Tres niños de once años de un colegio de Granada habrían supuestamente agredido sexualmente a otra alumna del mismo centro escolar y de su misma edad. La agresión, que investiga la Policía, se suma a un goteo de casos entre menores que no ha dejado de crecer desde 2017, según la memoria anual de la Fiscalía General del Estado . Lo que ha ocurrido en Granada no sorprende a Celia Nevado, doctora en Psicología y directora de programas de infancia, adolescencia y violencia de la Fundación Márgenes y Vínculos . Hace seis años, esta fundación puso en marcha un programa pionero de intervención para tratar a menores que ejercen la violencia, tanto física como sexual, y donde empiezan a acostumbrarse a ver a agresores que aún no han llegado a la adolescencia. «Más de la mitad fueron a su vez víctimas de maltrato, abuso físico o emocional y no solo sexual, que reproducen comportamientos y ejercen a su vez la violencia con otros chicos. La otra mitad lo hacen por influencia de la pornografía a la que acceden con facilidad por internet», explica a ABC. Nevado pide tratar cada uno de estos casos con prudencia y no escandalizarse porque los agresores, por su corta edad, sean inimputables. «No se puede olvidar que son niños muy pequeños que se encuentran con contenidos inapropiados y a los que hemos dejado sin ninguna protección. A los que nadie les ha explicado lo que está bien y está mal de la sexualidad. Ellos son también las víctimas y necesitan ayuda». Y advierte que estos comportamientos no son solo un problema de familias desestructuradas o negligentes. La buena noticia es que, con ayuda y tratamiento adecuado, este tipo de conductas son puntuales y no vuelven a repetirse. «Es más fácil tratar a un abusador menor que a un adulto con un comportamiento sexual anormal ya instaurado», asegura esta experta.Noticias relacionadas estandar No El Gobierno prohibirá el síndrome de alienación parental en la ley de infancia ABC estandar No PROTECCIÓN DE LA INFANCIA EN INTERNET Sin pantallas hasta los 3 años y con móviles analógicos hasta los 16 Rodrigo AlonsoPor su experiencia, la mayoría ni siquiera es consciente de que su comportamiento sea algo malo o censurable y reparan en ello cuando ven la reacción del entorno y les dicen que no está bien. «Yo solo miraba, no he hecho nada», «No fue para tanto»…, son algunos de los comentarios más habituales con los que se defienden cuando se trabaja con ellos.«Aquí tienes tu desayuno»El sociólogo e investigador de las Islas Baleares, Lluis Ballester, recuerda un caso en un colegio balear donde intervino por un caso de abusos. «Un niño de ocho años le dijo a la compañera con la que compartía pupitre: ‘Mira, aquí tienes tu desayuno’, al tiempo que se señalaba sus genitales. Cuando hablamos con él, le preguntamos que qué pretendía con eso y nos contestó con naturalidad que solo quería que ‘se la chupara’ y que lo había visto en su móvil, como si fuera algo normal. El acceso sin control a internet está desorganizando más de lo que podríamos imaginar y favoreciendo una sexualidad muy tóxica», asegura.Ballester culpa al acceso precoz a la pornografía on line de la deriva a la que estamos asistiendo. «Ellos no buscan el porno, es el porno el que les encuentra. El acceso es fácil y para ellos es una aventura que viven como real. Su cerebro no ha madurado y su imagen sexual aún no se ha construido. Acceden, con facilidad, a un porno con imágenes muy duras y se encuentran que hay cientos de miles de vídeos similares. ¿Cómo no van a pensar que algo que está tan extendido es normal?, se pregunta.Las pantallas, las culpablesEl sociólogo recuerda otro caso de abusos en otro instituto: un grupo de estudiantes de tercero de la ESO montó una filmación pornográfica con alumnas del centro que acabó distribuyéndose por internet. «Eran buenos chicos, muy normales…y cuándo les preguntamos cómo se les había ocurrido hacer esto nos contestaban que las chicas eran las primeras que se iban a divertir con esto. Para ellos era algo positivo hacia sus compañeras porque solo eran elegidas las chica más guapas de la clase».Insiste en que no es un problema circunscrito a un perfil sociodemográfico o en entornos donde hay falta de vínculos o apego familiar. El culpable de esta sexualidad tóxica está al alcance de la mano. Se llama móvil y tendría que estar prohibido, «nunca antes de los 12 años y con supervisión y vigilancia educativa».
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