Una mansada de época en la festividad del Patrón

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Una mansada de época en la festividad del Patrón

Un formidable petardo se consumó cuando arrastraban al último toro del Parralejo . Nada que ver tuvo con la interesante corrida lidiada en la Feria de Abril, ni tampoco salió un Oloroso. De bochornosa mediocridad el sexteto, cinqueño, feo y viejuno, desigual de hechuras, pero con un denominador común en el juego: desbravada al completo, superó cualquier expectativa decepcionante. Premio al mal gusto para el que la eligió, con esa nula armonía en cuerpo y cara. Nada más salir el primero, la tónica quedó patente: dechados de belleza no íbamos a ver, ni tampoco bravas embestidas. Cual toro corraleado escarbó, manso, frenado y con las manos por delante. Ni ver quería el peto, pero tras salir de najas, se durmió en las otras dos varas. Qué tercio más largo. Como las banderillas, con Escultor a la espera. Desesperante, de esos momentos en que dan ganas de abandonar la plaza. A las siete y veinticinco apuntaban las agujas cuando toro y confirmante se quedaron a solas. Y, de pronto, se puso a colocar la cara mientras Alejandro Fermín le bajó las telas con un trazo prometedor en medio de otras lagunas fuera de cacho. Suspiro y medio duraría, pues Escultor se acabó rápido, cada vez más corto, y aquello no tuvo repercusión en los llenos tendidos. No agradó a un sector la presencia del bizquito segundo. «¡Vaya cara!», gritaron. Y no era sólo eso, el altote animal, además, perdía las manos. Se coló por el derecho en la primera chicuelina del quite, obedeció por el zurdo y a la tercera salió despedido hacia el peto. Pero no de bravo: era otro manso de catecismo, duro de roer para colocarle los palos. Miguel Ángel Perera, que venía de triunfar a lo grande en Sevilla con la Puerta del Príncipe más rotunda de la Feria de Abril –aunque ninguneado por los jurados–, no se topó con ningún Oloroso. Era Hostelero un animal con peligro, al que el de Puebla del Prior le abrió los caminos por abajo con absoluta seguridad. Este negro bragado lo medía continuamente, a la defensiva. Más obediencia, como se había vislumbrado con el capote, apuntó por el izquierdo, por donde se centró con firme y técnica templanza. Tan buen trato recibió el del Parralejo, con esas manos tan pacientes, que hasta mejoró por el otro lado. Fueron precisamente las dos últimas series las de mayor mensaje. Imposible andar con más inteligencia frente al toro en una obra sorda, más para profesionales que para el público de la pradera y la isidrada. A esas alturas aún no sabíamos que asistíamos a la faena más maciza de toda la tarde. Noticia Relacionada opinion Si Las Ventas como un brazo al que le quitan el yeso Chapu Apaolaza No vino Núñez Feijóo, que viene el viernes, pero no se cabía de gentes, unas calladas, otras más levantiscas sobre todo los de Murcia que venían a jalear a Paco Ureña, a España y no le dieron vivas al Tribunal Supremo de milagroEn el límite de trapío el tercero, en el que, bendito sea, se aligeró la lidia. Paco Ureña se marchó al sol a buscar el toro, con una emotiva apertura con ayudados por alto, una trincherilla de torero látigo y un desdén descarnado. Citó entonces a Zaherido desde el 8, con el parralejo en el 7. En medio, una Puerta Grande que esta feria tendrá que esperar. Ay, el tal número 9 no podía ni con la penca del rabo y echaba la cara arriba. Protestando siempre, sin pasar… Hasta desmoronarse en una imagen lamentable, que voceaba aún más que en el equipaje de este conjunto no viajaba sangre brava. Cuando la cuadrilla lo levantó, se limitó a lanzar ganchos a izquierda y derecha, tan ausente de clase. El de Lorca lo intentó y se justificó sin más, pues nada había que rascar. El desfile de mansedumbre continuó con un cuarto sin remate, al que sólo esa vuelta de pitón le daba cierta prestancia. Por seguir la tendencia de sus hermanos, se puso en plan sabueso antes de salir suelto en el quite por chicuelinas. Hubo un paréntesis de alegría con El Fini y Vicente Herrera, que se desmonteraron. Y con el ambiente a favor por ese suceso –la corrida fue dura de banderillear–, Perera brindó a los tendidos y echó las dos rodillas por tierra en un prólogo intensísimo, no sólo por el cambiado, sino por esa manera de aguantar la apretada embestida. La gente, tan canina de emociones, vivió aquello como un acabose y se ilusionó con Bienmesabe, que acudía con transmisión mientras Perera–el que de verdad ilusionóa los cabales– lo obligaba a embestir. Dándolo el toque, extrajo tandas con claridad de ideas, de perfecta técnica, con esa capacidad planetaria de ver toro por todas partes. A otro le hubiese desconcertado ese matiz pensador de Bienmesabe, pero el pacense anduvo con una firmeza superior. Llegaron entonces los gritos de «¡viva Extremadura!», mientras el torero, ya entre los pitones, sacaba agua de aquel pozo. Por encima siempre, aunque con el lunar de un excesivo largometraje frente a semejante material. No se miró el reloj y sonó un aviso antes de ir a por a la espada, que cayó defectuosa. También se frenó el quinto, redondo de cuerpo, enmorrillado y estrecho de sienes, con aires cariavacados. Ostrero empujó a su manera en el caballo de Juan Melgar, que echó el palo con chulería. Mucho se dolió este número 2 en banderillas y su berreo aumentó cuando se sintió podido en la apertura por abajo. De informal viaje y muy geniudo, más de una vez se le coló a Ureña, que anduvo dispuestísimo. A peor y peor Ostrero, más protestón e incómodo que un vegano en Campofrío (que diría Carlos Areces en ‘Muertos SL’), quedándose a mitad del desapacible recorrido, con menos clase que un ministro de puente en puente. La gente tiró de nuevo de los «¡vivas!», ahora a San Isidro y al toro. ¿Qué toro? Para el olvido la corrida. Porque el último tampoco trajo ni un mísero telegrama de bravura ni a Fermín, que brindó a Juan José Hidalgo, se le vio preparado para la ceremonia venteña.SAN ISIDRO Monumental de las Ventas. Miércoles, 15 de mayo de 2024. Quinta corrida de feria. 22.351 espectadores. Toros de la ganadería del Parralejo, desiguales de hechuras, feos, mansos, descastados, a la defensiva. Miguel Ángel Perera, de verde Extremadura y oro. Estocada caída (aplausos). En el cuarto, pinchazo en los bajos y estocada baja (leves palmitas tras aviso). Paco Ureña, de espiga de Murcia y oro. Pinchazo, otro hondo y se echa (silencio). En el quinto, estocada caída (silencio). Alejandro Fermín, confirmante de alternativa, de lila Chenel y oro. Pinchazo, estocada caída y tendida y descabello (leves palmitas tras aviso). En el sexto, dos feos pinchazos en los bajos (silencio tras aviso).Vaya bueyada para el quince de mayo. Si usted, paciente lector, ha llegado hasta este final, bien merece una ovación. Como la merecían los más de veintidós mil espectadores que aguantaron con estoicismo en sus asientos la incombustible mansada. De proporciones épicas la falta de casta, superior el petardo ganadero de una divisa que ha lidiado y volverá a lidiar toros memorables.

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