Tejadilla. «A Mariano se le estropeó el tractor, que el hombre va a todos lados con él, y entre todos pusimos una aportación para arreglárselo».MÁS INFORMACIÓN noticia No Bienvenido a Ventrosa, el pueblo que tiene a la mayoría de su población a más de 10.000 kilómetros noticia No ¡Good bye, vecino! Más de un centenar de municipios tienen más población en el extranjero que en la localidad noticia Si La Andalucía menos poblada se vacía al ritmo de 6.300 vecinos al año noticia No España registró 320.656 nacimientos en 2023, la cifra más baja desde 1941En este sentido, la experta subraya: «Hay una cosa curiosa, la mayor parte de la gente que vive en el medio rural, está contenta por ello, dice: ‘es que es muy agradable vivir aquí, pero claro, hay que tener trabajo, hay que tener servicios… Es muy importante mantener la población rural porque de alguna manera está cuidando para todos un patrimonio natural , un patrimonio cultural, que es un lujo».
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