La universidad del futuro será de los jubilados

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La universidad del futuro será de los jubilados

En la España de 2050 costará ver niños en los parques y, en la universidad, el acné compartirá aula con las canas . Las últimas previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que, dentro de 25 años, el 31,4% de la población en nuestro país tendrá más de 65 años y el 11,6%, más de 80.La universidad irá perdiendo clientes jóvenes y, por pura supervivencia, ya se está adaptando a la realidad de una pirámide demográfica invertida. Al otro lado, el del alumno, las razones que llevan a los adultos a seguir estudiando oscilan entre el entretenimiento y la formación aplicable a la vida laboral. O lo que es lo mismo: la idea clásica del jubilado que por amor al arte permanece entre apuntes y la más novedosa del trabajador que crece en su empleo a la vez que estudia . Jorge Angell Hoefken es de los clásicos, de los del amor al arte. Este abogado se dio cuenta hace tiempo de que para mantenerse vivo no queda otra que «despertarse con algo en la cabeza» y, desde la veteranía de sus 78 años , y tras más de 50 en ejercicio, ha decidido comenzar un doctorado en verano. Sus hijos ya son mayores y, aunque continúa atendiendo a clientes, pretende ir rebajando la intensidad del trabajo para zambullirse de lleno en la investigación. «Busco un director de tesis que me controle, que me discipline», dice este futuro universitario de casi ochenta años. Jorge Angell Hoefken desea, a sus 78 años, empezar un doctorado de san bernardoEl segundo caso, el de los estudiantes en edad laboral que se siguen formando a lo largo de su carrera, es lo que se conoce como ‘microcredenciales’, que son algo así como pequeños cursos formativos flexibles y que se pueden ir sumando unos a otros. Están certificados a nivel europeo, son breves y no pueden superar las 150 horas y los 15 créditos. «El acceso de las personas adultas a la universidad no se entiende sin el llamado ‘longlife learning’ (aprendizaje permanente o a lo largo de la vida), un concepto por el que la universidad busca responder a las demandas de los nuevos puestos de trabajo », señala Miguel Ángel Sancho, de la Fundación Europea Sociedad y Educación. ‘Longlife learning’ y el objetivo que se marca la UE Un dueño o un empleado de una óptica que, por ejemplo, completa su formación con un curso de audiología, de forma que el negocio puede ampliar el servicio y abrirse a los exámenes de oído. «Los cursos de audiología son uno de esos casos paradigmáticos de éxito dentro de las ‘microcredenciales’. Pero también existe el perfil de la persona que ha trabajado toda la vida y que, en su madurez, y a través de la Formación Profesional (FP), ve reconocida su experiencia con un curso», añade Luis Martínez-Abarca, director de FP y Universidad de Mayores del CEU. Este docente recuerda que en España hay en torno a cinco millones de personas sin titulación o con un perfil educativo muy bajo. «A la idea de la formación a lo largo de vida aún le queda mucho camino por recorrer en nuestro país», afirma Sancho. Por el contrario, la universidad para mayores ‘por amor al arte’ goza de buena salud, aunque sea difícil cuantificarla a ojos de Europa, al tratarse de cursos no reglados, no oficiales. Para 2030, la Unión Europea se ha marcado el objetivo de que el 60% de la población de entre 25 y 64 años haya tenido algún tipo de experiencia formativa. Según Piaac (el programa para la evaluación internacional de las competencias de la población adulta), que es como el informe PISA de los estudiantes maduros, España está en el cuadrante con menos competencias. El 43,4% de los españoles de entre 25 y 64 años participó en algún curso, un porcentaje ligeramente inferior a la media europea y varios puntos por debajo de países de referencia como Francia (51,3%) , Alemania (52%) o Países Bajos (64,1%) . Además, y como refieren varios estudios que han analizado la enseñanza en la Unión Europea, nuestro país tiene que mejorar el porcentaje de adultos que aplican conocimientos académicos recién aprendidos a situaciones de la vida laboral. Al estilo de esos ópticos que realizan un curso de audiología para ampliar conocimientos y, a su vez, sus oportunidades de negocio. En cualquier caso, y ya fuera de las ‘microcredenciales’ que preocupan a Europa, a las aulas de las universidades españolas cada vez acceden más alumnos ‘sénior’. «A determinadas edades, el título es lo de menos y la formación responde más a inquietudes sociales e intelectuales» Luis Martínez-Abarca, CEU Lo hizo Felipe Pinilla que, nada más jubilarse, se matriculó en Humanidades en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Pinilla quedó tan agradecido después de aquel retorno al campus que creó una asociación para alumnos de la Universidad de Mayores. «En 2024, hemos movido a 2.800 personas que se conocen en las clases y luego se reúnen para viajar, asistir a museos u otro tipo de actividades», expresa con orgullo Pinilla. Porque, como ha ido observando Luis Martínez-Abarca, del CEU, «a determinadas edades, ya no se necesita ni se busca un título para acceder a una oportunidad laboral, sino que la formación responde a una inquietud intelectual o al interés de conectar con sus semejantes». Con un patrón que se repite : muchos de los estudiantes sénior vienen de profesiones técnicas y deciden, llegados a la madurez, acercarse a ámbitos como la historia o el arte. Parece que la universidad del futuro estará colonizada por jubilados y Ciencias Sociales. Uno de los cursos para alumnos sénior de la Universidad San Pablo CEU TANIA SIEIRAPor ejemplo, esta misma semana, una clase con más audiencia que muchos grados universitarios al uso estudiaba ‘Cultura de los derechos humanos’ en el campus de Vicálvaro (Madrid) de la Universidad Rey Juan Carlos. Aunque, dice Pinilla, «este año, que Franco está tan de actualidad , también hay algunas charlas que repasan los capítulos de nuestra historia reciente». En esta Universidad de los Mayores las clases siempre son de tarde y dos veces por semana con asignaturas como ‘Astronomía para todos’, ‘La arquitectura contemporánea y sus designios’ o ‘Historia de la civilización asiática’. Aunque, fuera de esta división que han creado los campus, también hay vías para que los no tan jóvenes accedan a la formación universitaria donde compartirán pupitre con chavales con la Secundaria recién aprobada. Existe una PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) para mayores de 25 , otra para mayores de 40 –a la que se puede acceder por experiencia profesional– y una tercera para mayores de 45 años . Según las últimas cifras disponibles del Ministerio de Universidades, que son de 2021, de todo el volumen de personas que se presentan al examen de Selectividad, aquel año hubo 30.120 que se matricularon en alguna de estas pruebas de acceso a la universidad. De esas, 18.987 se terminaron presentando y 10.892 lo aprobaron.La universidad privada, por delante En la atracción de este tipo de perfiles universitarios a los grados clásicos, en los cursos, y también en la puesta en marcha de los programas de ‘microcredenciales’ dirigidos a personas en edad laboral «la privada está dejando atrás a la pública», indica Sancho. Las universidades públicas presenciales tienen un número escaso de estudiantes que hayan cumplido los 30. Según datos del ministerio que dirige Diana Morant, del total de mayores de 30, el 60,9% cursan sus estudios en universidades privadas. JOSÉ RAMÓN LADRAPor una cuestión de recursos económicos, las instituciones privadas han sabido adaptarse con mayor celeridad a todos estos cambios en el mundo académico, que no son más que el resultado de los terremotos demográficos. Pero las instituciones públicas, si quieren cumplir con los objetivos marcados por Europa para el 2030, terminarán por reconvertir su modelo. Sobre todo si, como vaticina Luis Martínez-Abarca, dentro de un tiempo veremos cómo en las universidades hay un 50% de estudiantes que llegan de la Secundaria y otro 50% de matriculados que dejaron el colegio hace media vida .

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