El 21 de mayo, un grupo de países europeos liderados por España e Irlanda se dispone a reconocer el Estado de Palestina, coincidiendo con el sesenta aniversario de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) . La cuestión clave es qué estarán reconociendo exactamente, en un contexto donde las seis décadas transcurridas desde la formación de la OLP han culminado en una realidad marcada por la fractura y división: la franja de Gaza se encuentra bajo el control de un grupo calificado de terrorista , iniciador del conflicto actual, mientras que Cisjordania está en manos de una administración autocrática y carente de plena autoridad, liderada por un presidente que no se ha enfrentado a elecciones desde 2005 y no muestra intenciones de convocarlas.Según los Acuerdos de Oslo, un proceso de paz entre Israel y la OLP de hace tres décadas, el Ejército israelí se retiraría de Cisjordania, dejando en esta un Estado comandado por la Autoridad Palestina. Esta fue creada el 4 de mayo de 1994. A cambio, la OLP, un paraguas de partidos constituido el 28 de mayo de 1964, reconocería a Israel como nación. La OLP gestiona así a la Autoridad Palestina y representa internacionalmente al pueblo palestino, incluida su participación en las Naciones Unidas. Ambas entidades están dominadas por Al Fatah, un partido político nacionalista y secular que encabeza Mahmoud Abbas desde 2005. En 2011, la Asamblea General de Naciones Unidas ya reconoció a Palestina como estado miembro.Según Mouin Rabbani, un influyente analista palestino especializado en el conflicto árabe-israelí y asuntos palestinos, que fue investigador en el International Crisis Group, reconocer un Estado palestino en este momento, controlado por Abbas, « no va a tener efecto alguno ». «La Autoridad Palestina se ha convertido en una débil sombra de lo que fue, está diluida, identificada exclusivamente con un solo movimiento, o más que un movimiento, con un solo individuo », añade. Rabbani no está solo en su apreciación de que la Autoridad Palestina carece de legitimidad ante sus propios gobernados, en este caso porque la considera «una extensión de la ocupación israelí, más que un instrumento para conseguir la libertad».Noticia Relacionada estandar No Egipto se incorporará a la demanda contra Israel por posible genocidio en Gaza en la Corte Internacional de Justicia Así lo ha comunicado el Ministerio de Exteriores del país árabePara este analista, como para otros con lazos con Palestina, que Joe Biden haya intentado reabrir una delegación de la OLP en Washington, que haya enviado emisarios a verse con Abbas, que busque reforzar a Al Fatah, tendrá el mismo efecto que cuando los países europeos reconozcan el 21 de mayo una suerte de Estado comandado por el mismo Abbas y la OLP sin ninguna de las atribuciones de un estado. «En EE.UU. y Europa se intensifican los contactos con una Autoridad Palestina débil sólo para garantizar que se cumple el objetivo de acabar con la ocupación militar de Israel, cuando esa misma Autoridad Palestina no ofrece los servicios civiles más básicos ni tiene el control de su propia seguridad», asegura Rabbani.El fallecido ex primer ministro israelí Isaac Rabin estrecha la mano de Yaser Arafat con Bill Clinton de fondo en septiembre de 1993 reutersAraña en su redA Abbas le califica de autócrata, alguien que tomó el poder de Yaser Arafat cuando murió y desde entonces se ha dedicado a dividir facciones para convertirse «en la araña que se perpetua en el centro de una gran red ». En febrero, en plena guerra con Hamás, dimitió el gobierno palestino en pleno, comenzando por su primer ministro. Aquello se interpretó en Washington como un gesto de renovación de cara a una solución del conflicto en Gaza que pasara por Cisjordania. Abbas permaneció, ofreciéndose, a sus 88 años, como la única persona capaz de unificar, de momento, el muy fragmentado y complejo laberinto de las relaciones intrapalestinas. De momento, ni él ni su equipo parecen preocupados por el patente malestar popular en los terrenos que controlan. Pero la última encuesta del Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas revela un profundo descontento significativo. La demanda por la disolución de la Autoridad Palestina ha alcanzado casi el 60% , la cifra más alta jamás registrada en estas encuestas. La demanda por la renuncia de Abbas se sitúa alrededor del 90%, siendo aún más elevada si se considera la opinión solo en Cisjordania, y no en Gaza.Los críticos con Abbas le acusan de entorpecer la carrera política de cualquiera que le pueda hacer sombra. Su principal competidor, Marwam Barghouti, apodado el Mandela palestino, lleva en prisión desde 2004. Ahora Hamás ha pedido su liberación, junto con otros presos palestinos, como condición para devolver a todos los rehenes israelíes tomados en el ataque del 7 de octubre. Algunos medios árabes publicaron hace unas semanas que Abbas se oponía a la liberación de Barghouti, pero la Autoridad Palestina negó ese extremo.Sin embargo, desde hace décadas, en Cisjordania, los disidentes han sido arrestados y los rivales, exiliados. Nizar Banat, una figura muy popular de la oposición y gran activista anticorrupción, murió a manos de las fuerzas de seguridad de la propia Autoridad Palestina durante una operación en 2021. El juicio está demorado, los familiares y defensores del finado se ven presionados . Heba Morayef, Directora Regional para Oriente Próximo y Norte de África de Amnistía Internacional, denunció que «los retrasos repetidos e injustificados, la falta de investigación sobre oficiales de alto rango y la continua campaña de intimidación y acoso contra los familiares de Nizar Banat, todo apunta a una estrategia orquestada por las autoridades palestinas para encubrir el crimen y eludir la rendición de cuentas». Es una forma de conducirse poco alineada con un espíritu democrático.Los críticos con Abbas le acusan de entorpecer la carrera política de cualquiera que le pueda hacer sombraPerfil Mahmoud Abbas, el estadista que fue una sombra de sí mismo Mahmoud Abbas (Safed, 1935), ese estadista árabe de traje oscuro y corbata azulada, de voz profunda y mirada seria, ha dejado de ser lo que era, una constante en las eternas negociaciones del futuro de Israel y Palestina. El golpe decisivo no se lo dio otro que Donald Trump. Con pocos miramientos, sin ganas de fingir, el que fue presidente de EE.UU. le encargó a su yerno, Jared Kushner, un plan de paz que pasara por ignorar escrupulosamente a los palestinos. Así se hizo. En plena pandemia, en 2020, la Casa Blanca presentó un cacareado plan para la prosperidad de Oriente Próximo en que Abbas y los suyos no eran ni siquiera comparsa. Estaban olvidados en el anuncio en Washington, entre los discursos del israelí Benjamín Netanyahu y los jeques de Bahrein y Emiratos. Esos árabes, a los que se sumaron Sudán y Marruecos, decidieron que la paz de los palestinos no necesitaba de los palestinos, y Abbas se convirtió en una sombra. Ya no se le consultaba en Washington, sus advertencias ya no eran escuchadas. Parecía, sí, que los palestinos no eran tan necesarios para la poder avanzar a la pacificación de Oriente Próximo. La demostración de que pensar eso era un craso error la ofreció no Abbas, sino Hamás. El grupo terrorista se tomó las cosas por su cuenta y decidió trastocar aquellos planes de supuesta paz de Trump haciendo saltar por los aires la noción de que ya toda la animosidad escampaba solo por las promesas de inversiones y los negociados con Marruecos o pequeños emiratos del Golfo. El problema seguía allí, aunque Washington e Israel se negaran a verlo. Sólo entonces, EE.UU. volvió a rescatar a Abbas de las sombras y lo volvió a colocar como interlocutor prioritario. Él volvió a ofrecer lo que siempre ha ofrecido: estabilidad, contención de Israel, contención del radicalismo islámico. Se lamentó del tiempo perdido y hasta afrentó a Joe Biden a negarse a recibirle cuando visitó la zona en protesta por el bombardeo de un hospital en Gaza (creía que lo había atacado Israel, pero fueron islamistas palestinos). Ahora vuelve a ser la esperanza de Washington, que le ven como un interlocutor válido, a pesar de su avanzada edad. ¿Qué van a decir si el presidente americano también cuenta más de 80 años y Trump se le acerca? El futuro de las relaciones entre EE.UU. y ese eternamente futuro estado palestino lo decidirán, por ahora, gente nacida en los inicios del siglo pasado.DesencantoEste clima ha generado desencanto entre los jóvenes empresarios y profesionales, quienes se sienten cada vez más desconectados de la realidad política palestina debido al funcionamiento disfuncional de la Autoridad. Recientemente, el jefe diplomático de EE.UU., Antony Blinken, aconsejó renovación, aun cuando en este momento Washington sigue apostándolo todo a Abbas y su equilibrio de poder. Blinken recomendó a Abbas que «incluya caras nuevas, gente más joven, personas que representen genuinamente a los habitantes de Gaza y Cisjordania y que estén preparadas para hacer lo necesario para revitalizar realmente la Autoridad Palestina, de modo que esta pueda mejorar su capacidad de servir al pueblo palestino: más transparencia en el gobierno, combate a la corrupción y, luego, ganarse la confianza de la gente». De momento, Abbas ha conseguido mantenerse prometiendo la contención de Israel y el impedimento de que Hamás tome también Cisjordania. Hasta ahora le ha funcionado.
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