Cien años de la Cuesta de Moyano: un café con las vanguardias

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Cien años de la Cuesta de Moyano: un café con las vanguardias

La Cuesta de Moyano , en la víspera de las rebajas, en el año de su centenario, da una luz de odre antiguo a la mañana de nubes bajas de Madrid. En ese tajo lírico que une, desafiando a la gravedad, el Retiro con el Paseo del Prado, se sitúa lo que Paco Umbral llamó «la calle más leída de Madrid». Cien años no son nada o son mucho. Acaso una anécdota en comparación con algunos libros que están a la venta, como un recopilatorio de los escritos del Papa León II, siciliano, que casi diez centurias después vieron la luz y que Juan Carlos Castrejón vende a 300 euros el ejemplar, de los dos de los que consta la obra. Envueltos en papel de celofán y a la espera de un comprador amante de la historia, de lo muy añejo, de la teología o del coleccionismo. Un paseo por las treinta y tres casetas de Moyano, una charla tranquila con los libreros, muestra las dos caras de la efeméride. Carolina Méndez, presidenta de los libreros y de la Asociación Soy de la Cuesta, está ilusionada con peros en este primer centenario de un oasis de cultura, donde «hasta los ‘runners’ del Retiro compran libros». Hay, frente a la algarabía por el año redondo, una queja amarga y compartida. Están «sin agua otra vez». Eso, entre otros deseos inmediatos, es lo que rogaron a los Reyes Magos y a las autoridades competentes. Pese al milagro cotidiano de colocar los libros dentro y fuera, y como revela Lara Sánchez, hiperactiva y multidisciplinar directora de la Asociación Soy de la Cuesta, está la pesadilla de la mentada tubería, «los libreros endeudados por las facturas de los vertidos» y unas casetas donde el gris azulón de la madera merece una capa de pintura, de protección frente a las termitas, frente a los grafiteros y a los elementos que afectan hasta las maderas más resistente. Hay quien vandaliza con malos trazos de espray las casetas cuando la noche vacía este trozo de la capital, el mismo fenotipo gamberro que rompe los toldos y los pomos.Noticia Relacionada VIAJAR estandar No Desde Mary Poppins hasta El Principito: este pueblo de Granada mezcla varios cuentos entre sus calles Antonio Távora En las calles de Alpujarra de la Sierra todo está relacionado con historias, personajes y autores de grandes obras literariasSánchez puntualiza lo que le pide al nuevo año y a las instituciones: la mejora de la iluminación nocturna y que la Cuesta se incluya, ya en este ejercicio, en el plan de luces de Navidad 2025. Hasta el momento, recuerda, les han colocado «unas bombillas en el último momento». También letras con frases ilustres en la zona peatonal. Es muy importante para la gestora cultural del enclave la iluminación, con más motivo, recalca, cuando se encuentran en pleno Paisaje de la Luz, reconocido hace unos años por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. No obstante, también hay esperanza en Lara Sánchez, que sabe los riesgos y los atractivos de combinar vanguardia y tradición en el ámbito de la cultura. Aguardan, adelanta, sorpresas. Novedades en una programación en la que estará presente París, las vanguardias, mientras que están al habla con la Casa de Su Majestad el Rey para una posible visita. Y luego el café modular, que sería el epicentro de las actividades, ‘meeting point’, y un lugar de descanso y de sinergias improvisadas entre los coleccionistas, los curiosos y los paseantes. Esa cafetería será modular y, cruza los dedos, en principio estará este año. El café para todos, calor en el invierno y refrigerio en los meses ardorosos. Cuando llegue, cambiará la dinámica de las visitas. Son muchas las instituciones que colaboran con el centenario, desde el Ayuntamiento de Madrid a la Comunidad, del Instituto Francés al cercano Museo Reina Sofía.Pío Baroja visita los puestos de los libreros ABCEn palabras de la delegada de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, la cafetería «dará una nueva vida a una zona tan querida por los madrileños y tan importante para la cultura». ‘Dadle una cafetería y moverán el mundo’, parece ser el anhelo de los habituales. Las letras son en Moyano principio, fin y excusa para otras actividades. Desde la Comunidad de Madrid anuncian que la Cuesta será escenario de un espectáculo jondo en el festival Suma Flamenca, que el sitio se va a declarar BIC (Bien de Interés Comunitario) y una cesión de fotos para una exposición. En la Cuesta, y es lo que más se adhiere al paseante, se superponen capas. La de aquel año de 1925 en que el consistorio de Madrid decide trasladar a esta calle en pendiente a los antiguos libreros del desaparecido mercado de Atocha que posteriormente se apostaron en las verjas del Jardín Botánico con el apoyo de la intelectualidad de la época, que firmó un manifiesto que reza así: «Los que suscriben, amantes de todo cuanto redunde en beneficios de la cultura y el amor al libro, y enterados de la iniciativa del Ayuntamiento de Madrid de construir una feria permanente, veríamos con sumo gusto que dicha instalación fuese en un sitio visible y de fácil acceso, tanto a los que, en los referidos puestos vamos a pasar las mejores horas de nuestra vida como aquellos otros que, sin pensar, van aficionándose a guardar y tratar con todo cariño un libro…». Un busto de Donald Trump en una de las casetas IGNACIO GILTambién hay un entrecruce de edades que señala con tino Paloma Grimaldos, responsable de la caseta 24, especializada en cine, fotografía y cocina. «Leen más los más jóvenes que los mayores», aunque ya no es como cuando ayudaba cuando podía a su abuelo, y el espacio «funcionaba a toda leche». Hay una melancolía entre los libreros, pero preñada de ciertas esperanzas. A Carolina Méndez le alegran el día las visitas de « José Luis Garci, de Arturo Pérez-Reverte, de Javier Gurruchaga, de Antonio Resines con sus cómics o de Fernando Aramburu, que colecciona libros antiguos de Austral».Recuerdos entre páginasUn crío de madre extranjera y padre español pasea con un triciclo. Su progenitor pide perdón por la prisa, por el niño deslizándose por la cuesta. Una madre se desespera porque su hijas hace caso omiso a ‘Historia de los trenes’. Un poco más adelante, como al peso, está arracimada la hemeroteca casi entera de ‘Triunfo’ en la que sobresale la tipografía de los setenta y un titular de Manu Leguineche: «Yo he visto renacer Bangladesh». Junto a él, los ‘Sonetos lujuriosos’ de Pietro Aretino. En una caseta, un busto caricaturesco de Donald Trump mira al personal flanqueado por una bandera estadounidense. En otra se venden lienzos redondos del pintor cacereño Damián Flores a 800 euros. Todo en un ordenado caos, el espectáculo diario de estos ‘buquinistas’ de Madrid tan lejos del Sena, tan guardianes del tesoro de la lengua a cuatro pasos de la Real Academia. Dentro de los libros, la casualidad ha querido que se hayan encontrado billetes del metro de la década de los 40 del siglo pasado, cartas de amor, fotografías anónimas con una intimidad que ha podido pasar por muchas manos. O, incluso, un pedazo de la historia de España como el que Paloma Grimaldos vendió a un particular que luego subastó. Un libro de Rafael Alberti, plagado de sales y puños en alto, dedicado a La Pasionaria, donde el vate de El Puerto de Santa María regala el volumen a «su íntima amiga y colega».

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