«Los tratamientos farmacológicos a largo plazo matan. Se sabe que hay unos 20 años menos de media de vida de las personas medicadas y con diagnóstico psiquiátrico». Esta afirmación se escuchó el pasado miércoles en el Ministerio de Sanidad durante la presentación del Comisionado de Salud Mental. Fue Silvia García, paciente, la que dijo estas palabras y que junto a las pronunciadas por la ministra Mónica García dos días antes sobre la «sobreutilización» de los psicofármacos han generado gran malestar y preocupación entre los psiquiatras, que temen que estos mensajes calen en los pacientes que necesitan los tratamientos y empeoren su situación. La ministra de Sanidad aseguró recientemente que la prescripción y consumo de los psicofármacos estaban «alcanzando proporciones alarmantes» y anunció una guía para profesionales sanitarios sobre «deprescripción de psicofármacos» . Pero los psiquiatras creen que este tipo de mensajes por parte de una autoridad resultan peligrosos para los pacientes. «No podemos meter en el mismo saco a todos los psicofármacos. Es probable que haya una utilización excesiva de tranquilizantes, de benzodiacepinas, pero no podemos decir lo mismo del consumo de antidepresivos y antipsicóticos», señala Manuel Martín Carrasco, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM). Estos mensajes, dice, deben hacerse «de manera responsable y matizada». «No estamos de acuerdo en que se hagan afirmaciones genéricas en temas tan delicados. Pueden hacer pensar a muchas personas que están correctamente tratadas que no lo están y se les puede hacer mucho daño», asevera.Martín Carrasco desmiente además la afirmación de que esos fármacos «matan» y cree que es «una falta de seriedad» que el ministerio la acoja. «Se dijo que quienes los toman viven 20 años menos y no es cierto. Lo que sí es cierto es que las personas con enfermedades mentales graves viven menos. De hecho, hay una evidencia abrumadora. La última es de la revista con mayor impacto en la Psiquiatría, la ‘World Psychiatry’, que establece que las tasas de mortalidad acumulada (en pacientes con trastornos graves de salud mental) durante un seguimiento de 20 años fueron de un 46% para personas que no recibieron ningún antipsicótico, de un 25% para cualquier uso de antipsicótico y del 15% para el uso de clozapina». Hay más mortalidad, dice, pero no por el tratamiento. Noticia Relacionada estandar No La falta de atención en la sanidad pública en salud mental empuja a ocho de cada diez pacientes a la privada Elena Calvo El Consejo Económico y Social alerta de que estos trastornos tienen un coste directo del 4,2% del PIB, unos 60.000 millones de euros al añoTambién Celso Arango , director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón, considera que estos mensajes «son dañinos». «Es un discurso que puede hacer mucho daño. ¿Por qué solo los psicofármacos? ¿Por qué no los fármacos en general? Todo el mundo está de acuerdo en el que la sobreutilización de fármacos es dañina, sean los que sean», remarca. Muestra su enfado, además, por las afirmaciones que se escucharon en el ministerio. «Que en un ministerio se diga lo que se dijo y aplaudan la ministra y la comisionada… Si yo soy el padre de una persona que toma psicofármacos denuncio al ministerio, porque son fármacos recomendados, autorizados y reembolsados por el Ministerio de Sanidad».Arango tampoco cree adecuado el enfoque que desde el ministerio se le está dando a los problemas salud mental , con gran peso en los factores sociales como principales causas. «Llevamos años investigando sobre los factores determinantes en los trastornos mentales, incluidos los sociales. Y claro que lo social tiene importancia, pero no lo explican todo, ni mucho menos», afirma. El «empecinamiento» por achacar a la vivienda o precariedad laboral los trastornos de salud mental, dice, responde solo a la «agenda política».Es «muy peligroso»La preocupación por el discurso del ministerio ha llegado también hasta la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid , asegura a ABC la consejera Fátima Matute. «Salieron escandalizados del acto de Sanidad y vinieron a hablar con nosotros porque estaban muy preocupados», explica. Llevará el asunto al próximo Consejo Interterritorial, asegura, pues lo considera «gravísimo» y «muy peligroso» para quienes sufren estos trastornos. «Nos parece una barbaridad que se diga que se está sobremedicando a la gente y que hay fármacos que recortan la vida, eso es gravísimo. Y me duele mucho lo que les están haciendo a nuestros profesionales, que se les ponga en evidencia, porque son los que prescriben. Están diciendo que las prescripciones que hacen no son correctas y eso es un agravio a nuestros compañeros que se desviven día a día trabajando».Por su parte Belén González, comisionada de Salud Mental del Ministerio de Sanidad, señala a este diario que los pacientes deben tener a su disposición psicofármacos «siempre que sea necesario», pero «ante la falta de tiempo y de recursos humanos y un modelo demasiado centrado en lo biológico en lugar de en lo biopsicosocial, se ha tendido a dar respuestas preferentemente farmacológicas», llevando a un «aumento preocupante» de su consumo. «España es el principal consumidor de hipnóticos y ansiolíticos del mundo, y la prescripción de antidepresivos no deja de aumentar», lamenta. Estos fármacos, como el resto, «no son inocuos», y por tanto, igual que se usan cuando son necesarios, «deben ser retirados cuando ya no sean útiles».El factor socialGonzález alude además a que la evidencia científica demuestra «que no existe ningún factor que tenga tanta influencia en el trastorno mental como el social». « En el estudio sobre 4,8 millones de historias clínicas de la población española que lleva a cabo el Ministerio de Sanidad se pone de relevancia que existe un claro gradiente social en el trastorno mental, es decir, que el problema de salud es más prevalente a medida que disminuye el nivel de renta. En especial en las psicosis (esquizofrenia, 12 veces más en el nivel de renta más bajo respecto al más alto), los trastornos de la personalidad (11 veces más) y los trastornos de somatización (7 veces más)», afirma. También en la depresión, asevera, se ve esa relación «muy directa con la acumulación de eventos adversos biográficos y sobre todo con el género». «Si el diagnóstico es social, las medidas que tomemos también deben serlo», concluye.
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