Albert Soler, gerundense de cuna, no ha podido firmar este Sant Jordi ejemplares de ‘Puigdemont: el regreso del Vivales’ en las librerías de su ciudad. «Por una razón u otra, ninguna librería me ha encontrado hueco para firmar. Pasaré el día en Barcelona, que tiene más mar y menos caspa», explica. Y no será porque su editor, Luis Campo Vidal, no lo intentó: «En una librería justificaron la negativa diciendo que solo firmarían libro infantil», comenta. ¿Y qué hay más infantil que el proceso independentista?», apostilla Soler. Soler tiene buenos amigos. Son como los de la canción de Serrat, aquellos que «se exhiben sin pudor beben a morro y se pasan las consignas por el forro». Por ejemplo, Antonio Cuéllar. El que fue su compañero de pupitre en los Maristas le ofreció su bar para firmar ese libro condenado por el Índice Gerundense. Desde 1983 Cuéllar regenta el bar homónimo en el barrio de Vila-Roja, afueras de la inmigración al este de Gerona sobre el río Oñar. Vila-Roja son bloques encaramados a la colina que en su tiempo fue la Costa Roja donde el general Duhesme sitió Gerona en 1809. En el séptimo Episodio Nacional, Galdós menciona este topónimo predestinado a ser valladar.La familia Cuéllar llegó a Gerona en los años sesenta procedente de Andalucía y se construyó una barraca en la zona de Les Pedreres. «El padre de Antonio era un tío sin estudios, pero espabilado. Él es el pequeño de cuatro hermanos, nacido en Gerona, todavía en Les Pedreres», nos explica Soler. La familia se trasladó a Vila-Roja y abrieron un bar que no era como el actual: «El primer Cuéllar era minúsculo, pero Antonio ha ido adquiriendo locales adyacentes hasta contar con un parking privado para la clientela».’El bar más seguro de Gerona’El Cuéllar, proclama su dueño con orgullo, «es el bar más seguro de Gerona, puedes dejar la cartera en la mesa e irte a dar una vuelta, y nadie te la va a tocar. O la llave puesta en el coche. Id al parking y lo veréis. Por la noche dejo las sombrillas y las neveras llenas de helados en la calle. Nunca me han robado nada». Soler lo corrobora: «A Cuéllar lo respetan tanto en Vila-Roja que nadie se atrevería a hacer algo así en su bar».El bar Cuéllar se encuentra en el barrio gerundense de Vila-Roja ADRIÁN QUIROGAA Vila-Roja se accede por una carretera empinada. Pintadas con banderas de España y en protesta por el deficiente servicio eléctrico del barrio recorren los muros. Una pancarta con una rojigualda flanqueada por una ‘senyera’ y la bandera europea nos recibe. «Bienvenidos a España. Som catalans y somos españoles». El Bar Cuellar asoma en el horizonte. Su dirección oficial, calle Font 13, ha sido sustituida por Avenida del 155. Antonio Cuéllar sale a recibirnos con una camiseta que luce en la espalda, personalizado, el lema de Vila-Roja: «Sóc català y Soy español»En uno de sus artículos, ‘Vila-Roja, donde la ley se cumple’, Soler homenajea a los vecinos que el 1-O de 2017 impidieron que el separatismo pusiera urnas en el colegio del barrio: «El bar Cuéllar sigue siendo su centro y sus vecinos no lo consideran un barrio de Girona sino un pueblo con entidad propia. Contribuye a ello el hecho de sentirse olvidados y ninguneados por el ayuntamiento, es decir por la Girona catalana, la de-toda-la-vida».Cosas muy raras En la Gerona que fue inmortal y ahora es independentista pasan cosas muy raras. Es el mundo al revés. La burguesía de los barrios residenciales se declara reprimida por un Estado español al que identifica con las clases trabajadoras de la periferia. Como los gerifaltes secesionistas le tienen alergia a Vila-Roja no se molestaron en lanzar sus cantos de sirena a este barrio abandonado del presupuesto municipal y autonómico. Así han funcionado la anterior alcaldesa de Junts, Marta Madrenas (hoy premiada con un escaño en el Congreso), el actual alcalde de la CUP Lluc Salellas o el Vivales Puigdemont. La víspera de meterse en el maletero y largarse a Bélgica se paseó con su señora por el Barrio Viejo de Gerona, ese tan bonito que visitan los turistas. Nunca se le habría ocurrido hacerlo en Vila-Roja: «A lo mejor le habrían tirado claveles desde alguna ventana, pero con el tiesto y todo, que en este sector la gente es muy ecologista y no arrancaría nunca una flor de la tierra que la ha visto crecer», ironiza Soler. Como los galos de Astérix, el Cuéllar es un islote hispánico y libertario en el mar de la Gerona identitaria, subraya Soler: «Cuando la sentencia del procés, la alcaldesa Madrenas suspendió los fuegos artificiales en señal de ‘duelo’. En Vila-Roja no se resignaron a quedarse sin fuegos artificiales y montaron los suyos en el barrio».Soler posa con Antonio Cuéllar en el bar familiar ADRIÁN QUIROGALos CDR tampoco han ido más allá del tanatorio: «Nosotros no molestamos, pero no permitimos que nos moleste nadie», advierte Antonio Cuéllar. Para que la bandera española no lleve a confusiones interesadas, una anécdota vivida por Soler. Estaba pimplando cañas en la terraza cuando irrumpieron unos ‘motards’ de Vox blandiendo banderas con el águila franquista. Cuéllar y otros parroquianos les pusieron en su sitio: «Recogieron las banderas mientras musitaban disculpas una y otra vez, y humillados pidieron permiso para, por lo menos, entrar a tomar una cerveza. Se les concedió la gracia», recuerda Soler. «Esos se creen que porque aquí somos españoles somos fachas», sentencia Cuéllar.En el bar sirven chocos, chipirones a la andaluza, bravas, choricillos, morcillas, morros (la mejor tapa de la casa, dicen), gambas a la plancha, hamburguesas. Antonio Cuéllar está al pie del cañón con su mujer, sus dos hijos y media docena de camareros: cinco son de la hondureña Villa de San Francisco y uno de Restrepo, Colombia, «un valle cercano a Cali», nos cuentan. En la pantalla de plasma transcurren videos musicales de MTV: una sesión continua que deja de serlo cuando hay fútbol y sobre todo si el que juega es el Real Madrid. Si pides una caña o un vermú, el camarero te lo acompaña de lo que pille a mano (acostumbran a ser los morros, seguro que repites). Buena costumbre.Servir libros A cuarenta y ocho horas de Sant Jordi, este año el bar sirve libros. Soler pasa revista a la clientela: «En un rincón de la barra están siempre el Pijo, el Hippy y el Gallina, tres colegas ya de mediana edad, con otros amigos del barrio. El Pijo fue boxeador. Otro personaje es el Isidro, un tío con pierna ortopédica, que la enseña siempre que puede y hace demostraciones, es lampista y muy animoso». Este domingo han llegado al Cuéllar muchos fans que no son del barrio ni clientes habituales. Detalle de una dedicatoria de Soler ADRIÁN QUIROGALa mayoría adquieren su libro en el bar, al no haber podido encontrarlo en Gerona: «Lo encargué hace tres semanas en una librería y después de consultarlo a tres distribuidores me dicen que no lo tienen», lamenta una señora. Otro cliente pregunta a Soler. ¿Cómo era Puigdemont antes de ser político? «Lo recuerdo en la discoteca, solo en la barra, con americana pensando que ligaría, pero nadie se le acercaba. Debió de quedarle un trauma al no sentirse querido… En redacción de ‘El Punt’ se ponía muy nervioso cuando el teléfono sonaba más de tres veces. Esa impaciencia podría explicar cómo empezó el procés».Noticia Relacionada estandar Si Albert Soler: «La única aspiración del ‘Vivales’ Puigdemont es darse la gran vida» Sergi Doria En «Puigdemont: el regreso del Vivales» el periodista reúne sus artículos sobre el inquilino de Waterloo que sablea a SánchezSoler no para de firmar ejemplares: en catalán (portada amarilla) y en castellano (portada roja). A lo largo de hora y media los lectores rodean la mesa de la terraza donde tiene su negociado. Uno de ellos, venido de Barcelona y aficionado a la ópera, deleita a los presentes con un pasaje del verdiano ‘Nabucco’. Soler se pone de pie, a su vera, pero no canta. Chocos, ensaladillas, callos y los Crispi Chicken Cuéllar comparten mesa con ‘Puigdemont: el retorno del Vivales’. «¡He firmado más aquí que en una paradita de Gerona!», celebra el autor. La libertad es un bar de las afueras.
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