Cuando Rodrigo Cortés (Pazos Hermos, Orense, 1973) recibió la llamada que le iba a comunicar la noticia del Cavia, lo primero que hizo fue colgar. Lo segundo también. Y lo tercero. «Estaba en mitad de una entrevista. Al ver que era el jefe de Cultura de ABC, Jesús García Calero, pensé: «¿No se habrá muerto Scorsese?»», comenta entre risas, al otro lado del teléfono. «En cuanto terminé le pregunté qué estaba pasando y él solo me dijo: «Santiago Muñoz Machado [el director de la RAE y presidente del jurado del Cavia] quiere hablar contigo».Noticia Relacionada LA TERCERA opinion Si La tortilla, ¿con tilde o sin tilde? Rodrigo Cortés Desde el pasado septiembre, ABC Cultural publica unos diálogos delirantes entre ‘dos personas normales’, que Rodrigo Cortés transcribe. Hoy la conversación salta a la Tercera, impulsados por el debate sobre la tilde de sólo—Bueno, lo importante es que Scorsese sigue vivo y usted tiene un Cavia.—Y además en ese orden. Cuando vi que quería hablar conmigo el director de la RAE pensé: «¿Qué he roto ahora?». —No sé qué pensará él de su Verbolario, que se dedica a dinamitar el Diccionario de la RAE.—Sí, es una enmienda [ríe]. Lo paradójico de todo esto es que mi respeto por la Academia es profundo y real. Y no soy el pesado que cuestiona cada decisión. Al revés. Trato de adaptarme porque hay gramáticos y lexicólogos y filólogos que generalmente dan argumentos muy sólidos y muy bien construidos que te obligan a superar tu apego a la simple costumbre o tradición. O a aquello que quieres que sea de un modo, solo porque así lo aprendiste tú. Cuando eso nos obligaría a hablar a todos como en el siglo XIII. —La Tercera premiada, ‘La tortilla, ¿con tilde o son tilde?’, se publicó durante el momento de mayor tensión de la historia reciente española. Parecía que el país se iba a romper por la tilde de sólo. Pero ya casi nadie se acuerda. —Ojalá fueran esas las razones de división más perentorias que encontráramos, pero lo más divertido es que yo mismo he tenido que releerlo porque no lo recordaba [ríe]. Mi rebeldía sigue firme, aunque cada vez más debilitada, con la tilde del adverbio. Sigo pidiendo en la publicación de mis libros y artículos que la mantengan. Pero encuentro que hay motivos muy sólidos para su expurgación, aunque creo que también los hay para su defensa. Lo cierto es que en el artículo, y es algo que acabo de recordar al releerlo, ni siquiera se sostiene una tesis, sino que se permite que las dos se defiendan de una forma bastante deportiva y aterrizada. Con lo que tal vez tenga una oportunidad todavía para recibir el perdón de la Academia.—Pero guión también va con tilde, ¿no?—Yo creo que sí, como truhán. Y que si no no se entiende mucha métrica del siglo XVI. Pero también es verdad que España es una pequeña isla de español en un océano de esa gran y tal vez única patria que es nuestra lengua. Y fuera de aquí, las ideas de lo que es hiato y diptongo son muy diferentes y conviene aceptarlas, aunque solo sea por respeto a las matemáticas.—Por cierto: dice Garci que el Cavia es mejor que el Oscar.—[Suelta una carcajada] Si algún día tengo ambos podré comparar. Que es algo que él puede hacer y yo no. De momento me siento tan agradecido como sorprendido. —¿Es cada vez más difícil ser un escritor de periódicos? Queda poca literatura en la prensa…—Si algo es ABC, por encima de todo, o así lo percibo desde niño, es un periódico de plumas. Y eso hace doblemente paradójica la recepción de este premio, porque confieso que en general uso el término periodístico de forma poco edificante [y ríe]. Y Verbolario, que se publica a diario en estas mismas páginas, se reserva muchos términos periodísticos que pocas veces son halagüeños. Lo confieso casi avergonzado, aunque también me parece especialmente divertido publicarlos precisamente en un periódico. Este seguramente sea el premio periodístico que más atienda a la pura pluma.—La serie ‘Pues dices tú’, que se publicaba en ABC Cultural y a la que pertenece el artículo ganador, estaba construida sobre la conversación de dos personas normales. ¿Hace falta escuchar mucho para escribir diálogos?—Sí, aunque el oído para los diálogos no se manifiesta siempre en diálogos realistas sino en diálogos verosímiles y con musicalidad que puedan ponerse en la boca de un actor, por decirlo así. Los mejores dialoguistas hacen grandes réplicas y contrarréplicas, pero no necesariamente réplicas y contrarréplicas posibles. Porque la gente normal no ensaya antes de hablar. La vocación de ‘Pues dices tú’ era una persona normal que habla con otra persona normal y ambas acaban sometidas a las rumias, circunloquios y meandros tradicionales de quienes tantas veces decimos cosas sin decir. Pero siempre con un acercamiento tierno. Era una sección muy ‘codornicesca’, y recuerdo que cuando se la enseñé al director de ABC Cultural lo que le dije es: «Te estoy colando una sección de ‘Blanco y negro’».—¿A qué tradición periodística se adhiere? —Camba, Pla, Azorín… Como dicen los ingleses, ‘you name it’. Siempre plumas, por otro lado. Lo contingente, la anécdota, desaparece de inmediato. Lo que queda es el estilo y la resonancia, que son las que dotan a cualquier acto banal y fungible de una oportunidad.—El periódico, ¿mejor en papel todavía?—Soy lector de periódicos, en plural. Y aún ahora, aunque de forma tan declinante como la mayoría, trato de hacerlo siempre que sea posible en papel. Mentiría si dijera que compro tres diarios cada día en el kiosco. No es verdad. Pero cuando estoy en una cafetería me hago con dos o tres. Sé que no tiene ningún sentido referirse a todo esto desde el romanticismo o la idealización, porque el tablero es el que es y no se discute. Y cuando llega la electricidad, poco importa que tu familia tenga una fábrica de velas. La realidad pasa por encima de todo. Pero hay algo que sucede en el papel que permite que aún sobreviva la literatura diaria. Porque el modo en que el ojo, el cerebro y los dedos aprehenden lo que roban, deja una cicatriz muy distinta cuando a la inteligencia se le suma la sensorialidad.—Da pena pensar en la extinción de los periódicos, sobre todo porque la alternativa no parece mejor. Al menos de momento.—No, no lo parece. No tiene mucho sentido lamentarse cuando somos todos responsables de tal cosa, y por encima de nosotros mismos la realidad. La culpa de lo que sucede es de la realidad. Pero en fin, tenemos todos el derecho a sentir nostalgia si tal es nuestro deseo, aunque se va a revelar poco constructiva. Tratemos de conseguir que su mala salud sea de hierro.—¿Sigue la actualidad o le persigue la actualidad?—No la sigo de forma vocacional, y la practico aun menos. Incluso en el género del humor, creo que el de actualidad no se siente el más bajo, pero sí el menos perviviente. Con excepciones: las de esos viñetitas tocados por un dedo divino, como lo estuvo Mingote, que consiguen hablar de lo que pasó ayer trascendiéndolo y hablando de siempre. —¿Desde dónde escribe sus artículos? —En lo físico, desde cualquier lado. No tengo ritos sagrados. Puedo escribir en mi despacho, en la cafetería más concurrida o en la estación central de Nueva York. Si estuviera en Nueva York, que no es mi caso. La ubicación desde la que me hablas es otra y está poco sincronizada con los últimos hechos porque no tengo opinión sobre lo que acaba de suceder. Para poder escribir una Tercera necesito haber pensado unas cuantas veces en aquello de lo que voy a hablar. Probablemente no tenga una certeza sobre ello y la pretendida tesis del artículo se muestre más bien prudente y dubitativa y escrita en lápiz para poder usar la goma a conveniencia. Soy incapaz de reaccionar en tiempo real de forma solvente a lo que acaba de suceder. Porque cada nueva pieza de información que recibes cambia el aspecto del tapiz.—Acaba de publicar su sexto libro y va a estrenar su sexta película. ¿Va empatando el cineasta con el escritor?—Eso me haría mucha ilusión, más allá de la pura numeralidad. Porque en mi mente pesa tanto un plato como el otro. Son dos hemisferios que quiero mantener bien equilibrados porque me siento plenamente cineasta y plenamente escritor.—En lo creativo, ¿la libertad se defiende ejerciéndola?—No hay forma más sensata de enunciarlo, entre otras cosas, porque la libertad implica por encima de todo responsabilidad. La libertad tiene muy poco que ver con la arbitrariedad. Tiene que ver con tomar decisiones y hacerse cargo de ellas.—¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles? —Vivimos en el único mundo que es. Todo lo demás es poesía de segunda clase. Porque no es que podamos elegir.
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