Sergio Rico: «Sigo sin recordar nada; mi cerebro borró el accidente para que no sufra el resto de mi vida»

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Sergio Rico: «Sigo sin recordar nada; mi cerebro borró el accidente para que no sufra el resto de mi vida»

Veintiocho de mayo de 2023. Camino de la Romería del Rocío, un caballo fuera de control se lleva por delante a Sergio Rico (Sevilla, 1 de septiembre de 1993). 82 días ingresado, 26 en coma inducido, 18 kilos perdidos y un milagro médico. Su fortaleza corporal le mantuvo con vida y su amor por el fútbol quedó intacto. 493 días después de aquel dramático accidente, el pasado 1 de octubre, volvió a ponerse los guantes e n un partido oficial. Lo hizo en el Al-Gharafa qatarí, club con que firmó esta temporada tras terminar contrato con el PSG. El sevillano, justo antes de marcharse a la capital andaluza para pasar la Navidad, charla con ABC en La Perla, la exclusiva zona de Abraj Bay en la que vive junto a su mujer y su hija recién nacida.—¿Cómo surge lo de venir aquí?—En el pasado mercado de verano tuve varias opciones, pero no terminó de cerrarse ninguna. Así que una vez cerrada la ventaja de fichajes en Europa, mi agente me llama y me dice que en Qatar está Antero Henrique, que era el director deportivo del PSG cuando yo llegué allí y ahora organiza la liga de este país, y que podía ser una oportunidad bonita. Y aquí estamos, disfrutando, en una ciudad fantástica. Me han dado la oportunidad de poder sentirme de nuevo futbolista, que era lo que echaba de menos. Anhelaba sentirme portero y, gracias a Dios, aquí estoy.—¿Cómo es esta liga?—Hay mucha competitividad. La llegada de jugadores extranjeros está aumentando la calidad de la competición. En nuestro equipo, el Al-Gharafa, estoy junto a Joselu y Rodrigo Moreno y estamos terceros, a solo un punto del líder. Y compitiendo en la Champions asiática. Es cierto que en la Liga y la Copa de aquí, por las reglas de este país, solo pueden jugar porteros locales, pero eso no pasa en la Champions asiática. La federación qatarí sabe que es beneficioso que los porteros extranjeros también puedan jugar en las competiciones locales y está valorando cambiar esa norma de cara a la próxima temporada.—¿Qué sintió el día de su regreso?—Después de todo lo que ha pasado, el camino que he tenido que pasar hasta llegar aquí, un trabajo muy duro de año y medio para volver a tener el nivel que ahora tengo, pues me sentí como si volviera a debutar en Primera división. Estoy muy contento y muy orgulloso de mi cuerpo, que una vez más me ha respondido como yo pensaba y me permite de nuevo jugar al fútbol.TRES CARAS DE SERGIO RICO Sergio Rico, ahora en Qatar. Tras salir del hospital junto a su mujer Alba y con su actual equipo, el Al-Gharafa Rubén Cañizares—¿Qué portero es ahora Sergio Rico?—No le puedo decir que sea mejor o peor portero. Le digo que he ganado experiencia. Un suceso así te hace pararte un poco y pensarte dos veces lo que vas a hacer. Ver un año de fútbol desde fuera te hace ver situaciones de fútbol que dentro no llegas a ver. Y ese aprendizaje lo pongo ahora en práctica y noto que he ganado en experiencia.—Llegó aquí a finales de septiembre, tras el nacimiento de su primera hija.—Alba, mi mujer, estaba ya en los nueve meses de embarazo cuando me sale la oportunidad de ir a Qatar. Yo quería venir aquí, pero antes poder asistir al parto. Así que hablamos con Nuri Jiménez, la ginecóloga, que es amiga personal, y ella nos preparó el paritorio para dar a luz y poder vivir ese momento juntos. Y todo fue fenomenal.—¿Están ya en Doha con usted?—Desde hace tres semanas. Antes no fue posible porque tuvimos que esperar que acabara la cuarentena, que los oiditos de Carla estuvieran correctos para poder volar y que su papeleo estuviera en regla.—¿Es más duro ser portero o ser padre?—Padre, sin ninguna duda, pero lo estamos llevando muy bien. Yo le doy el primer biberón de la noche y luego ya mi mujer se encarga del resto de la noche y me permite dormir. Y por las mañanas, yo me ocupo de ella y mi mujer puede descansar.—Han pasado 19 meses del desafortunado accidente que casi le cuesta la vida, ¿cómo está?—Estoy bien, agradecido a la vida por darme una segunda oportunidad, por poder disfrutar de nuevo del fútbol, cosa que pintaba muy mal porque no todas las noticias eran buenas y el camino ha sido duro, y con el regalo que significa ser padre. Estoy con ganas de vivir.«La vida no tiene una deuda conmigo ni yo la tengo con ella. Estamos en paz»—¿La vida tiene una deuda con usted o usted la tiene con ella?—La vida no tiene una deuda conmigo ni yo con ella. Estamos en paz. Yo siempre he intentado hacer mi vida correctamente, sin meterme en problemas ni líos, ayudando a las personas que lo han necesitado y, al final, la vida me ha devuelto esa manera de ser con otra oportunidad. Y seguiré siendo tal como era, porque así me educaron mis padres.—¿Y cómo está Alba?—Está feliz, pero es verdad que ella ha tenido que soportar una carga emocional y una presión grandísima. Antes de mi accidente, había perdido a su padre, y ha demostrado ser una mujer de los pies a la cabeza. Ha estado a mi lado cada día, luchando junto a mí, y se ha mantenido siempre educada, respetuosa y agradecida con vosotros. Sin ella nada hubiera sido posible.Noticias relacionadas estandar Si Rival de los blancos en la Intercontinental Borja Bastón, delantero del Pachuca: «Mi padre me resolvió la vida cuando me dijo que no fuera portero» Rubén Cañizares estandar Si Fútbol Peter Federico: «Mi barrio era conflictivo. Bandas, ajustes de cuentas… había que ganarse el respeto físico» Rubén Cañizares—¿Se ha sentido respetado o cree que en alguna ocasión ha habido cierto morbo alrededor de su accidente?—Es verdad que mi accidente ha tenido mucha trascendencia, pero se ha tratado con mucho respeto. La gran mayoría de los medios y periodistas han hablado de este asunto desde el respeto y cariño. He sentido un apoyo masivo del mundo del fútbol y, también, de gente que ni siquiera conocía. Muchas veces, paseando por las calles de Sevilla, la gente me paraba y me saludaba con lágrimas en los ojos. No me canso de repetir mi agradecimiento a todas las personas que no me conocen, que han rezado por mí y que me han apoyado. Ha servido de mucho.«Cuando me desperté, para mí era como una lesión más; nunca pensé en dejar el fútbol»—Hace un tiempo le escuché una reflexión potente. «Nadie quiere morir, pero si hubiera tenido que dejar de jugar al fútbol no habría valido la pena». ¿Qué quiso decir?—Quise decir que si hubiera sobrevivido, pero no hubiera podido jugar al fútbol, como que no hubiera servido para nada la recuperación. Fue un poco drástico. No merece la pena morir por nada, tampoco por ser futbolista. Lo que yo quería expresar con esa reflexión era mi ilusión por volver a jugar al fútbol. Es que yo no he visto otra vida que no sea jugar al fútbol. Entré con el Sevilla a los siete años, toda mi vida del colegio a entrenar y de entrenar al colegio. El Sevilla me ha educado a vivir con otros compañeros, a viajar, a dormir en hoteles, a una vida de fútbol y, sinceramente, no veía en mi cabeza ninguna razón para dejarlo. Yo nunca he pensado que una parada que yo hiciera antes del accidente, después no la iba volver a hacer. Al revés. Mi pensamiento es que había sufrido una lesión, que me recuperaría y que volvería a jugar—¿Alba también le apoyó en esto?—Ella sabe lo que me hace feliz y fue conmigo de la mano en mi idea de volver a jugar. Es que, realmente, estuve en coma 26 días y no fui consciente de la gravedad del accidente. Lo fueron Alba y mi familia, pero yo no. Cuando me desperté, para mí era como una lesión más. Por eso nunca pensé en dejar el fútbol. No se me pasaba por la cabeza que yo no pudiera hacer esto o lo otro. Y ella siempre apoyó mi forma de verlo.«Hubo situaciones de mucho peligro. Por ejemplo, cuando me pusieron los ‘stents’ en la parte trasera derecha del cuello. Con los vasoespasmos, si se hubiera bloqueado la arteria, adiós»—Médicamente, ¿cómo se explica su caso?—Fue un milagro, porque hubo situaciones de mucho peligro. Por ejemplo, cuando me pusieron los ‘stents’ en la parte derecha trasera de mi cuello, con los vasoespasmos, podría haberse quedado bloqueada la arteria y adiós. Esos dos ‘stents’ me los instalaron para que la artería siguiera regando de sangre el cerebro, pero si se hubiera bloqueado, me habría provocado un derrame cerebral y ‘ciao’. Aparte de su brillante labor, los médicos me transmitieron que también sigo aquí por mi edad y por mi estado físico de deportista de élite, con esa musculatura que tenía en el cuello y la espalda, que ayudó mucho a que la sangre fuera fluyendo. Me dijeron que cuando se me cortó la arteria, mi cuerpo fue capaz de crear un vaso sanguíneo alternativo de unión entre una parte y otra para que la sangre no me faltara en la cabeza y de ahí que no tuviera ninguna secuela. Eso los médicos ni llegaron a pensarlo, pero lo hizo mi cuerpo.—Qué sabio es el cuerpo humano, capaz de generar vías de escape que ni los médicos se pueden imaginar. Y qué sabia es la cabeza, que hace que no recuerde nada del accidente.—Exactamente. Sigo sin recordar nada del accidente y tampoco he querido indagar ni preguntar. Y si mi cerebro hace esto, que no me acuerde de nada, es por algo. He hablado con psicólogos y ellos me dicen que el cerebro es inteligente y te borra esa parte para que no estés sufriendo el resto de tu vida. Y tampoco mi mujer y mi familia han querido contarme nada. Me parece la postura más inteligente.—Sin embargo, durante el coma inducido, sí recuerda que soñó con su padre, que falleció hace cuatro años .—Fue un sueño en el que ni siquiera hubo una conversación. Yo iba por un lado de la acera y en el otro, en el sentido contrario, mi padre. Entonces le veo y le llamo. ‘Papá, papá’, pero no me responde y sigue su camino. Y ahí se acaba el sueño. No tengo explicación a por qué de ese sueño y tampoco nadie sabe explicarme por qué soñé con él.—Le veo ya con el peso de antes del accidente. Imagino que recuperar 18 kilos no ha sido un proceso sencillo.—Sí, sí. Me quedé en 74 kilos y ya peso 92, lo mismo que antes de la lesión. Pero es cierto que ha sido un proceso largo y duro. Cuando salí del hospital había perdido tanta musculatura que, al principio, me costaba bajar hasta un peldaño de una escalera. Yo intentaba hacer como una sentadilla al bajar cada escalera y el cuádriceps no me respondía. Había que ir poco a poco y medir las cargas, pero yo no quería que se alargara mucho. Antes de regresar a París en abril, trabajé con mi cuñado, que es entrenador personal. Luego, en París, los recuperadores hicieron conmigo un trabajo espectacular. Estaba todo medido al detalle porque nunca tuve agujetas. Y el verano me lo pasé al completo trabajando con Iván Puntas, mi entrenador personal, para que cuando llegara esta oportunidad que me ha llegado, estuviera listo.«Tomo una aspirina infantil diaria que ayuda a que la sangre fluya. Todo lo demás es una vida normal, como antes del accidente»—¿Necesita chequeos médicos con cierta periodicidad?—Cuando me dieron el alta en agosto de 2023, los neurocirujanos me dijeron que podría volver a jugar al fútbol, que no veían problema para que fuera así. Y así ha sido. Mire dónde estoy. Simplemente, me hago una revisión anual para comprobar que los dos ‘stents’ funcionan correctamente. Han quedado integrados como dos elementos más de mi cuerpo, pero necesitan ser revisados cada doce meses. Y, además, tomo una aspirina infantil diaria que ayuda a que la sangre fluya correctamente por esa zona. Todo lo demás es una vida totalmente normal, como antes del accidente. De hecho, en abril, en París, me hicieron chequeos cognitivos, que ya me los habían hecho hace tres años y los resultados fueron iguales o, incluso, en algunos aspectos, mejores. Como he dicho, un milagro. Agradecido por estar tan bien y sin ninguna secuela.—¿Vive sin miedo?—Totalmente. Miedo ninguno. Vida normal, como portero y como persona. El único pequeño cambio que he notado es que antes iba a 2.000 por hora. Es decir, si tenía dos días de descanso en París me iba a Sevilla. Sin mirar nada, todo me venía bien. Ahora le doy una vuelta y un pensamiento más. Hay que disfrutar el momento, estés donde estés y sacar de todo lo positivo. Es un aprendizaje para el resto de mi vida.

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